miércoles, 26 de octubre de 2016

Gabriel Salazar: “Si no imponemos nosotros las políticas que queremos estas cosas seguirán igual”


Por Gonzalo Schwenke

"El verdadero problema de fondo es tener poder", afirmó.

          Santiago de Chile.- En el marco de la inauguración de la feria del libro (FILSA) en la Estación Mapocho, Gabriel Salazar valoró la presencia de México como invitado de honor afirmando que es “un país que respeta su identidad cultural”. El historiador aprovechó la ocasión para reflexionar acerca del valor del libro como objeto de respeto transversal frente a las autoridades de Cultura Ernesto Ottone; e Educación, Adriana Delpiano, y Alejandro Melo, presidente de la Cámara Chilena del Libro. También presenciaron su discurso, intelectuales invitados como Faride Zerán, Ángeles Mastretta, Héctor Aguilar Camín, Jaime Quezada, Graciela Huinao, entre otros. Además de personajes del mundo del libro; editores, lectores y estudiantes.

            En diálogo con Estampida, Gabriel Salazar afirmó que: “se ha reflejado poco los derechos humanos en el libro (…) Los DD.HH se han trabajado mucho en Chile como violación de derecho, el derecho en sí no sirve de nada si no tenemos poder, el verdadero problema de fondo es tener poder. No derecho. El derecho se viola el poder es más difícil. Es sobre esa perspectiva se ha trabajado muy poco y se ha publicado poco porque mucha denuncia de violaciones concreta para acusar a los asesinos, pero no se ha trabajo la perspectiva de los DD.HH. como objeto de propuesta, como ejercicio de poder”.

Al ser consultado sobre su perspectiva por la marcha contra la violencia de género realizada el 19 de octubre en todo el país, el Premio Nacional de Historia 2006, puso énfasis en la nula respuesta por parte del gobierno y parlamento para legislar sobre el tema, e instó a la población a utilizar su fuerza en los espacios de deliberación nacional: “el movimiento femenino no actúa en términos de poder sino impone sus políticas y sus propuestas, más que derecho de su poder. Todo esto que haga el gobierno son puros gestos, palabras de buena crianza, pero el problema no se resuelve.”

Así mismo, comparó la masiva convocatoria con la constante petición de rebajar el I.V.A. al costo del libro sosteniendo que es el único país del mundo que tiene esto: “al igual que el ministro de cultura dijo muchas cosas, ¿y por qué no quita el impuesto al libro?”

“Si no imponemos nosotros las políticas que queremos estas cosas seguirán igual”, sentenció.

Tras un breve recorrido por los distintos pabellones patente la ausencia de libros sobre los DD.HH. se hace patente en una feria donde predomina la literatura de cocina, el autoayuda, los booktubers, el esoterismo y los best sellers. FILSA se prolongará hasta el 6 de noviembre.

lunes, 24 de octubre de 2016

Crítica literaria: "El lugar sin límites" (1984)

El lugar sin límites
José Donoso (Santiago de Chile, 1924-1996)
Bruguera Ediciones, 1984.
207 Páginas. (4ta. Edición)


Por Gonzalo Schwenke


Una de las obras destacadas de la generación del 50’ es El lugar sin límites (1967), escrita por José Donoso (Santiago de Chile, 1924-1996). Esta novela narra la decadencia del capitalismo en Estación El Olivo, un pueblo ubicado en las cercanías de Talca. En aquella localidad hubo un tiempo de esplendor producto del desarrollo industrial, pero el brillo del dinero comienza a esfumarse a causa de algunas decisiones políticas. El pueblo no interesa para el progreso del país: “Las noticias que trajo don Alejo Cruz fueron malas: no iban a electrificar el pueblo”. (29)

La historia se desarrolla principalmente en el burdel de la Japonesita, adonde llegan hombres buscando la resaca del carnaval frente al aburrimiento de sus vidas diarias. Mientras tanto, Don Alejo, latifundista y político, promete una carretera y la electrificación de la ciudad para su reelección, lo que nunca cumplirá.

En otro nivel del texto, emerge una inversión de la heteronorma, de lo sentimental basado en relaciones de poder, es decir, una distorsión del acto sexual a través del concepto de entrega de amor para con el otro y determinado por intereses políticos. En los tiempos de gloria del burdel, Don Alejo y la Japonesa Grande apostaron la mitad del burdel a si esta última lograba tener relaciones sexuales con Manuela, de nombre real: Manuel González. De esa inocente jugada, nació la Japonesita, quien años después llevará el mando del prostíbulo.

El conflicto principal surge tras el regreso de Pancho Vega, quien había huido del pueblo debido al gran alboroto que provocó el año anterior tras violentar el burdel, golpeando a Manuela y a la Japonesita. Manuela, pese a los permanentes excesos y agresiones que ha sufrido, revela que ha ocultado por años su amor por Pancho. Así, la máxima tensión se produce cuando ella intenta besar a Pancho, lo que provoca una reacción violenta por parte de éste.

