sábado, 31 de enero de 2015

Crítica: Reducciones (2012)

Reducciones
Jaime Huenún (Valdivia, 1967)
Lom Ediciones, 2012
183 páginas.

Por Gonzalo Schwenke.

Cuando la poesía se hace cargo de las omisiones y de los diálogos.

La poesía mapuche centra todo su poder en la Palabra. En ella existe el anhelo por rescatar el territorio despojado, por aquella cultura en constante rescate búsqueda, y sobre todo, preservar la memoria. En ella se dialoga, se parlamenta, se canta, tanto con los vivos como con los muertos; en definitiva, una palabra poética que se nutre de la madre naturaleza para situar desde ahí, una memoria histórica, mítica y familiar, que ha sido asimilada o integrada a formatos ajenos a la del mapuche.

La obra poética de Jaime Huenún, en “Reducciones” es el viaje de un pueblo que ha sido reducido por una civilización que acepta lo europeo y rechaza la cultura que incluyó durante la construcción de la Nación. El poeta indaga en las memorias ancestrales, para asumir su condición champurria —una dimensión entre fronteras tensionadas por sus relaciones de conquistadores y ocupados—, y de este modo, utilizar estrategias discursivas que faciliten la construcción identitaria de su pueblo. En otras palabras, el poeta intenta vencer la reducción por medio de nuevas identidades, las que vendrían a situarse en un mundo intercultural y globalizado. Ahora bien, el concepto de reducción, se entiende a partir de una fractura histórica y la evidente fragmentación del sujeto. Lo anterior, es el cambio del paradigma identitario de los mapuches: la pérdida de una serie de elementos constituyentes de identidad como la lengua che zungún, la cosmovisión mapuche ejercida en el espacio territorial, ahora debilitada y enajenada, lo que provocó que sus hijos migren campo-ciudad, asimilando el idioma y cultura chilena. Es así, que la historia contempla un proceso de control cultural, una imposición en que el grupo dominador introduce elementos culturales ajenos en el universo cultural de los vencidos.

Las nostalgias y las resistencias forman parte de un escenario autónomo pero en permanente peligro dado por las irregulares prácticas del neoliberalismo, el hablante se detiene en su viaje para comunicar a sus pares los peligros que acecha el territorio, luchar por lo poco que les va quedando y en este ejercicio se aprecia el respeto hacia la naturaleza ya que es ella quien da la fortaleza a las comunidades que tienen el deber de proteger de los peligros dicho recurso.


“Reducciones”, es un libro complejo que recorre y revisita la historia del pueblo mapuche, la del conquistador, nuestra historia chilena y la vuelta al origen del mapuche desde la ciudad. El poeta se instala en la urbe recuperando y apropiándose de espacios que antes no le eran comunes, que son usados para difundir la Palabra mediante una profunda riqueza estratégica de carácter transtextuales, y de esta manera, acceder a la lírica universal sin dialogar códigos con la tradición poética chilena.

sábado, 24 de enero de 2015

Opinión: El triunfo de los marginados


Por Gonzalo Schwenke



Pedro Lemebel se ha ido con la tarea hecha. Mientras el cáncer carcomía sin vuelta al autor de “Serenata Cafiola” (2008), en el Congreso Nacional se aprobaba la “Unión Civil en Pareja” y Gabriel Boric leía un extracto del manifiesto “hablo por mi diferencia”. Si alguna vez nos preguntamos en decaimiento: ¿para qué sirve la poesía? Es para instalar los discursos de la marginalidad en sectores institucionales que no se condicen con la dinámica de la sociedad a la cual dicen representar.

El Arte fue el medio que lo hizo mostrarse como tal, destapando el cartuchismo y la pacatería acerca de la sexualidad de las personas. Pedro Lemebel y su socio/a, Pancho/a Casas, ambos sujetos políticos desde la transición, instalaron el tema de la homosexualidad con sus cuerpos en el colectivo artístico: “las yeguas del apocalipsis”. Exposiciones públicas que destacan; “la refundación de la Universidad de Chile” realizada en respuesta a la permanente irrupción de la dictadura en la administración de la Universidad,  la irrupción en la Chascona en el momento en que se hace entrega del Premio Pablo Neruda a Raúl Zurita; llamado la “Coronación de espinas” o la muestra fotográfica; “lo que el SIDA se llevó” (noviembre, 1989), entre otras intervenciones de intenso valor estético y reflexivas.

