sábado, 24 de octubre de 2020

Crítica literaria: Amantes de cartón (2019)

 


Crítica libro: escapes sobre el cemento.

Un trabajo incipiente realiza Víctor Hugo Ortega (Malloco, 1982), periodista de formación que ha publicado en editoriales artesanales chilenas como los poemarios Latinos del sur (Hojas Rudas editorial, 2017) y Amantes de cartón (Vísceras editorial, 2019). Mientras que, en narrativa aparecen los libros: Al Pacino estuvo en Malloco (2012), Elogio del Maracanazo (2013), Relatos huachos (2015) y Las canciones que mi madre me enseñó (2016). Algunos son autoediciones, otros han sido publicados en otros países, y luego, se han convertido en lanzamientos locales. Sin embargo, surge el problema de la cantidad de copias que son tan reducidas que muchas veces son posicionamiento estratégico.

Amantes de cartón (Vísceras ediciones, 2019) es el segundo poemario de Ortega. Este es un breve ejemplar que contiene un lenguaje prosaico, en la que se configura la desesperanza, la rabia, el desazón, el proceso de desamor y la necesidad de vaciar aquellos lugares de la memoria donde están los recuerdos de un amor furtivo, todavía transparente y carente de ambiciones. Y toda esa conmoción que nos produce la finalización de relaciones sentimentales.

Tal como señala un verso de Gonzalo Rojas: “La sombra es lo que el cuerpo deja de su memoria”, en esta búsqueda de gajos, se explícita de manera concreta las calles de Santiago Centro, las bancas, las casas antiguas, los completos, las escapadas a otras ciudades o a los bares, los que están sujetos a registros.

En este estado de ánimo (que va de camino hacia el tropiezo de un tipo de realidad grisácea), la metáfora del cartón parodiada en sí misma, representa una condición pasajera, muchas veces utilitaria y pocas veces, con la capacidad para transformarse en algo sustentable en el tiempo. Así lo expresa el poema “la preocupación por el futuro”: “le pusimos cabeza y dinamitamos el amor,/ ¿habrá sido amor?/ o el color era demasiado/ o de tanto que nos gustaba la historia/ nos enamoramos de esta historia/ que el futuro dilapidó/ cuando comenzamos a urgirnos/ por tu economía y la mía” (24-25).

Por otro lado, se hace alusiones intratextuales con el canon. En “un país de cartón” que emula al “hombre imaginario” de Nicanor Parra, pero como la cadencia y la estructura existe previamente, dicho texto pasa a ser un buen ejercicio de taller literario. De igual modo, el poema contiene zonas críticas visibles como el aeropuerto de cartón, el gobierno de cartón, la familia tradicional de cartón y amores de cartón. Y, bajo este prisma que hace mella sobre el doble faz que somos, pareciese que lo singular es el cielo azulado. Es decir, la naturaleza se constituye como libertad. Asimismo, como buen poeta, recurre de manera insistente a las anáforas, especialmente en “nuestras truculencias”, mas no siendo la única técnica.

El problema de la localización del amor y desesperanza pertenece a ciertos poetas que colocan el acento de situar Santiago para Santiago graficando de manera locuaz el ombliguismo imperante. Este punto podría ser mayormente aceptable en narrativa. Por el contrario, aquí el texto no logra sacudirse del campo literal debido a que es superior a la capacidad del hablante de presentar una voz reflexiva y madura en los intersticios que da el motivo lírico. Amantes de cartón es un buen texto elemental donde es necesario avanzar hacia mayores lecturas que no sean las de bares.

 

Amantes de cartón.

Víctor Hugo Ortega. Vísceras ediciones, 2019, 52 páginas.


martes, 6 de octubre de 2020

Crítica literaria: María cuñada mía (2019)

 

Declaración jurada.

 Publicado en El Desconcierto, sección Tipos móviles.

De vez en cuando, aparecen escritores con respaldo editorial que sacan novelas cortas o cuentos largos, los que tienen diseños rimbombantes, para hacer currículum vitae y con la ambición de desarrollar carrera en lugares que dicten Escritura Creativa. Ojalá en Nueva York y obteniendo financiamiento de fondos estatales. La fórmula está comprobada y dicha práctica, dejando atrás la calidad literaria, se ha normalidad.

