jueves, 7 de diciembre de 2017

Crítica Literaria: “El Cristo gitano” o la misión era matar.

El Cristo Gitano, 2016
Nicolás Cruz Valdivieso (1981)
Emergencia Narrativa Ediciones.

230 páginas.
Por Gonzalo Schwenke (1989).

Las políticas de la postdictadura como el consenso para asegurar la estabilidad de la democracia y establecer los alcances de la justicia a través de las instituciones han derivado en la memoria rígida y oficial, mientras que la memoria subterránea ha sido relegada, pero cada cierto tiempo pone en crisis los discursos para exigir Verdad y Justicia. De dichas políticas gubernamentales han promovido una sociedad individualista y liquidada por el consumo del mercado neoliberal.

El Cristo gitano (2016) de Nicolás Cruz Valdivieso, relata la historia de Ezequiel, un niño huérfano y líder de la banda de alumnos en el colegio —“Los narices negras”—, educado por los curas católicos en un internado alrededor de 1940. Posteriormente, huye después de castrar a un compañero, y debe sobrevivir en la ciudad de la manera más precaria y cruda. Aquí bien podría hacerse el paralelo con las primeras páginas de la novela El roto, de Joaquín Edwards Bello, por la miseria y la necesidad de los niños que deben robar para subsistir en la urbe. De esta manera, el protagonista vivirá en el cementerio gitano (aledaño al Cementerio General) donde la población lo reconoce como el Cristo porque en el cuaderno llamado “Archivo de las almas” describe las almas de quienes van a morir en aquel lugar. Este mismo objeto permitirá que los agentes de la dictadura lo lleven al centro de tortura Villa Raulí, donde Ezequiel conocerá al despreciable Búho, delator y torturador que esconde un pasado que los une.
En los diez capítulos y 230 páginas de El Cristo gitano, se conjugan el realismo sucio y el hiperrealismo. El narrador testigo actúa como cronista, para elaborar un relato donde nada está de adorno. Aquí están presentes los acontecimientos, en imágenes concretas y breves, sin mayores descripciones, o el diálogo directo para otorgar un alto grado de verosimilitud a los hechos más horrendos.
Por otro lado, la violencia y la orfandad de Ezequiel, desde la enseñanza en el Internado Católico de la Nación hasta el placer por la tortura en Villa Raulí, son parte de la temática del dolor que cruza todo el volumen. Estos dos aspectos se desarrollan sin faramallas mortuorias y donde el morbo alcanza un alto nivel político, ya que ante la negación constante o las formalidades respetuosas en torno a la memoria, el autor expone en dos capítulos continuos —“Los árboles enfermos” y “El artista de la desgracia”— los métodos de tortura, donde se produce la sororidad de las prisioneras más experimentadas hacia las nuevas: “Deben pelear por neutralizar las voces que el dolor y la humillación siembran en sus mentes. Tapar con aullidos las voces de los torturadores y las propias voces que van quebrando el espíritu, hundiéndolas en la culpa, el asco y la autocompasión (124)”. El diálogo y el afecto se hacen imprescindibles en estos escenarios cruentos. De este modo, la resistencia va tomando color en medio del horror y los métodos más duros de tortura, como la violación, quemar la piel, la utilización de perros y ratones para romper órganos genitales y electrocutar en áreas blandas a mujeres.
Esta novela instala la idea de que Chile es un largo territorio lleno de cuerpos que fueron violentados de manera sistemática. Luego, subyacen los distintos dilemas y complejidades de las circunstancias en el campo del horror: la delación de la flaca Alejandra después de pasar por la tortura, la necesidad de exhibir el morbo mortuorio para comprobar los hechos, el robo de guaguas a los perseguidos para ser adoctrinadas. Toda esta estructura del dolor no tiene como fin buscar una solución o una escritura catártica, sino evidenciar la definitiva derrota de los sacrificados y reflexionar sobre el pasado.
El ahogamiento, la dependencia, la humillación, coartan cualquier ápice de libertad o de justicia: “Al primero lo acribillaron por la espalda, después de obligarlo a correr. El segundo tenía problemas mentales y lo mataron a punta de culatazos por no poder estar con las manos atrás del cuerpo y la frente apoyada contra la pared, como un soldado le ordenaba (77).” Así, el silencio y el recuerdo de las sensaciones más cálidas de los prisioneros son parte de esta resistencia al operativo sistemático de aniquilar al enemigo.
El protagonista se hace fundamental dentro de Villa Raulí. No solo es un personaje, es la interpelación a la sociedad chilena traumatizada y liquidada: “‘No puedes olvidar’, se repite, con el corazón inflamado, concentrado en grabar cada una de las letras, unir ficha y cara, cara y ficha, hasta que sean una sola cosa en la hoja en blanco de su mente (…) ‘¿Qué será de ellos si olvidas?’, se repite Ezequiel” (78). El acto de recordar permite un sitio de encuentro frente a cuerpos cercenados, mutilados y desaparecidos. Por lo que los sobrevivientes son aquella parte del sentido que el pasado contiene y los testimonios son parte de la historia nacional que se hace presente todos los días.

