miércoles, 27 de mayo de 2015

Crítica: “Lo que una ama” (2013)

“Lo que una ama”
Salvador Young Araya (París, 1981)
Chancacazo Ediciones, 2013
270 Páginas.

Por Gonzalo Schwenke



Salvador Young Araya nos presenta su primera novela “Lo que una ama” (2013). 270 páginas de una narración formada por oraciones cortas, simples y calentadas al microondas, donde lo cool, la experimentación sexual y las drogas son las motivaciones centrales en la vida de casi todos los personajes y en todo el libro.

“Le gustaba sentirse ligera, no saber su destino. Nada estaba claro, le era difícil enfocar lo que veía: eso la motivaba aún más a vivir ese momento.” Estas breves líneas configuran lo que serán historias lesbieróticas que no poseen ni esfuerzo ni menos sudor por parte de su autor, y donde muestra ausencia de capacidades mínimas en el quehacer del relato, asistimos a orgasmos friolentos, ajenos a los personajes y gozos condenados por su rápida finalización. Una oportunidad perdida por dar dignidad a las relaciones eróticas de un mismo género, tendremos que conformarnos con el intenso rosado de las relaciones eróticas en Corín Tellado.

El libro transita en la relación lésbica de Solana, una ABC1, santiaguina, y Madeleine, estudiante francesa durante una pasantía en Chile, que llega obnubilada por este país con luces de neón: el realismo mágico y lo exótico. La primera tiene un grupo de música electrónica: Depeche Love, grupo del orgullo glam-posmoderno, con el cual copian todas las nuevas tendencias de Europa y EE.UU., así, la lectura de estos movimientos provocará que los miembros de la banda quieran estar a la vanguardia musical y sexual entre todas las fans que llegan a sus fiestas. La segunda, deja a Carlos, su exnovio, deja de lado la Universidad para exigirle fidelidad y amor eterno a Solana. Carlos, en tanto, se dedica a llorar su desdichada vida, y cada vez que sea mencionado estará en depresión post-romance. Mientras que Auxiliadora, madre de Carlos, es el oído amigo donde convergen casi todos los problemas de Madeleine. Hacia la mitad del libro, nada ha cambiado y seguirán los problemas de locura sexual contra las riendas de la fidelidad y protocolo amoroso, aunque cada uno de los personajes haya tardado tanto en decidirse de su vida.

Si quería reflejar a la sociedad de transición en su primera novela, no otorgó una reflexión distinta que no sea la de un país exotizado para la calcomanía de álbum de Copa América Chile 2015. Llevar a cabo esta tarea, no solamente es socavar los estamentos sociales desde la clase dirigente solamente por una pataleta de niños malcriados sino que conlleva una problemática mucho más profunda donde es necesaria una reflexión menos ingenua de lo que se cree que se dice.

El libro es un desdichado intento por hacer justicia a los géneros en cuestión, situándolos en la rutina y la brevedad de sus actos medidos por capítulos. Su mérito es recoger el lenguaje callejero y simple, que le da un toque de realismo mágico a lo narrado, aún así, su redacción se hace tediosa con el pasar de las páginas. Escribir desde el tabú sexual, es un atractivo literario que permanentemente es desarrollado, desde la cursilería más pechoña hasta sus ribetes sadomasoquistas pero que siempre un acto de valentía. Que en este caso, nunca se desarrolló satisfactoriamente sino lo que salió en el fluir de conciencia.


Safo, sacúdete en tu cripta.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Crítica: “El número Kaifman” o la escritura esotérica (2006)

“El número Kaifman” o la escritura esotérica
Fernando Ortega (Victoria, 1974)
Planeta Ediciones, 2006.
291 páginas.

Por Gonzalo Schwenke
 
"Nunca me gustó como quedó el original" Francisco Ortega.-
  “El número Kaifman” (2006), es la historia sobre tractores Lanz de posguerra en la Patagonia chileno-argentina, en ella, se conjugará la conspiración entre el pasado con las respuestas que puedan dar manuscritos de una dinastía al cuidado del imaginario de la “Isla Friendship” y la “Ciudad de los Césares”. Un relato de lo oculto y esoterismo nazi, donde Paul Kaifman tiene que desmarañar la nebulosa,– pese a que es un escritor fáctico y analista del estado de las cosas— es un dado totalmente manipulado por una doble agente: Sarah Lieberman. Ambos irán, pero con intereses particulares, en busca de respuestas al asesinato Samuel Levy Kaifman, a los hielos patagónicos.