Paralelamente, la narrativa de Lemebel, constituye uno de los fenómenos de mayor valía en la literatura, en ella no solo encontramos voces en resistencia de una parte de la sociedad a la que los discursos oficiales no amilanan el hambre ni la rabia. En sus letras hay expresividad llena ternura enel desamparo, un discurso simple pero una voz neobarroca que no busca llegar a los supermercados ni encontrar el oportunismo mediático[1].

Con un estilo inconfundible, en sus crónicas criticó el status quo, fustigó las vueltas de carnero de la clase política, descubrió el tupido velo de la izquierda light y la indiferencia. Se ganó el respeto y la admiración de la población que lo leyó y que indiscutiblemente, lo seguirá leyendo después de su partida. Admirando  esa particular forma de enfrentar la vida, que es la misma forma de enfrentar la vida y la muerte en la calle siendo maricón. Situación que significó que el stablishment le cerrase las puertas. En su escritura, prestó ropa a otros marginados: los mapuches, pueblo que de a poco están saliendo de subalternidad/invisibilidad mediante la lucha y la Palabra.

No hubiese tenido razón de ser, al suponer que sea galardonado por el Premio Nacional de Literatura (2014), Lemebel es un individuo al borde por su condición de ser humano y de género (todavía) no categorizado, porque las máscaras institucionales no saben valorizar los elementos que coexisten en el país, una errancia sin fin, protoeróticos que no representa en ningún caso a las clases sociales del país. Es entonces, cuando el pueblo informado se hace cargo de las (in) justicia y los valores de la sociedad, manifestándose contra la justicia perturbada y dándole la justicia que no tiene a Víctor Jara.

El Premio Nacional de Literatura lleva más de veinte años de retraso y no se condice con lo “actualizado” del Premio de Santiago. Por otro lado, la crítica literaria de carácter académica o científica está descontinuada y regionalizada[2]. Hay un vacío acerca del estudio de la literatura[3] durante la década del noventa, lo que se puede observar y obtener revisando digitalmente Revistas como: Estudios Filológicos, Anales de la literatura, Atenea, entre otros que están disponibles en la red.

También fue incomprendido por la esquizoide representatividad del PC, que amarillea por todo lo putativamente cultural: “no voy a cambiar por el marxismo, que me rechazó tantas veces. Soy más subversivo que usted”[4] dijo el finao’ o “¡Nosotros somos comunistas y en el partido no hay maricones”[5] le dijeron en el Congreso del Partido Comunista en 1990.

En Chile siempre fue relegado por denunciar a los que nunca se quedaron y huyeron a la Europa del Este a cobijarse, mientras en las poblaciones combatían la dictadura con sus cuerpos y con sus vidas. El 2013 fue galardonado con el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso que otorga la Universidad de Talca, mientras que en Altazor fue nominado seis veces, donde lamentablemente nunca lo obtuvo.

El fallecimiento de “Adiós, mariquita linda” (2004) debe ser una fiesta por la perspectiva de vida que nos presentó, su lúdica y ácida palabra, un marginal que lidió con su doble condición de género en el Arte y que no se alió a la hipocresía, pero que nos entregó su escritura, su lenguaje de marica fresca, intensa y llena de musicalidad, aceptada por miles de personas que ven en él, esa calidad y ternura, una muestra de humanidad ausente en  otras personas.