El Cristo gitano, construido en terrenos de la ficción, la historia y la memoria, presenta una voz cronista que subvierte los discursos institucionales, colocando en relieve el origen del trauma y las complejidades de la derrota durante la dictadura. Nicolás Cruz Valdivieso no se instala en la numerología de la economía pujante, sino en la causa del trauma, en el imaginario social que actualmente está tapado por luces de neón y crédito para comprar el pan.

Crítica Literaria: Changüitad (2016) o las postales del sur

Changüitad
Sergio Mansilla (Achao, 1958)
Ofqui Ediciones, 2016.
91 páginas.



Por Gonzalo Schwenke

Profesor y Crítico Literario.

Dos son los talleres literarios que durante la década del setenta agrupó a escritores presentes en Chiloé: el taller Aumén (Castro, 1975) y el taller Chaicura (Ancud, 1976). Estas reuniones efectuadas durante la dictadura cívico militar permitieron el trabajo reflexivo de una generación de literatos que han puesto en valor la identidad y la cultura chilota de aquella zona que ha resistido culturalmente a la ideología neoliberal en tanto territorio aislado de lo continental.
El poemario Changuitad (2016) está dividido en seis capítulos donde convergen versos, prosa poética y crónicas, situándose en el sur de Chile y generando la problemática de estar arraigado en territorios alejados de las vicisitudes de la metrópoli. La poética de Mansilla dialoga con la poesía de Jorge Teillier, porque en algún momento las poéticas coinciden en la búsqueda del regreso al pasado o lugar de origen para recobrar la memoria.
El volumen lírico tiene por objeto el mito del eterno retorno que consiste en la posibilidad de revivir aquel momento que ha sido vivenciado y que luego el viajero lleva en la memoria que le permitirá regresar al lugar de pertenencia de manera ficticia. Por lo que el retorno no existe menos en los términos que se esperan: “Debo llevar mi casa y mi tierra/ de infancia/ en lo más íntimo de mis venas, / debo ocultar lejanías indescifrables/ mi espacio de lluvias surcado/ de barcos y relámpagos” (13). Esto deriva en el más profundo anhelo por volver a la casa. En dicho deseo predomina el fracaso, ya que no se vislumbra futuro, por lo que el recuerdo se ha fosilizado: “La realidad no fue como la recordamos. Nada es como creemos que es. Por eso me gustaría volver al país de la infancia, en Changüitad, ese país que recuerdo” (69). La condición de nostalgia —que es a su vez el desgarro— la podemos observar en la poesía lárica, donde se evidencia la permanente necesidad de reapropiarse del pasado, pero el hablante de Changüitad no se queda solamente en lo lárico sino que desarrolla un discurso crítico ante el despojo y la explotación frente a la globalización.
Situada geográficamente en la isla grande de Chiloé, la cultura chilota que contiene un relato mestizo, que transita entre lo mítico, lo religioso y lo histórico, ha fundado una autonomía frente a lo urbano/continental, pero que se ha visto imposibilitada de construir una independencia regionalista en la isla grande. Dicho abandono ha permitido que las políticas neoliberales exploten a destajo los bosques, las playas y los mares. Así se señala al inicio del poemario: “En medio de la niebla/ oímos/ el murmurar de las playas, ahora empobrecidas, / saqueadas, cerradas con alambres de púas/ por Transnacionales” (15). Entonces, retomar el pasado configura un acto de resistencia frente a los cambios que se producen y que el mercado domina.
El hablante, cronista de un tránsito histórico, deja constancia de la gente que habita en las islas, muchas de ellas pertenecientes a clases sociales medias bajas y en estado de decadencia: “el mundo está más derruido que antes; eso se percibe en los dientes carcomidos que asoman en la sonrisa de los años olvidados” (72). De igual modo se hace mención a lugares, momentos y encuentros con personas connotadas, los que sirven de anécdotas y que desnivelan el propósito del poemario. Por el contrario, resulta más provechoso los diálogos intertextuales con canciones populares y tradicionales desde el vals chilote “Los remeros de Compu” hasta el prólogo con alusión a Henry Miller, los poemas de José Pablo Quevedo, Albert Camus, Fernando Pessoa, el poema “Itaca” de Constantino Kavafis, Homero, Rolando Cárdenas, entre otros.