La escritura de Ortega no tiene un ápice de narrativa. ¿Qué va a narrar?, nos está reportando sobre la historia y lo que acontece con sus personajes. Dicha ausencia procede principalmente, en otorgar acción a la historia y no al ambiente sicológico de los personajes. Por lo que, sustancialmente cambia su lectura; de literatura a nota de entretención. Lo anterior se observa en el agudo análisis del autor, al caracterizar a los personajes mediante adjetivos genéricos y de dominio público: Un sujeto nervioso y buena persona, la mejor combinación del mundo.” (43). Tal es la pobreza intelectual que Julio Verne tiembla (?), porque el ambiente en que configura los escenarios es escueto, pálido y confusoJunio en Santiago suele ser cansado y triste. Cielos nublados, fondos fríos, silencios grises, la más exacta de las ecuaciones invernales” (75). Para rematar, el libro contiene problemas de redacción básicos.

Este libro es una simulación de revistas de misterios, en que la información sobre alemanes en los campos del sur de Chile estaría mejor expuesta en el reportaje del diario. En términos simples, esta novela está desarrollada para quienes tragan manjar sin degustar su espesor ni su contenido, sólo engullen. Un peligro latente.

jueves, 14 de mayo de 2015

Crítica: “El Sátiro” o los hombres no lloran

“El Sátiro” o los hombres no lloran
Martin Muñoz Kaiser (Valparaíso, 1980)
Austrobórea Ediciones, 2015.
150 páginas.

Por Gonzalo Schwenke

Novela Porno-Existencialista

De la línea de narrativas eróticas conocemos una aceptable variedad de escritores que se vieron obligados a utilizar máscaras para proteger sus vidas delante de una sociedad moralizante y de estructuras inquisitivas. Quienes se confrontaron a ella, fueron castigados. Todos estos libros sortearon la censura de su época, y distribuidos bajo el manto del escándalo, cambiaron una serie de elementos que ya pertenecían con anterioridad al tabú y ampliaron las normas mediante la obscenidad del lenguaje: lo que era “hacer el amor” en follar y culiar; lo que era “ardor” en calentura, y toda la gama de palabras que combaten día a día el pragmatismo del lenguaje victoriano.

“El sátiro”, novela porno-existencialista, surge de la idea de hacer un trío concebido por Néstor, su esposa y la scort con el pretexto de abrir el apetito sexual en un alicaído matrimonio. A partir de allí, el protagonista está construido con elementos que redundan en el melodrama de lo pusilánime, el fracaso matrimonial y la excesiva rutina que acosa a Néstor. Pese al desánimo, el sexo es su talento escondido que desarrollará con mujeres liberales y con dinero, quienes inquietarán el pasado de Néstor.

La única forma de hacerle justicia a los géneros menores es no subiéndoles el pelo. En este mismo ámbito, la sección erótica —que es como, la venden primero—, es un subgénero preferente y predominantemente para hombres, cumple con casi todos los fetiches de la novela; un varón que dura tres horas de sexo ininterrumpido demostrando gran talento, dos mujeres que dejan de lado al varón, o nuestro varón que utiliza sus manos en la intimidad de la dama, mientras ella grita con indefinibles gemidos pero que, en ningún momento, se devela el gozo de sus personajes, ni sus sentires ni menos sus exclamaciones. No hay nada más cansador que una novela erótica con una voz narrativa caracterizada por las formalidades de un lenguaje poco creíble, forzado y cursi, una voz que se apropia de cuerpos erotizados y los viste de un manto de adjetivos preciosos que no vienen al caso. Ahora bien, si la portada de la novela es una visualización sexual y estereotipada de las mujeres, ¿por qué en los capítulos siete y ocho se niega el relato de continuaciones de las relaciones eróticas?

Por otro lado, esta novela se vende como existencialista, que no es más que el viaje del personaje hacia el desengaño de su propio camino, confundida con un segmento de información requisada de los anaqueles e incrustadas en un diálogo aparentemente estático. Si bien, con Teodoro Angelopolous o Cristián Alberto Hoffman este recurso bien puede valer la pena, en los personajes femeninos (aparte del fetiche sexual) se muestran representadas maravillándose con el relato legendario, aconsejando sobre situaciones personales, etc.