[1]Esta misma marginación ha sufrido la prosa poética de Pancho/a Casas.
[2]Quienes hacen cargo de las tendencias emergentes son Iván Carrasco (1999), Sergio Mansilla (2003) y Marcelo Pellegrini (2006).
[3] Por ejemplo, no hay nada acerca de las publicaciones de ciertos escritores que hoy son galardonados con el Premio de Santiago, particularmente en Poesía.
[4] “Hablo por mi diferencia” de Pedro Lemebel.
[5]“Yeguas Troykas” (enero, 1990) Intervención en el Estadio Santa Laura. Rescatado desde http://www.yeguasdelapocalipsis.cl/

lunes, 19 de enero de 2015

Crítica: Los Restos (2014)

 LOS RESTOS
Betina Keizman (Buenos Aires, 1966)
Alquimia Ediciones, 2014
166 páginas

Por Gonzalo Schwenke


Betina Keizman, (Buenos Aires, 1966).Conforma en las primeras seis planas, el imaginario una urbe obtusa que deforma a sus ciudadanos. Una Ciudad desequilibrada y desquiciada que somete las relaciones interpersonales a un estado de sicosis perpetua, lo anterior, una particular estrategia que se desarrollada durante toda la novela y que amenaza los restos humanos reducidos a centros de experimentación.

La Ciudad sitiada, es una extensión de prolongados peligros e inseguridades, una dimensión que permanece en la nebulosa, que a todas luces está plagada de males en un ambiente extraño que desafía la vida de las personas, siempre en una calidad de vida inferior a la nominal,y dependiente de la fertilidad de la materia orgánica enlos patios de las casas, terreno densamente poblado y cercado:

“En la ciudad abandonaron una huerta y una casa. Antes de la llegada de los restos, la huerta había sido el trabajo preferido de su padre, un terreno de lilas y madreselvas donde Mirta había gateado la infancia catando el sabor de las hojas y de la tierra, saboreando clandestinamente bajo pena de envenenamiento los frutos rojos que como pétalos de rocío asomaban entre los lazos verdes” (13).

Lo que conocemos como los espacios abiertos están coartados por “los restos” que vigilan e inquietan las actividades públicas, parecen representar la culminación de la humanidad, una amenaza latente de violencia y putrefacción identificadas con el olor a caballo muerto. No hay antecedentes de sus apariciones tampoco se nos señalan qué son, solo hay murmullos, informaciones retocadas o retazos de memoria, que los alzan como salvajes barbáricos. ¿Desde dónde proviene la marginalidad?, ¿será acaso el triunfo de la marginalidad, hambrienta, eternamente violentada y rechazada?,¿qué nos dice el narrador sobre la desesperación de “los restos”? o ¿por qué sitúa la marginalidad en el Centro? ¿Por qué el Centro como ciudadela coloniza el último vestigio de civilización? Hay dos fotografías en blanco y negro en el libro que puede aportarnos pistas sobre la dirección que se desea tomar. ¿Con qué motivo se presentan fotografías tanto al inicio y al final de la obra? Así quienes lean la novela puede sustentar sus propias anticipaciones en la observación de dichas fotografías.

La Familia de Mirta no pertenece a ningún árbol genealógico rancio ni tampoco tienen la capacidad de jactarse de algo, limitados en espacio y condicionados a llevar una vida austera en lo íntimo del hogar, observan con desamparo como su vida se va deteriorando: “En la ciudad todo cambia, y la memoria, que funciona por acumulación, solamente retenía unos últimos recuerdos bajo cuyo peso las imágenes anteriores se desvanecían” (21), y ante la ausencia de oportunidades, indagaránuna vía de escape a este temporal, que les proporcione alimento y refugio.

La única institución que parece estar en funcionamiento,es un campo de concentración.Este Centro investigación, diseñado a manera de laberinto, será el lugar donde se diseccionarán las personas que deseen salvarse del caos y del horror. Cada uno de sus componentes,serán enviados a distintos sectores para estudiar un terreno tan movedizo como antojadizo: las reacciones emocionales humanas, pero no importa lo que suceda adentro mientras no sea lo de afuera.

La narración nada certifica, en mucho de lo expresado se recurre a la alegoría y tampoco hay un enemigo único desfilando. Es por eso, que el lector debe definir el sentimiento de “horror al vacío” situado en la narración: un ambiente que va mutando hacia una deformación, que se prolonga a extraños seres de carácter reptiliano e inverosímil seres, singularmente llamados “veintecentímetros”. Los personajes como Mirta están en estado latente, buscando una nueva forma de escape a esta nueva condición de sobrevivencia.

