jueves, 31 de agosto de 2017

COLUMNA: Schwenke y Nilo, o la resistencia cultural del sur

Tras la muerte de Nelson Schwenke el 22 de junio de 2012, se han suscitado múltiples homenajes en Valdivia, Quillota y Santiago. En todos ellos, es inevitable rememorar los inicios de Schwenke y Nilo, desde 1979, en Valdivia.

Durante los ochentas, Nelson Schwenke entra a estudiar Antropología y Marcelo Nilo, pedagogía en Educación Musical en la Universidad Austral de Chile. En el trajín de la generación quebrada por el golpe militar, se integra Clemente Riedemann, quien sale de la tortura a manos de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) e ingresa a la Universidad a estudiar Antropología. Estos hechos no son fortuitos, están situados en contexto con la dictadura y la imperiosa necesidad de la juventud por superar el toque de queda y ejercer la libertad de expresión. 


Es en el Sur de Chile donde emerge Schwenke & Nilo, pero no fue un grupo aislado sino que el contexto generacional posibilita la aparición del dúo. La existencia de colectivos artísticos que dialogaban críticamente, la vinculación de una u otra manera en un territorio geográfico acotado (X Región de los Lagos y actual XIV Región de Los Ríos), el compañerismo y la solidaridad en estos años de emergencia son algunas características propias de la escena y que se vinculan con lo realizado en años anteriores. En 1964 aparece el Grupo Trilce, durante los ochenta destacan los artistas visuales del Grupo 7, los talleres literarios Aumen; Matra, el Taller Murciélago; Chaicura; Índice, solo por nombrar a algunos. Es importante destacar que esta generación congregada para con el objetivo de construir resistencia frente a los horrores de la dictadura, convergió en Valdivia desde varios lugares del país y muchos de ellos continúan realizando labores creativas y de estudios, ya sea en literatura, artes visuales, edición, música y los DD.HH.
Si bien en Santiago se habla de apagón cultural y del emblemático Café del Cerro, durante aquella época en Valdivia las manifestaciones artísticas eran escasas y coartadas por las autoridades ligadas a la dictadura: los conciertos eran boicoteados por avisos de bomba, hubo exposiciones de artistas visuales que se realizaron en el sótano de la Municipalidad, y el Rector designado destituía académicos y estudiantes que participaban de eventos culturales dentro de la UACh.
Hoy en día sucede algo muy similar. La dictadura neoliberal invisibiliza expresiones culturales, y aquellas que absorbe pertenecen a construcciones que están dentro del perfil de mediatización de la cultura televisiva, ya sea como la cultura entretenida que se basa el contenido reduccionista y produciendo la cultura del desecho, promoviendo un discurso crítico nulo y vacío.

Antes de irse a Santiago, Schwenke & Nilo graban el cassette Elegía por la muerte del chancho (1980), concierto realizado en el ofertorio de la Iglesia Católica de calle Picarte, Valdivia. El respaldo de dicha institución se puede apreciar en fotografías y comentarios realizados por Marcelo Nilo en el documental El sentido de la vida rescatando del olvido nombres que los acompañan en conciertos como Gladys Briceño en chelo, Iván Briceño en teclados, Raimundo Garrido en percusión, Jorge Vio en sonido, Claudio Miranda en viola, Roberto ‘galo’ Arroyo en violín y Clemente Riedemann en las letras, junto a los poetas Sergio Mansilla y Jermaín Flores. También aparecen nombres como Jaime Vivanco, Jaime ‘Chino’ Vásquez, saxofonista y flautista, estos últimos vinculados al Grupo Fulano.

Afiche: Roberto 'galo' Arroyo
Clemente Riedemann señala en el libro El viaje de Schwenke & Nilo: “Entre enero y abril de 1980, trabajamos diría, presionados solo por nuestro propio entusiasmo. Produjimos alrededor de una quincena de canciones de las cuales Nelson y Marcelo seleccionaron doce. El concierto Elegía por la muerte del chancho lo presentamos a fines de abril en un escenario improvisado sobre mesas en el ofertorio de una Iglesia Católica ubicada en calle Picarte. La dirección de asuntos estudiantiles de la UACh nos había quitado, en la víspera, la autorización para celebrar el recital en el interior del campus. El censor político de turno dijo que las canciones eran ‘muy tristes’” (14).

En Santiago, Schwenke y Nilo participan del segundo Festival de la Agrupación Cultural Universitaria (ACU), en el Teatro Caupolicán a fines de 1979. La grata recepción por parte del público del tema “El Viaje” los incita a continuar trabajando con mayor ahínco. En 1983, obtienen el premio Alerce con el tema “Lluvias del sur”. El sello discográfico Alerce, que trabaja con todos los artistas del Canto Nuevo, permite la grabación y distribución de siete discos entre 1983 y 2004, además del DVD recopilatorio Schwenke & Nilo, 30 años, registros de un viaje[1].
Con nueve discos y varias colaboraciones con el Canto Nuevo y la Trova Nacional, Nelson Schwenke y Marcelo Nilo son sin duda uno de los referentes musicales más importantes del Sur de Chile. A través de sus letras, representan no sólo la historia valdiviana de la segunda mitad del siglo XX, sino además el cotidiano vivir de las comunidades sureñas, ligadas a la conversación y al encuentro en torno al calor de la estufa, en permanente convivencia con el mate y las sopaipillas en las casas, dando cuenta de territorios económicamente explotados y fetichizados por quienes invaden durante las vacaciones dichas estancias.
Pese al deceso de Nelson, Schwenke & Nilo se mantiene vigente en los escenarios del país, al margen de los registros televisivos y protegidos con la ternura de los amigos. Continúan tocando en centros culturales y espacios comunitarios como lo han hecho desde siempre.