Predomina el estilo indirecto libre, donde el narrador omnisciente hace suyas las palabras de los personajes para abordar de mejor manera la historia, que paralelamente es una mirada totalizadora porque todo lo domina y en ocasiones se identifica con ellos: “Faltaba media hora para la misa. Media hora inofensiva, despojada de toda tensión por las noticias de la Nelly: ni un camión, ni un auto en todo el pueblo. Claro, fue sueño. No recordaba siquiera quién le vino a contar el cuento. Y los perros. No tenían por qué andar sueltos en la viña en este tiempo, cuando ya no quedaba ni un racimo que robarse. Bueno”. (9) De esta manera, el relato parte in media res (en este caso, no lineal). El pasado es parte de las decisiones de un cotidiano que interfiere en los significados de procedencia, tales como el origen de la Japonesita o la relación entre Don Alejo y Pancho.


Los personajes son dinámicos y evolutivos, porque van adquiriendo rasgos sicológicos a medida que avanza en la obra: Don Alejo pasa de benefactor a un ser ruin, miserable y sin escrúpulos; Pancho, de hombre honesto y noble, a violento y extremadamente machista; en tanto, la degradación física y espiritual de Manuela se homologa con el declive de la casa y, por ende, del pueblo.

La obra destaca por la minuciosidad con que representa las provincias en franca decadencia, situando lo marginal como el centro de una ciudad conservadora y en un estado de enclaustramiento fóbico, donde se desarrolla la violencia y la política en personajes dotados de dinamismo, quienes finalmente canjean los roles establecidos en apuesta por el poder.

domingo, 23 de octubre de 2016

Crítica literaria: “Antecedentes del advenedizo”

Casa Grande
Luis Orrego Luco (Santiago, 1866-1948) 
Ayacucho Ediciones, 2005.
320 Páginas.

Por Gonzalo Schwenke


En 1908 se publica Casa Grande, novela de Luis Orrego Luco (1866-1948) que retrata a la oligarquía chilena de aquella época y que causó revuelo mediático debido a que “escenifica” las tradiciones de aquel grupo social. El lujo, los títulos de nobleza y las ansias de asimilarse a todo aquello que proviniera de la cultura francesa –considerada por esos años, antes de la I Guerra Mundial, como modelo de elegancia y sofisticación–, son exhibidos por la pluma del autor de Memorias del tiempo viejo.

La novela instala al lector en el Santiago de principios del siglo XX, poniendo su foco en el matrimonio entre Ángel Heredia y Gabriela Sandoval y la tentativa de divorcio entre estos dos personajes que representan el modelo de la clase alta. De esta manera, a poco avanzar aparecerán los conflictos amorosos que serán el comidillo de la sociedad, mientras el clérigo Correa, con el fin de hacer respetar los votos eclesiásticos, mediará para restaurar la relación. Sin embargo, luego de la promesa de una buena vida nueva como pareja, la historia devendrá en un trágico final.

El narrador contempla la incipiente ciudad de Santiago, que por aquellos años se extendía desde el Cerro Santa Lucía hacia el Oriente, hasta la calle San Martín hacia el Poniente, y desde el Parque Forestal a la Alameda de Las Delicias en el eje norte-sur. Interpreta y concibe la urbe de acuerdo a los determinismos sociales o de clase, económicos y geográficos que predominan en ese período.

Asimismo, la observación fría del entorno juega un rol fundamental en consideración al objetivo de retratar el modo de pensar de una sociedad chilena plutócrata, que mira con orgullo la historia nacional (legado del español conquistador) y que, de paso, prescinde de lo indígena.

Es más, en Casa Grande destaca particularmente por su omisión de los sectores marginales, proletarios, artesanos y profesionales. Esta puesta en escena situará al cronista en la cúspide del escalafón social validada por ser parte de la antigua aristocracia, pues sería una especie de detentador de la verdad en la que evidencia los males de la sociedad, su sociedad en el texto. Precisamente, es el medio social el que modifica la interpretación de los hechos, como se observa en las expresiones de Gabriela y el estilo de vida que lleva: “Gabriela, junto con el sentimiento instintivo de superioridad social, templado por su bondad y su modestia ingénitas, había recibido educación refinada, hablaba francés como parisiense, era música y tenía hábitos de lujo de princesa, que todo lo pide sin averiguar nunca precios” (11).

La obra de Orrego Luco suscribe al movimiento naturalista, que tiene como máximo exponente al francés Émile Zola. La influencia de esta corriente se hace patente en Casa Grande en aspectos como la falta de albedrío, la injerencia de la Iglesia en el divorcio entre Ángel Heredia y Gabriela Sandoval, la crítica social hacia su propio origen, la descripción de los personajes y otros elementos específicos de la trama. Cabe consignar también el influjo del darwinismo en su concepción de la raza blanca-europea como superior a otras. El encarcelamiento y traslado de indígenas para mostrarlos al público o la esclavitud por color de piel, son ejemplos de ello.