María cuñada mía (Laurel, 2019) de Joannes Lillo (Santiago, 1989), lo compré en la última “Primavera del Libro” del Parque Bustamante y llamó la atención por las cuarenta y cuatro páginas que contenía, las que se diferenciaban del catálogo de la editorial. En el libro no hay ningún dato sobre el autor, pero en la página de la editorial se menciona que este cuento ha sido premiado por los Juegos Literarios Gabriela Mistral (2015) y está incluido en un plan mayor. Es necesario mencionar que previamente, el autor sacó Diario flaite de un vampiro (Catalonia, 2017).

Este pequeño volumen, que parece una declaración jurada bien podría ser utilizada para ejemplificar el nivel de habla que se trabaja en la educación media: el habla vulgar, el registro informal, el lenguaje coprolálico y marginal. Es decir, lo que dura un ejemplo y motivar a algún incauto alumno para algún ejercicio de taller para soltar la mano. Y recoger este lenguaje no significa que vayas a ser vanguardista, si tienes sistema clásico.

El protagonista es un estudiante despreocupado de los estudios, que no trabaja, que vive hacinado y enamorado de María, expareja de su hermano. Ella vive sola, en una precaria situación, afectada por el fallecimiento de su segundo hijo y acosada por el antagonista. El resto son personajes que poco aportan a la historia. Como leemos, está presente el triángulo narrativo. De hecho, si aplicamos el espacio físico, este solo aparece si funciona en el contexto, no se molestarían en darle oportunidad. Asimismo, los personajes son presentados a través de sus acciones y demuestra que los sujetos son planos.

De lo anterior, es interesante como las canciones de radio están impregnadas en las personas. Esto, porque si te dispones a leer este relato con el tema musical “dejaría todo” de Chayanne, podremos darnos cuenta que sigue cerca del mismo ritmo. Un método de conquista en la que amor romántico es utilitario, servil y anodino, puesto que, no existe proyección en común. Lo que podría ser soñado, no es más que nuevas formas de conquista de un niño preocupado por perder la virginidad, mantener vigilia y con marcas de psicosis hacia una persona atormentada por la pérdida en un ambiente complicado.

Diario flaite de un vampiro es un libro que tiene el doble de páginas y que no he leído. Sin embargo, la visión de mundo de María cuñada mía es tradicional y el protagonista heteronormado pretende ser el héroe de su protegida en un entorno popular marginal. Para ser una segunda obra, esta es para el olvido.

 

María cuñada mía.

Joannes Lillo

Laurel ediciones, 2019, 44 páginas.

Crítica literaria: Sólo la noche


 


La noche sin arrullar.

 Publicado en Izquierda Diario Argentina: http://www.laizquierdadiario.com/Solo-la-noche-resena-de-un-libro-de-John-Williams

John Williams (Texas 1922 - Arkansas 1994) es un texano que ofició de periodista en radios y periódicos. Tras el ataque a Pearl Harbor se alistó en el ejército para combatir en la segunda guerra mundial donde alcanzó el rango de sargento. Para 1948, publica esta novela y al año siguiente un volumen de poemas. Se convirtió en profesor universitario y doctor en literatura siendo parte del programa de Escritura Creativa de la Universidad de Denver. Es reconocido por la excelente Stoner, obra que ha tomado lento reconocimiento.

Solo la noche es el primer volumen del mencionado autor, reeditado por la editorial argentina, Fiordo. En este volumen de 144 páginas, el joven Arthur Maxley desarrolla su vida con relativa normalidad en medio del alcohol, sueños taciturnos y los libros. Así, una mañana soleada intenta despejarse por el parque, pero desiste prontamente. A su regreso, la mucama Judy hace entrega de la carta de su padre, Hollis en la que señala, con un tono de novedad e impersonalidad, los viajes de negocios sudamericanos, el apoyo económico enviado con el abogado y el lugar donde se hospeda: el imponente hotel Regency de San Francisco. La pronta reunión no hará más que desencajar la endeble estabilidad del protagonista, provocando que traiga la memoria, la circunstancia de la pérdida de la madre para comprender el presente.