El argumento se fortalece únicamente en el final de la novela y con el evidente fondo cebollín, adquirido en los extensos diálogos sentimentales, los que transformarán al personaje hacia un nuevo camino, que develará decisiones y que definirán a Néstor, como el protagonista de un talento oculto pero enajenado de lo que realmente es en su portada.

En definitiva, “el Sátiro” es un libro que le falta pulir su narrativa. Atreverse a escribir pornografía no es calentarse por lo que tu mujer no podrá hacerte sino alcanzar un nivel de transgresión que te distinga del resto y por demás, configurar políticamente el libro en la actualidad.

domingo, 10 de mayo de 2015

Conversatorio con el exPoeta José Ángel Cuevas

No podemos presentar a José Ángel Cuevas, sin considerar el significado de vivir el antes y el después del Golpe de Estado de 1973. Instante que resquebrajó los anhelos de miles de jóvenes en busca de un mundo más igualitario –y material histórico si se quiere decir—, en contraposición al mercantilismo actual. El cura Valente expresa El trauma del 11 en verso: “La razón que me parece más verosímil es ésta: bajo el trauma del 11 no pocos poetas de oposición -democrática o violenta- gritan, gesticulan, juzgan, amenazan; en suma, dramatizan, lo cual es muy explicable desde el punto de vista psicológico y político, pero fácilmente desfavorable desde el punto de vista de la poesía. En cambio, frente a hechos dramáticos, José Ángel Cuevas se las arregla socarronamente para no vociferar sino describir, y aun más, para no describir sino presentar (El Mercurio domingo 16 de agosto de 1987) Se observa que el crítico Valente colabora en su anhelo de evitar los gritos avasalladores sin embargo, el poeta que presentamos ha vociferado con recursos de estilo que no sólo él, sino Kiko Rojas, Tito Alvarado Gil, Beatriz, Angélica Selnik, y tantos otros quienes han sobrevivido a los militares y a la Alegría ya viene. De aquí en adelante se profundiza el spleen en la poética de Cuevas quedándose detenido para observar y mostrarnos cómo avanza el país hacia el neocolonialismo de la globalización: “El expoeta quiere reinsertarse en su pasado/ el pobre se metió a hacer profecías/ que no se cumplieron” (Cuevas 1994: 13). Ahora bien, no es la única voz que refleja la sociedad, Mauricio Redolés refleja 40 años de volteretas olímpicas como en “el vals de la tortura[1]” En el mismo sentido, en 1993, Schwenke & Nilo canta “Anda Un Pueblo”, canción que refleja el desmoronamiento del pueblo latente para dar paso al capitalismo, sin tener la menor medida reflexiva: “Anda un pueblo que quiere unirse, a la fuerza de gravedad/ Anda un pueblo desarraigado, es decir, sin tener raíz/ Anda un pueblo que se ha perdido, en la niebla de su ansiedad/ Anda un pueblo con sus heridas sin poderlas aún sanar.[2] (1993)

Cuadro Revolucionario
Situaciones ineludibles y que en este caso explican el avance de un exhablante, un exmilitante; un expoeta. Mención aparte, Bruno Serrano Ilabaca, sentado en esta mesa, que es parte de la misma revolución y con similares manifestaciones con Cuevas. El caso de Bruno, exGAP, es la de sobrevivir dentro del país roto, convivir con el sujeto en crisis que median en el intraexilio, espacio de búsqueda de un lugar en la escritura para vivir y donde hacer memoria. De esta manera, sumarse otras luchas que puedan resistir en el textoser las mismas luchas que el sujeto político luchó.

Observamos en la obra poética de Cuevas, la agonía del hombre frente a la modernidad, dicha sea de paso; la anulación de las esperanzas y la pérdida del proyecto político frente al desconcierto y paradojas del modelo liberal actual. Decepción en el territorio y de un pueblo que se ha transformado en masa convencida por el discurso oficial y publicitario. En sus versos da cuenta que ya no queda nada de pueblo, de lo colectivo, de lo humano y lo social, existe más resignación que manifestación. La mirada del pueblo queda suspendida en lo incierto, perdida entre las sombras, esta derrota deviene como resultante del avance de las fuerzas de comercialización, que se expresa en versos como: “Un pueblo vencido se merece estar a honorarios/ no tener previsión/ derecho a salud/ jubilación mínima/ un pueblo vencido no tiene derecho a nada / porque las leyes laborales les fueron requisadas y expropiadas. / Un pueblo vencido. / Sólo debe ser dócil. / Se lo merece.” (Cuevas 2012: 11)

