miércoles, 15 de noviembre de 2017

Crítica Literaria: Los elementos (2017)

Los elementos, voces y asedios al grupo Congreso (2017)
Rodrigo Pincheira Albrecht (1955)
Nuevos Territorio Ediciones, 2017.
206 páginas.


Por Gonzalo Schwenke

Profesor y Crítico Literario.

El segundo volumen sobre música popular de Rodrigo Pincheira (1955) Los elementos: voces y asedios al grupo Congreso (2017), recorre el trabajo creativo y la memoria de una de las agrupaciones más importantes de la segunda mitad del siglo XX. El ejemplar de doscientas páginas está dividido en tres partes: una rápida biografía de ocho planas que comprende cerca de cincuenta años, trece entrevistas a integrantes que son y han sido parte de la banda que es el grueso del libro. Además de cinco ensayos que permite abordan teóricamente la música de Congreso.
De acuerdo al autor, en el ejemplar se rescatan cuatro motivos que ordenan la larga duración del conjunto. Primero, la amistad construida en la confianza, distraerse jugando a la pelota o la vida en común; segundo, el constante trabajo manifestado en largas horas de ensayo; tercero, la capacidad de innovar y dejar atrás la música de fácil ejecución; y cuarto, la fusión latinoamericana comprendida en la experimentación de sonidos, la improvisación desde el jazz, la mezcla de ritmos y armonías mapuche como lo escenifica el quinto track “hijo del diluvio” del disco Viaje por la cresta del mundo (1981). Es por esto que, una de las valías que posicionan a la banda es la persistente transformación, la búsqueda y la complejidad de distintas sonoridades, es decir, evitar la comodidad que significa la repetición de formas, los que a diferencia de artistas masivos o tributos a…, que convergen con la identidad propia en el circuito huyendo del éxito ficticio y comercial. En tanto, una de las causas del grado de la ausencia de reconocimiento popular es que la industria le gusta lo estable, lo seguro, por lo que es incapaz de absorber las indagaciones musicales del grupo debido al permanente tránsito, movilidad y dinámica en la esfera musical.
Los músicos reconocen que el lugar que habita, la ruta de Quilpué y Valparaíso, ha posibilitado generar una identidad en común. Distinguida y posibilitada, porque las personas están relacionadas con el mar. En este sentido, la condición de puerto, esa localidad de tránsito proporciona la multiplicidad musical como el bolero, el mambo, la cumbia, el vals peruano, la cueca, la música andina, entre otros estilos tradicionales fuera del espacio comercial.
Una de las tesis que señala Pincheira es el origen del rock chileno, la que estaría fundada en Valparaíso y no en Concepción, ya que a partir de 1956 aparecen grupos de rockandroll en la ciudad del puerto como los William Reb y Los Rock Kings y en 1962, Blue Splendor. Los que, a su vez, son parte de una camada de bandas que fueron influenciadas por los ingleses The Beatles y The Shadows. Por cercanía geográfica y coetánea, Los Jaivas emergen en Viña del mar en el año 1963 acompañando fiestas con música tropical. Enseguida ellos comienzan a articular una identidad particular a través del sentido de comunidad, improvisando y mezclando sonidos latinoamericanos. Esto quedaría grabado en el disco El volantín (1971).

La ausencia de las letras sobre la impronta de Congreso en parte se completa con Los elementos. Este volumen da importancia al territorio como lugar de origen de la música popular chilena a través de las voces de los protagonistas, quienes desde la perspectiva histórica apuntan el transito histórico, la identidad generada, la movilización discursiva, las influencias y las ansias de reinventarse cada vez que lanzan un nuevo disco.

lunes, 6 de noviembre de 2017

Crítica Literaria: La muerte se desnuda en La Habana (2017)

La muerte se desnuda en La Habana
Hernán Rivera Letelier (Talca, 1950)
Alfaguara, 2017.
177 páginas.


Por Gonzalo Schwenke

Profesor y Crítico Literario.


 La propuesta de Hernán Rivera Letelier en el mundo del policial tiene varios pasos en falso, mucho de mercado y poca literatura sustancial. Luego de La muerte es una vieja historia (2015), La muerte tiene olor a Pachulí (2016), el autor cierra la trilogía del Tira Gutiérrez y la hermana Tegualda en La muerte se desnuda en La Habana (2017) con resultados correspondientes para el ranking de libros más vendidos, allí donde escasamente hay buena narrativa.
En esta ocasión el Tira Recaredo Gutiérrez y la hermana Tegualda son contratados por Julio Parson, uno de los controladores de Antofagasta a través de las empresas mineras, quien busca a su hijo Theodore Parson (hijo único y de veinte años), que fue enviado a estudiar cine a Cuba pero que al poco tiempo se le pierde el rastro porque se le acusa de asesinato y canibalismo contra una prostituta de la isla caribeña.
La visión de los protagonistas por los caminos de La Habana y Varadero representa la cultura consumista chilena, una total vacuidad. De modo similar al turista que visita Chiloé,  se separa el paisaje de la construcción histórica que le ha llevado hasta aquel lugar. Es decir,  los ambientes son exhibidos, en apariencia, de modo fascinante pero sin trasfondo, porque en realidad apenas se hace mención de ellos.
Mientras la narrativa de Rivera Letelier se deleita empalagosamente con el paisaje, abunda la obsesión sobre el cuerpo femenino como mero objeto de placer. No es casualidad que las prostitutas desempeñen este rol en toda la obra. En tanto, a los protagonistas no les va mejor. Estos han variado poco con respecto a las entregas anteriores. El Tira Gutierrez profita de un pasado esplendor que no volverá, y el viaje al exterior en nada amplía su perspectiva el hecho de conocer otro país, sino que fortalece las mismas formas de relación con los demás, por lo que la evolución del personaje es insuficiente y plana. Mientras tanto, la hermana Tegualda, de mayor capacidad operativa, se distiende aunque sin quitar de sí el Evangelio, y logra asimilar escuetamente las vicisitudes de la aventura donde participa de manera activa. Este tipo de vínculos serán decidores en el cierre total de la novela, ya que da la impresión de estar comprometida desde el inicio de la trilogía.

Toda la construcción de La muerte se desnuda en La Habana (2017) resulta débil y está expuesta en la incapacidad del Tira Gutiérrez para formar parte del género, lejos de los modelos de la literatura detectivesca como Conan Doyle o Agatha Christie, donde prima la observación, la reflexión y la deducción que resuelve casos enmarañados. En esta tercera entrega, el problema del caso es resuelto con la sagacidad de quien se encuentra una moneda en el piso. Todo está dado y es cosa de indagar bajo el mantel para resolver el caso. El presente volumen viene a confirmar el paso en falso del escritor en género el policial.