La novela está compuesta con sutileza y claridad. El retorno del padre, que toca la fibra más íntima de Arthur, no es más que parte del trágico desenlace. La memoria y su función toman relieve en este rescate y olvido: “Pensó en cosas que no debía pensar, recordó lo que debía olvidar” (19 p.). Estos recuerdos ausentes, no definidos y ocultos delimitan la profundidad del desconsuelo. Es decir, si la memoria está determinada por las formas en que nos relacionamos, la triada suele ser una asimetría social, política y económica, porque no hay independencia del abandono paterno. Por lo que, estos antecedentes están vigentes en la trama. De igual modo, la evocación es un torbellino de bajada: la añoranza de un tranquilo Boston y lo agradable del campus universitario durante el proceso de admisión, la figura “menudo, y hermoso, enfundado en el vestido blanco que a él tanto le gustaba” (115), lo transportan hacia una rememoración virulenta, en que el temprano enfrentamiento de los padres repercutió en la vida del personaje hasta la necesidad de recurrir a especialistas. No hay vuelta atrás, cuando se han destapado los rangos de acción del progenitor, ni menos un sosiego, y sin embargo, el tormento es mutuo.

Solo la noche es una novela psicológica en la que los miedos amenazan el cotidiano como una fuerza imperturbable que remece la identidad y trastoca los sentidos para llegar a la verdad. No por nada, una de las paradojas resolutivas es encontrar ese recuerdo olvidado en el alto entretenimiento del club nocturno mientras comparte Maxley y la desconocida, Claire.

Sólo la noche. John Williams. Fiordo ediciones, 2019, 144 páginas.

 

Gonzalo Schwenke

Crítico literario, Valdivia, 2020.

Crítica literaria: HD (2018)


 

No hay futuro en el sur profundo

 Publicado en El Mostrador Cultura.

HD (Pez Espiral, 2018) es el tercer libro de poemas de Óscar Petrel (Puerto Montt, 1981), quien es músico, profesor y amigo de sus amigos en el circuito literario.

El volumen es un proyecto que señala los niveles en la que la macroindustria se ha instalado con cercos de alambradas, y donde el capitalismo globalizado es la política nacional impregnada de cotidiano. De todas maneras, el hablante se sitúa en la ciudad de Puerto Montt con una lírica breve, llana, de extensión reducida como el epigrama o el haiku, pero más ligada a las imágenes de la realidad que la utilización de la retórica..

El registro fotográfico del paisaje de día y el de noche, que lo cierra, es la representación de lugares donde los que viven en las urbes creen idílicos: un paraíso de paz, tranquilidad y armonía. Sin embargo, en este trasfondo están los desechos. En efecto, no hay mayor complejo de ironía y de horror que la travesía de químicos salmoneros en el poema “navegando el futuro” en la que la alimentación orgánica termina, a modo de elipsis, en nuestra dieta. Práctica que ocurre en aquel territorio salmonero. Nada más propio que lo definido: “El Lago Llanquihue registra/ zonas máximas de coliformes fecales./ Puerto Varas, por ejemplo, supera/16 veces la norma permitida” (25), y nada más real que el paisaje del neoextractivismo como las montañas de astillas que se trasladan a las industrias chinas.

De igual forma, se registran préstamos de norma y habla dubitativos en el que no cierra lo coloquial en la expresión formal: “¿Te hai dado cuenta/ que los hielos de la piscola/ ahora se derriten más rápido?” (32), o incomprensiblemente se utiliza normativamente el signo de interrogación, no así en las exclamaciones. Lo que más que un gesto político, es una falta, porque en otros versos están regulados.

La ciudad de Puerto Montt no es que destaque en su paisaje. Los puertos sobresalen por la fealdad como símbolo de progreso. Aspecto que el hablante da cuenta de la precariedad estética personificada en la reventa de huevos, los paraderos sureños que son realizados económicamente por empresas de arquitectos santiaguinos y “los monos feos”, entre otros. Además, la configuración las relaciones es una cuestión de pragmática económica como el Colegio de orden Jesuita a la que pertenece el Papa Francisco que no se condice con las altas mensualidades para la permanencia del o la estudiante. Asimismo, la diferencia entre el Colegio Alemán y la Escuela Alemania. Características en la que Valdivia y dicha ciudad las hacen bastante similares.