Más allá de encontrar la confirmación de los mitos personales, Betina Keizman desarrolla una narrativa áspera y opresiva, que coloca en crisis nuestra modernidad que también tiene una atmósfera asfixiante; la tensión no sólo de sobrevivir sino de adaptarse a las circunstancias en que la depredación y la humillación están sumidas por la violencia y la injusticia, que denota la lucha de perdurar a costa del derrame de lo socialmente humano.


Una de las publicaciones destacables del 2014.

martes, 6 de enero de 2015

RESEÑA: Poéticas del sujeto fronterizo en Comarcas, (2013)

COMARCAS, (2013)
Bernardo Colipán (1967)

Por Gonzalo Schwenke

La poesía indígena se está haciendo cargo de lo invisible, de lo marginal, de la ocupacióny del despojo territorial por parte de la República de Chile, en su trato con las comunidades indígenas del país. Es así, que Bernardo Colipán (Osorno, 1967) revisita la línea fronteriza del río Bío-Bío, mostrándonos la “Pacificación” por medios militares en la Araucanía como una desconcertante imposición de la civilización occidental la cual tenía más cercanía con lo que conocemos como el viejo oeste estadounidense que un modelo de vida de carácter europeo: “Por decreto el Presidente Montt declara la ocupación militar del territorio” (62), y que también trajo consigo la violencia: “Y siempre llegan los Trizanos buscando las calaveras bajo la piel” (32), el pillaje y la enfermedad: “Mi padre ha muerto de influenza” (67),como males de la sociedad moderna.

El proceso de ocupación, colonización y sometimiento por parte del gobierno chileno[1], provocó un cambio del paradigma identitario en el mapuche, ya que las reducciones no podían seguir sosteniendo los hábitos culturales, forzando así al indígena a emigrar a la ciudad. Es decir, del proceso de colonización: marginalizar y reducir al indígena, provocó la emergencia de una fuerza de sobrevivencia y de resistencia cultural, que –actualmente – está generando nuevas voces identitarias con conocimiento de saberse dañado, violentado y sometido por una cultura occidental-cristiana que representa el modelo de civilización a la cual debían integrarse.

A diferencia de sus trabajos de recolección de memorias, “Pulotre” (1999) y “Forrahue, memorias de una matanza” (2012). En “Comarcas” (2013), aparece una forma discursiva que revive una parte de la Historia de Chile que ha sido invisibilizada: La “Pacificación de la Araucanía”. Este discurso históricobusca reescribir dicho periodo, y que utiliza el testimonio de personas que intervinieron en el farwest criollo, desde diversos grados de tensiones y dimensiones de la sociedad capitalista moderna.“Por siempre sufrió esta tierra, de lejos vienen todas las desgracias: Cornelio Saavedra, Gregorio Urrutia, todo el 2° de Línea.” (64) Las crónicas y diarios de vida o de viaje[2], construirán el imaginario de la zona y darán cuenta del estado de la situación en la región que se está colonizando y usurpando.

Colipán no utiliza la oralitura o la memoria ancestral como estrategia discursiva para dar cuenta de la línea fronteriza,ni tampoco del sujeto mestizo o champurreado.En un afán de evadirse de las imágenes preconcebidas, el libro evade su rotulo de poesía mapuche ya que el poeta no resalta su condición de mapuche y serán contadas las veces que aparecerán elementos constitutivos de la cultura mapuche, esto es,la presencia del cacique Karilao y de Pascual Coña.

Por otro lado, la polifonía de voces emergen desde los prostíbulos donde convergen múltiples voces de la Comarca en ellas; las prostitutas. “Mis amigas beben con hombres del ejército de la frontera./Ellos las destapan y besan la cálida miel de sus pezones.” (23) Ellas estarán en permanente diálogo con el sujeto errante, quien por otro lado, transita por el territorio en búsqueda de una herencia que ha sido enajenada por el ejército y la política de reducciones. No hay un discurso feminista, las prostitutas son parte de la marginalización de los pueblos, demonizadas y fuentes de todo mal, pero en el libro existe un cambio como construcción del modelo social, ya que son ellas el centro de la sociedad y pieza fundamental del engranaje, mientras que el sector de la moral y las buenas costumbres rara vez surge y cuando lo hace, será mediatizando su poder sobre los diarios. Las voces femeninas aconsejan y advierten de los peligros. “Caro se pagan los agravios en la comarca, poeta” (20)