Esta profunda decepción de la utopía derribada, la esperanza fracasada, la instalación del modelo y el posterior fortalecimiento del paradigma por parte de los examigos, del expartido y de los exmilitantes es el leitmotiv de José Ángel Cuevas en sus más de 20 obras publicadas. En ellas, hay un programa de análisis al transcurso histórico de la Alegría, al discurso menguante de “la medida de lo posible”, al carisma de Frei, al dedo hilarante de Lagos, a Bachelet, al desquicio republicano de Piñera y a Bachelet de nuevo. “Los vencedores vencieron al pueblo  unido/ El pueblo no luchó ese día (hubiera sido una masacre) los vencedores usaron a las ffaa” (Cuevas 2012: 84)

El choque cultural y el cambio de perspectiva entre el exiliado interior y el retornado desde las Europas, se muestra claramente en “Adiós muchedumbres” (1989), en donde el exiliado interior toma consciencia del profundo cambio del sujeto retornado, quien trae un escuálido progreso proveniente de las Europas, un modelo distinto cuando pregonaba en los cordones industriales: “Se echan un par de tallas/ hablan de almejas y corvinas/ de un supuesto Chile profundo pregunta el retornado/ el europeo/ cómo pude haber sido amigo de este concha de su madre/ dice B” (Cuevas 2005: 32)

A partir de allí, el que fue poeta, el que soñó con una sociedad más justa e igualitaria, pasó a ser la voz del colectivo quienes quedaron definitivamente en medio del desamparo y abandonados a sus nostalgias en el bar más cercano: “Nadie está tan solo/ como para no tener siempre/ a sus grandes amigos / del tiempo De La Subversión Generalizada (la derrota política.)” (Cuevas 1997:10)

Su propuesta es la voz de miles de albañiles, kiosqueros, profesores, mineros, costureras, empleados quienes participaron en el proyecto socialista, aferrándose al sueño del que fue y pudo ser, y más allá de la gesta de los mil días, fueron ellos, quienes se quedaron en el país a vivir la dictadura para luego sucumbir a la Alegría, abandonados a su suerte y expresados en versos como: “Gente que ha caído en una profunda depresión/ se perdieron como cuadros revolucionarios / al interior de sus mundos / ríos espesos y negros /duermen / duermen y no quieren despertar / o al revés sufren insomnios agudos.” (Cuevas 1997: 15)

Serán estos mismos cuadros revolucionarios diezmados por sus excorrelegionarios quienes darán cuenta “DE UN SUEÑO QUE SE DEBE RECORDAR” (Cuevas 2012: 65), porque a medida que la sociedad se individualiza, viven en sus autos cuadrados y sin casa, van olvidando, van mirando hacia arriba y no hacia atrás, no existe esperanza, no recordar ese pasado que constantemente se come la cola, y se aprende y se entiende menos “porque es así/ hay personas que ya no creen en Nada” (Cuevas 2012: 131)

Para concluir, cabe mencionar, cómo la voz del expoeta se anticipó a la actual crisis de credibilidad y de manejo político, hoy los exconcertacionistas perdieron, finalmente, su último bastión, los recuerdos de su épica (tortura, exilio, etc) al mendigarle al yerno de Pinochet. Más allá de lo que dictamine la justicia, es un apocalipsis político. Que se vayan todos en una frase en el aire, lo cual reviste un peligro. A río revuelto ganancia de pescadores. Y los pescadores son siempre los mismos, nosotros el pueblo somos los peces chicos.

Comuníquese, archívese, publíquese.


Bibliografía.
·         Cuevas, José Ángel. 1994. Proyecto de País. América del Sur Ediciones, Santiago de Chile.
·         Cuevas, José Ángel. 1997. Poesía de la Comisión Liquidadora. Lom Ediciones, Santiago de Chile.
·         Cuevas, José Ángel. 2005. Restaurant Chile (Antología 1979-2005) La Calabaza del Diablo Editorial, Santiago de Chile.
·         Cuevas, José Ángel. 2012. Poesía del American Bar. Hebra Editorial, Valparaíso, Chile.
·         Cuevas, José Ángel. 2012. Maquinaria Chile y otras escenas de poesía política. Lom Ediciones, Santiago de Chile.




[1] Mauricio Redolés. 2001. Track 11 “Vals de la tortura” Disco: Work In Progress.
[2] Schwenke & Nilo Vol. V. Track 7, “Anda Un Pueblo”