Changüitad tiene desniveles en la conformación del poemario, los que radica en contraponer los poemas y las crónicas que poco representan a la propuesta del libro. Una de las grietas de este trabajo es el acto de hacer memoria a modo de rebeldía y de conservación de identidad, situación que conlleva museificar la experiencia, dando como resultado postales antropológicas del sur. Sin embargo, la óptica del cronista es siempre volver a ese territorio, elevando recuerdos y discursos ante el despojo de la globalización.

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Crítica Literaria: Los elementos (2017)

Los elementos, voces y asedios al grupo Congreso (2017)
Rodrigo Pincheira Albrecht (1955)
Nuevos Territorio Ediciones, 2017.
206 páginas.


Por Gonzalo Schwenke

Profesor y Crítico Literario.

El segundo volumen sobre música popular de Rodrigo Pincheira (1955) Los elementos: voces y asedios al grupo Congreso (2017), recorre el trabajo creativo y la memoria de una de las agrupaciones más importantes de la segunda mitad del siglo XX. El ejemplar de doscientas páginas está dividido en tres partes: una rápida biografía de ocho planas que comprende cerca de cincuenta años, trece entrevistas a integrantes que son y han sido parte de la banda que es el grueso del libro. Además de cinco ensayos que permite abordan teóricamente la música de Congreso.
De acuerdo al autor, en el ejemplar se rescatan cuatro motivos que ordenan la larga duración del conjunto. Primero, la amistad construida en la confianza, distraerse jugando a la pelota o la vida en común; segundo, el constante trabajo manifestado en largas horas de ensayo; tercero, la capacidad de innovar y dejar atrás la música de fácil ejecución; y cuarto, la fusión latinoamericana comprendida en la experimentación de sonidos, la improvisación desde el jazz, la mezcla de ritmos y armonías mapuche como lo escenifica el quinto track “hijo del diluvio” del disco Viaje por la cresta del mundo (1981). Es por esto que, una de las valías que posicionan a la banda es la persistente transformación, la búsqueda y la complejidad de distintas sonoridades, es decir, evitar la comodidad que significa la repetición de formas, los que a diferencia de artistas masivos o tributos a…, que convergen con la identidad propia en el circuito huyendo del éxito ficticio y comercial. En tanto, una de las causas del grado de la ausencia de reconocimiento popular es que la industria le gusta lo estable, lo seguro, por lo que es incapaz de absorber las indagaciones musicales del grupo debido al permanente tránsito, movilidad y dinámica en la esfera musical.
Los músicos reconocen que el lugar que habita, la ruta de Quilpué y Valparaíso, ha posibilitado generar una identidad en común. Distinguida y posibilitada, porque las personas están relacionadas con el mar. En este sentido, la condición de puerto, esa localidad de tránsito proporciona la multiplicidad musical como el bolero, el mambo, la cumbia, el vals peruano, la cueca, la música andina, entre otros estilos tradicionales fuera del espacio comercial.
Una de las tesis que señala Pincheira es el origen del rock chileno, la que estaría fundada en Valparaíso y no en Concepción, ya que a partir de 1956 aparecen grupos de rockandroll en la ciudad del puerto como los William Reb y Los Rock Kings y en 1962, Blue Splendor. Los que, a su vez, son parte de una camada de bandas que fueron influenciadas por los ingleses The Beatles y The Shadows. Por cercanía geográfica y coetánea, Los Jaivas emergen en Viña del mar en el año 1963 acompañando fiestas con música tropical. Enseguida ellos comienzan a articular una identidad particular a través del sentido de comunidad, improvisando y mezclando sonidos latinoamericanos. Esto quedaría grabado en el disco El volantín (1971).