[1] Schwenke & Nilo Volumen 1 (Alerce, 1983); Schwenke & Nilo Volumen 2 (Alerce, 1986); Schwenke & Nilo Volumen 3 (Alerce, 1988); Schwenke & Nilo Volumen 4 (Alerce, 1990); Schwenke & Nilo Volumen 5 (Alerce, 1993); Schwenke & Nilo Volumen 6 (Alerce. 1997), 20 años. Crónicas de un viaje (Alerce, 2000). Por último, el disco Schwenke & Nilo Volumen 8 (Fondart, 2004)


Crítica Literaria: Historia secreta de Chile III

Historia secreta de Chile III
Jorge Baradit (Valparaíso, 1969)
Penguin Random House Ediciones, 2017.
192 Páginas.

Por Gonzalo Schwenke

La historia chilena está diseñada por los vencedores y por las élites, los que instalan el mito de país en la enseñanza escolar y que está determinada por los intereses propios de clase. La apertura a otras formas de pensamiento es reciente y la intervención en la educación es gradual, esto debido a que los historiadores hacen suya la metodología de investigar, analizar y describir más que proceder a narrar desde sensacional y lo dramático. En tanto, el docente de Historia, Geografía y Ciencias Sociales debe pasar los contenidos en 320 horas anuales.
En relación a la primera entrega de Historia secreta de Chile, el libro problematiza el origen de los símbolos nacionales, corolario de universos esotéricos, y señala que el control político se ejerce desde la penumbra. Mientras en el segundo, el cuestionamiento es hacia la Institución y la enseñanza: la formación del Estado y sus líderes. En la tercera parte, predomina el imaginario de los olvidados o minorías vinculadas con la extrañeza de situaciones relatadas, estas con menos espesor literario que los cuentos de terror de Poe, esto es así, porque se busca una impresión inmediata y obvia, en vez de generar un ambiente que los defina y una prosa rotunda.
El primero de los nueve capítulos que contiene el volumen está situado en la celebración católica del ocho de diciembre de 1863, que significa el fin del mes de María y la distinción de lo masculino y lo femenino en la tierra bajo la tutela del orden celestial. Con la misma voz efectista, lleno de pirotecnia y de cuentacuentos al igual que los libros anteriores, muestra el espectáculo del horror, morbo y religiosidad, por el incendio de la Iglesia de la Compañía de Jesús.
La construcción de los párrafos muchas veces es ambigua, “al igual que la sintaxis y lo semántico” pero cumple con lo mínimo: el intento de disimular la condición burguesa con otros estratos para exhibir los efectos de la convivencia con la masa iletrada. Dicho esto, en secciones se utilizan nombres propios de manera aislada sin ahondar en lo particular del sujeto enunciado, como es el caso de la mención de Ramona Solar o los juicios del arzobispo Raimundo Zisternas, entre otros. Por consiguiente, las erratas son cuantiosas y superan la bibliografía mencionada.
La pésima asimilación de representaciones del pasado y objetos utilitarios modernos, dispuestos en la imagen de la portada de Gabriela Mistral, son transmitidos por la cultura burguesa recientemente impulsada y que encuentran la satisfacción de copiar con variaciones, dejando de lado el trasfondo intelectual. En el mismo sentido, en el capítulo de la autora intervenida, la escritora Marguerite Yourcenar afirma que “la burda curiosidad por la anécdota biográfica es un rasgo de nuestra época, decuplicado por los métodos de una prensa y de unos media que se dirigen a un público que cada vez sabe leer menos.”
Como hemos señalado anteriormente, Jorge Baradit es diseñador y escritor, y emplea la crónica con una escritura de oratoria y paternalista puesto que rinde una antología que agrupa historias para lectores no iniciados, lo que muchas veces no alcanza a desarrollar en plenitud por lo que intenta subsanar por otros medios.
Historia secreta de Chile no plantea transmitir elementos distintos a la historia, sino pensada en la búsqueda de un impacto en beneficio de la industria cultural. De este modo, promover la discusión sobre la historia es la excusa necesaria para alimentar a los lectores, porque ellos no son partícipes de las discusiones sino el objeto de cálculo de la maquinaria correspondiente. Por lo tanto, el gesto de la industria disfrazado de cultura entretenida no es más que la manera de ejecutar la formación de una nueva conciencia de los consumidores. No por nada se ha recurrido a la producción televisiva donde amplía lo que no puede desarrollar en las crónicas.