Por otro lado, una serie de marcas en la narración dan cuenta de una exaltación de la historia reciente como un pasado glorioso: “ciudad de Santiago, un tanto sacudida de su apatía colonial en la noche clásica de regocijo de las viejas ciudades españolas” (5), que se explica en la falsa vanagloria de un pueblo elegido y que desea su salvación adquiriendo el molde europeo: “la multitud admiraba los trajes elegantes y los sombreros de paja adornados de plumas por algún modista parisiense” (8)


La particular mirada acerca del lujo, el determinismo de herencia y de raza, y lo frívolo, permiten develar el arribismo degradatorio que ha caracterizado históricamente a la alta sociedad chilena y leer esta novela como un libro referente de la siutiquería actual dentro de la literatura decimonónica de molde francés.

domingo, 16 de octubre de 2016

Crítica Literaria: "Labios Ardientes" (2016)

“Labios Ardientes”
Emilio Ramón (Santiago, 1984)
Santiago-Ander Ediciones, 2016.
118 Páginas.

Por Gonzalo Schwenke



Labios Ardientes (2016), la opera prima de Emilio Ramón (1984), es una novela basada en abismos y superioridad moral desde lo degradado y que en su estructura tradicional destaca por la minimización de recursos de estilo.

En las primeras páginas, el autor deja entrever cómo vendrá el nudo y el lector se cuestiona si hacia el final de la novela el protagonista logrará salir del abismo en el que ha sumido su cotidiano. Nada nuevo bajo el sol. En adelante, serán incontables las exhibiciones hedónicas del narrador. Éstas serán presentadas con igual relieve al mérito de ser un estudiante destacado durante la educación media que está preparado para las exigencias de la vida universitaria y las obligaciones económicas que se imponen para estudiar dirección de cine y televisión.

Pablo Tapia emigra a la capital con el fin de convertirse en cineasta, pero al poco tiempo debe congelar la carrera debido a las estrecheces económicas. Empieza a buscar empleo y encuentra uno como cuidador de un cine porno. En tal situación y a diferencia de la mayoría de los escritores de Santiago, el protagonista observa una ciudad donde lo que resalta es la pobreza y la marginación social, lejos —incluso— de la preemergencia ambiental y de la maquinaria trabajadora que recorre las calles durante el día. De esta manera se configura un entorno de degradación social: “Y caminar por el centro de noche es un espectáculo digno de ver. Santiago parece otra ciudad, como si las alcantarillas se tragaran al ciudadano diurno de traje y corbata y vomitara a las putas, a los locos y a los angustiados, a los vagabundos y a los deformes.” (10)

En aquel cine, el administrador del local, don Marcelo, apodado “el Gorila”, quien representa la decadencia de su negocio, le solicita a sus empleados hacer turnos dobles. Esto significa no sólo operar el local sino también satisfacer sexualmente a su mujer Gloria, una exprostituta ninfómana que su marido complace en todos sus caprichos.

El argumento de la obra coincide con la aparición de Natalia, una clienta habitual que llega a reemplazar al recién fallecido Claudio González (cortador de boletos y amante de las pistolas), muerto por propia mano. Esta circunstancia provocará que Natalia participe con una inesperada preponderancia en la vida y en el departamento de Pablo, revelando su cotidiano y su forma de ver la vida, donde ninguna relación humana debe tener importancia sino sacar el máximo provecho de las personas: “me doy cuenta de que todo el rollo del velorio no es por la comida o el vino, sino para conocer a paltones con una buena billetera y llevárselos a la cama.” (51)           

Pablo Tapia es un perdedor y un misógino irremediable con delirios de grandeza. Su odio hacia las mujeres —basado en el permanente recuerdo de los reproches de su expolola durante la universidad—lo utiliza como motor para demostrar que él ha avanzado en la vida y ha logrado algo. De igual manera, apela a la creencia de la superioridad de género, es decir, la mujer como ser inferior; mucho más si la categoría de mujer subyace en una trabajadora sexual: “Intento pensar en otra cosa, pero no puedo, y se me viene a la cabeza la idea de la venganza, de hacer algo que la haga sentir más abajo que yo, algo que la avergüence.” (82) Sin embargo, continúa en el mismo sitio, estancado, sin ánimos de salir. Es más, regularmente piensa que su única salida es el suicidio. Igualmente, reparará en su amistad con Natalia, pero pese a que le genera más problemas que amores, asume que le conviene que ella transite por su departamento para convencerse a sí mismo de que ha avanzado en la vida, aun cuando su situación haya pasado de la soledad y la desdicha a una amistad por conveniencia no sexual: “Y la prefiero cerca. Cerca y a la vez absolutamente inalcanzable y dejándome caer a la mierda una vez más. Como la vida misma.” (53)

En resumen, la narración busca recurrentemente plasmar la superioridad de un sujeto sobre otro, de lamerse las heridas de un pasado que no se puede subsanar. Esta moralina pechoña, miserable, de confort, nunca en riesgo, escurridiza y conservadora, es la misma que revela una trama floja, sin saltos temporales, y una escritura de primero medio. Si la obra es la visión de mundo de un autor que exhibe una sociedad machista y pueril, me quiero bajar del vagón.