lunes, 19 de septiembre de 2016

Crítica Literaria: “Señoritas en Toma” (2016)

“Señoritas en Toma”
Un colegio de monjas en la revolución pingüina.
Valeria Barahona (1988)
Emergencia Narrativa Ediciones, 2016.
125 Páginas.

Por Gonzalo Schwenke

Foto: Google imágenes.


A pesar del alto impacto que produjo en la sociedad chilena la denominada Revolución Pingüina del 2006, la narrativa chilena no se ha hecho cargo de manera sustancial del relato de aquellos días y, en consecuencia, la problematización de dicho movimiento y de sus alcances hasta la actualidad no ha sido abordada adecuadamente. En ese contexto, y tras cumplirse 10 años de las marchas y tomas de colegios con que los estudiantes secundarios movilizados exigieron mejoras a la educación pública, la novela Señoritas en Toma (Emergencia Narrativa, 2016) se vale de dicho acontecimiento como pretexto para contar la historia de un grupo de niñas que se rebelan a su instrucción para el matrimonio. Es así que, a partir del tópico de la rebeldía juvenil, se ponen en marcha las acciones que dan curso a la narración, caracterizada por la lucha de estas adolescentes por salir de la zona de protección familiar sin renunciar a sus privilegios de clase, esto es, sublevarse al viejo orden pero sin cuestionar su origen social.

Mariana de Jesús, hija de padres de clase acomodada, cursa el último año en un colegio católico para mujeres de Santiago, en el que vive el día a día entre la enseñanza casi monástica del bordado, avemarías y las fiestas desenfrenadas. Ella asumirá la voz femenina de su generación y, junto a sus compañeras, adherirá al movimiento estudiantil: participarán de manifestaciones y se plegarán a las tomas de liceos junto a Felipe –hijo de la empleada de una familia vecina–, quien dará enfoque al momento histórico que viven, develando otras realidades que darán pie para la emergencia de una mayor consciencia social y de género.

A lo largo de la obra observamos en distintos niveles choques culturales de diversa índole, como el enfrentamiento entre lo nuevo y lo añejo, la lucha de clases, el empoderamiento femenino frente a la dominación masculina y la institución versus la calle. En todos estos casos, las protagonistas recurren a la desobediencia para aparecer a la vanguardia, haciendo suyas las luchas reivindicativas que más les acomodan desde su lugar de privilegio y enfrentándose a un enemigo presente pero estático.

Cabe subrayar que en la generación a la que pertenece la protagonista predomina la valía de los apellidos, de la pertenencia a un determinado grupo social, donde los Urrutia, los Ojeda, los Aylwin, los Aldunate, los Müller, etc., son la norma. En cambio, Felipe se diferencia del resto porque es hijo de la empleada de casa de la familia García. Él sostendrá su condición de mero sujeto durante la mayor parte de la novela y sólo saldrá a colación su apellido cuando asuma un rol más protagónico en función de lo económico. En ese mismo orden de cosas, la palabra “nana” es una etiqueta peyorativa útil para quienes desean establecer una línea de separación entre los propios y los otros, es decir, la exclusión de personas que no pertenecen a su mismo escalafón social: “las nanas columpiaban a tres niñas desencajadas de la risa” (114).

Mariana de Jesús, en su ampliación del mundo y enfrentada a lo establecido, carece de profundidad discursiva, ya que permanentemente está analizando desde lo masculino al resto de sus congéneres, lo que anula cualquier discurso de liberación: “teníamos como patrimonio común un séquito de pequeñas cinturas delineadas sin error, salvo la de O’Ryan, cuya hermosa cara le permitía equilibrar con gracia ese par de centímetros de más en el borde del calzón” (17).

Durante la novela predomina lo secuencial: una escritura llana que evidencia con urgencia la necesidad de recursos estilísticos y narrativos que generen las condiciones textuales para el despliegue de una mayor profundidad reflexiva sobre lo político-social desde las nuevas generaciones, quienes subvierten y amplían el campo de discusión distanciándose de la norma pero también sabiendo cómo utilizar este elemento para su propio beneficio. El debut literario de Barahona tiene su fortaleza en abordar la historia reciente del país. Sin embargo, la chatura reflexiva a lo largo de la narración y su pura apariencia de avanzada frente a un antagonista anacrónico, le quita solidez a un texto oportunista en que su portada el color amarillo es más representativo de su contenido.


miércoles, 7 de septiembre de 2016

Crítica Literaria: Réplicas

PENSAMIENTO PÚBLICO[1]

Por Gonzalo Schwenke


Foto: Google imágenes.