En el último segmento, llamado “materialidad de la sangre”, abundan poemas cortos (tanta abundancia parece norma en aquellos parajes) donde resaltan discursos de ficción y no de autoficción. En esta fracción, se ha alcanzado la máxima decadencia previamente a un desastre no anunciada. En perspectiva distópica, no tiene la visual tremendista, sino que es parte de lo habitual y se materializa en el continuo intercambio del plástico que interviene en cada nivel de subsistencia. En esta dimensión, no hay revuelta, ni revolución que predomine, el tono destaca por el declive.

El proyecto poético de dimensionar la problemática ambiental que está alejada de los propósitos comunes, es decir una expresión del género donde las relaciones económicas son incoherentes entre el ser humano y el ambiente, lo que sucede en poblaciones imbuidas en macropolíticas-económicas de extractivismo salvaje. En consecuencia, HD es un libro donde su estructura es irregular quedando desnivelado en la primera parte, lo que no se condice con la última parte donde el trabajo es más claro y mejor encaminado. En todo caso, para los propósitos de la Escuela de Ecocrítica, en defensa del paisaje, es suficiente.

 

HD

Oscar Petrel

Pez Espiral ediciones, 2018, 98 páginas.

 

Gonzalo Schwenke

Crítico literario, Valdivia, 2020.

Crítica literaria: Santo Oficio (2020)


 

Notas necrológicas.

En el último tiempo, Rosabetty Muñoz (Ancud, 1960) ha pasado por una proliferación de su trabajo poético con la publicación de dos libros nuevos: Ligia (LOM, 2019) y Técnicas  para cegar a los peces (UV, 2019). En estas obras hay voces de las comunidades y oficios a la deriva, características de una isla asediada por el extractivismo salvaje europeo donde reside la profesora de castellano. Posteriormente viene el salto a las editoriales grandes con la impresión de la antología Misión Circular (Lumen, 2020).

En Santo Oficio (UDP, 2020) la poeta transita de reflexionar lo colectivo a la primera persona. En 101 páginas, esta “yo” femenina enfatiza la decadencia de la materia. Ya sea en las cicatrices del embarazo o la piel con estrías, solo hay un tránsito uniforme: “una piel escamada anuncia la descomposición de todo, hasta la fe”. Es un proceso enajenante que en la que los vestigios de la carne envejecida invade hasta lo biológico, lo orgánico y lo corporal, hacia la corrupción mortuoria.

En estos 46 poemas, la hablante expresa el liso y llano descenso hacia el deceso, y en esta inminencia las referencias son mucho más explícitas e intensas. Me refiero a que esta propuesta no es un giro en lo que venía realizando la autora, sino un síntoma paralelo y que muchas veces se entrecruza con lo colectivo. Por ejemplo, en Ratada (2005) existe una forma de trabajo donde lo árido, lo angustiante y la afirmación de lo corriente sobre una localidad perdida en el sur patagónico es un atajo sobre la pureza de la muerte: aquellos espacios llenos de cicatrices, dolores tenues y pieles marchitas es mucho más común de lo que parece.

Esta obra está lejos del erotismo y de momentos de placer, tampoco esperemos la superación de este trance, apenas su conformidad: “Goces privados/abismo que se amplía/ en lugar de colmarse. /Sumergidos en las carnes/ siempre se trata de amor/ de sentirse amado”. Aquí solo encontraremos notas necrológicas acerca de la infinita espera de la muerte que se presenta cotidianamente.

Otro aspecto relevante, es la consideración de la isla de Chiloé como un lugar de alta creencia religiosa, manifestada en antiguos templos y el cumplimiento de los rituales anuales. De modo que la alusión a la carne mórbida que forma parte de este gran banquete para los gusanos significa que es un objeto tangible, localizable y que cumple con las instrucciones “Piam et constantem” de 1963 de la Iglesia Católica: otorgarle cristiana sepultura a los fallecidos. En un contexto donde sabemos que este país, los cuerpos de los DD.DD todavía no se encuentran y existe una alevosía en continuar ocultándolos, siendo que los perpetradores parecen ser creyentes en Dios.

Santo Oficio es un libro compacto y conciso –hay poemas de un solo verso y sus extensiones pueden ser comparados con los epigramas–. Ahora bien, se evidencia una letanía en la que emerge la extrañeza por el cuerpo que se habita, y en esta infeliz sentencia cohabita en el fondo del pasillo una pequeña memoria: la edad de oro y los vástagos.

Santo oficio.

Rosabetty Muñoz. UDP ediciones, 2020, 101 páginas.