Por otro lado, acontece en el texto continuos procesos intertextuales donde se dialoga con literaturas universales, sus autores serán partícipes del tiempo e imaginario rodeado de violencia. “La mayoría de ellos hablan de fugitivos de la justicia./Mujeres abandonadas, cautivas y prostitutas./Hombres que transitan por pulperías, fuertes y villas/portando cuchillos y armas de fuego.” (19) “No es que los disparos sean raros en la Comarca, uno/cuenta una docena todas las noches, sin embargo, en la mañana/todas las ventanas se cierran para ti.” (23)

La reescritura histórica a partir de la historiografía, la utilización de una voz poética femenina que enuncia – desde su mestizaje— la ocupación de la zona de Araucaníay su posterior colonización, ocupación y dominación por parte quienes representan la civilización como miramientos europeizantes. Asimismo, la lucidez en el desarrollo del espacio tratado, representa una unidad literaria que debe ser valorada y significada como la abertura de omisiones histórico-políticas las cuales trazan el ejercicio de soberanía y creencia de “superioridad”[3] en la Historia de Chile.

La lectura de registros, sus estudios y repensar la “Pacificación” a sangre y fuego de relaciones en conflicto en las oportunidades de que da la poesía, tiene la importancia de salir de la reducción, del olvido, de lo invisible que ha permanecido el mapuche para tener carácter de resistencia simbólica, de tal manera que pueda emerger y entrar – sin tremendismos exóticos—, a la literatura universal: “Eliot le dio el borrador de WasteLand para que lo corrigiera./Pound con un lápiz azul/lo redujo a la mitad.” (17)

Bernardo Colipán, todavía quede al debe en la perspectiva del ejercicio poético-político sino del mestizo desde el champurria[4], profundizar en las raíces mapuche-huilliches; ya sea mediante el rescate de la lengua che zungún, reivindicar la forma de vida mapuche-huilliche o de figuras con profundos legados históricos para el pueblo mapuche, las cuales aportarán una dimensión todavía no explorada y, por lo mismo, fecunda.



[1] En la zona de la Araucanía, durante 1860 al 1890 comienza una política de reducciones territoriales para “civilizar” al indígena (interrumpido por la Guerra del Pacífico), considerado por parte la clase gubernamental como “barbárico y salvaje”, asimismo fortalecer la soberanía en las provincias y constituir un Estado fuerte y centralizado. Es así, que el avance de la locomotora representa el símbolo del progreso y la liquidación de la burguesía ubicada en las provincias de Concepción y Valdivia.
[2]Editorial Pehuén ha publicado tres libros que dan testimonio de la ocupación de la Araucanía, estos son: “Pascual Coña; Testimonio de un cacique mapuche”, “Crónica militar de la conquista y pacificación de la Araucanía” y “Diez años en la Araucanía”, por otra parte me parece importante mencionar “Historia del Pueblo Mapuche” de José Bengoa, editado por Lom.
[3]La colonialidad está dada mediante dos ejes de poder. Una de ellas es la idea de raza como estructura biológica para codificar diferencias entre conquistadores y vencidos (no así derrotados), por consiguiente, la constitución de una nueva estructura que permita el control de trabajo y sus recursos significan el control cultural de una población determinada. Véase Bonfil Batalla. 1988. La teoría del control culturaly Maldonado-Torres. 2003. Sobre la colonialidad del ser.
[4]“Champurria, palabra que designa al mestizo desde una enunciación huilliche. El mestizo, pues, refiere a una mezcla, una confluencia de dos culturas enunciadas desde la lengua occidental. Champurria, en cambio, lo hace desde una perspectiva, mapuche y pone acento en la falta de elocuencia del mapudungun. La clave es, por esto, el lugar de enunciación: un espacio fronterizo, una zona donde las identidades se componen por múltiples experiencias de culturas que cohabitan un territorio.” Rojas, Rodrigo. 2010. La lengua escorada. Editorial Pehuén, Santiago. Pp. 66