Réplicas: Escritos sobre literatura, arte y política(2016) es un conjunto de ensayos, columnas de opinión y papers académicos escritos por Diamela Eltit (1947). La autora de “Lumpérica (1983), que destaca por una narrativa compleja pero de alta calidad, se sitúa a una orilla del circuito literario nacional con el propósito de intervenir en la vorágine del sistema, abordando temas contingentes que ponen en el centro un país estructurado a partir del control cultural de los poderes fácticos. Como era de esperar, este último libro sigue esa misma línea.


El volumen está organizado a partir de símbolos del mundo indígena, tales como “el murciélago”, “el huemul”, “el canelo”, “la nutria”, “el erizo marino”, “el ciruelillo” y “el Martín pescador”, es decir, relatos kawéskar que representan la flora y fauna como signo de la producción desde el margen, lo negado y lo mutilado. Estos textos han sido recopilados por el lingüista Óscar Aguilera e interpretados por la autora en un texto publicado en el Chile de 1986. Al respecto, Nelly Richard afirma que “el relato kawéskar proyecta a lo largo de sus páginas una obstinada genealogía de lo extraviado que acosa como fantasma al presente y su actualidad liviana, removiendo capas de lejanía y asombro, de culpas y remordimientos”.


En sus siete secciones, se despliega un análisis contundente sobre literatura, arte y política, en el que transitan una gran variedad de artistas, teóricos y personajes como Mistral, Lispector, Droguett, Rojas, Parra, Fuentes, Joyce, Beckett, Perlongher, “Las Yeguas del Apocalipsis”, Nelly Richard, Julio Ortega, etc., en un afán dialógico y, al mismo tiempo, de disponer una lectura ajena a la tradición literaria.


Uno de los capítulos más llamativos es “el erizo marino”,  compuesto por una serie de artículos cuyo objetivo es comprender sucesos nacionales como la figura de Camila Vallejos y su liderazgo en el movimiento estudiantil; Roxana Miranda y su pertenencia a la marginalidad de base, discriminada por las élites. Estas vindicaciones por parte de la autora traen a la memoria las demostraciones de fuerza en 1983, las que tenían como propósito desestabilizar el régimen cívico-militar hasta que en los noventas la Concertación las anula. En la misma sección aparecen Karadima, los hackers y sus esfuerzos por liberar el espacio cibernético, la crónica del mapuche y su espacio sistemáticamente violentado por el neoliberalismo, la manipulación del imaginario infantil en el “Cisarro”, etc. En ese sentido, cabe destacar que Eltit propone a modo de resistencia una nueva forma de producir pensamiento como respuesta, por ejemplo, a la utilización de los discursos oficiales para construir una representación anacrónica de Gabriela Mistral y su obra, poniendo un velo sobre su faceta más rebelde y reduciéndola a la imagen inofensiva de la poeta de la “naturaleza y religiosidad”, a manera de pegatinas en los vagones del Metro de Santiago.

 
Lanzamiento "Réplicas". Diamela Eltit, Dra. Nelly Richard y Dra. Patricia Espinosa. Foto. Gonzalo Schwenke
Con un sostenido espesor teórico, esta pensadora pública se instala en el medio para repensar los acontecimientos políticos y literarios, no mediante la imposición del género y la tradición –los que debiesen integrar nuevas categorías de falacias–, sino con una perspectiva lúcida, fresca y brillante, frente a la batería de frivolidades mediáticas que destacan en los diarios por sus análisis predecibles, básicos, y reiterativos hasta en su retórica.

Un libro que coloca en juego una serie de problemáticas dando densidad a su argumento, ampliando el acotado espectro cultural nacional, aquél que se caracteriza por el cóctel y la ausencia de disenso para generar la propia réplica a la Réplica. Precisamente, valiéndose de tácticas de visibilización que ofrece el duopolio editorial, la autora subvierte discursos estáticos mediante planteamientos que integran tanto al lector común como al especializado, y a su propia situación de género.




[1]Diamela Eltit. Réplicas: Escritos sobre literatura, arte y política. Santiago de Chile, editorial Planeta, 2016, 400 p.