La ausencia de las letras sobre la impronta de Congreso en parte se completa con Los elementos. Este volumen da importancia al territorio como lugar de origen de la música popular chilena a través de las voces de los protagonistas, quienes desde la perspectiva histórica apuntan el transito histórico, la identidad generada, la movilización discursiva, las influencias y las ansias de reinventarse cada vez que lanzan un nuevo disco.

lunes, 6 de noviembre de 2017

Crítica Literaria: La muerte se desnuda en La Habana (2017)

La muerte se desnuda en La Habana
Hernán Rivera Letelier (Talca, 1950)
Alfaguara, 2017.
177 páginas.


Por Gonzalo Schwenke

Profesor y Crítico Literario.


 La propuesta de Hernán Rivera Letelier en el mundo del policial tiene varios pasos en falso, mucho de mercado y poca literatura sustancial. Luego de La muerte es una vieja historia (2015), La muerte tiene olor a Pachulí (2016), el autor cierra la trilogía del Tira Gutiérrez y la hermana Tegualda en La muerte se desnuda en La Habana (2017) con resultados correspondientes para el ranking de libros más vendidos, allí donde escasamente hay buena narrativa.
En esta ocasión el Tira Recaredo Gutiérrez y la hermana Tegualda son contratados por Julio Parson, uno de los controladores de Antofagasta a través de las empresas mineras, quien busca a su hijo Theodore Parson (hijo único y de veinte años), que fue enviado a estudiar cine a Cuba pero que al poco tiempo se le pierde el rastro porque se le acusa de asesinato y canibalismo contra una prostituta de la isla caribeña.
La visión de los protagonistas por los caminos de La Habana y Varadero representa la cultura consumista chilena, una total vacuidad. De modo similar al turista que visita Chiloé,  se separa el paisaje de la construcción histórica que le ha llevado hasta aquel lugar. Es decir,  los ambientes son exhibidos, en apariencia, de modo fascinante pero sin trasfondo, porque en realidad apenas se hace mención de ellos.
Mientras la narrativa de Rivera Letelier se deleita empalagosamente con el paisaje, abunda la obsesión sobre el cuerpo femenino como mero objeto de placer. No es casualidad que las prostitutas desempeñen este rol en toda la obra. En tanto, a los protagonistas no les va mejor. Estos han variado poco con respecto a las entregas anteriores. El Tira Gutierrez profita de un pasado esplendor que no volverá, y el viaje al exterior en nada amplía su perspectiva el hecho de conocer otro país, sino que fortalece las mismas formas de relación con los demás, por lo que la evolución del personaje es insuficiente y plana. Mientras tanto, la hermana Tegualda, de mayor capacidad operativa, se distiende aunque sin quitar de sí el Evangelio, y logra asimilar escuetamente las vicisitudes de la aventura donde participa de manera activa. Este tipo de vínculos serán decidores en el cierre total de la novela, ya que da la impresión de estar comprometida desde el inicio de la trilogía.

Toda la construcción de La muerte se desnuda en La Habana (2017) resulta débil y está expuesta en la incapacidad del Tira Gutiérrez para formar parte del género, lejos de los modelos de la literatura detectivesca como Conan Doyle o Agatha Christie, donde prima la observación, la reflexión y la deducción que resuelve casos enmarañados. En esta tercera entrega, el problema del caso es resuelto con la sagacidad de quien se encuentra una moneda en el piso. Todo está dado y es cosa de indagar bajo el mantel para resolver el caso. El presente volumen viene a confirmar el paso en falso del escritor en género el policial.

jueves, 26 de octubre de 2017

Crítica Literaria: El futuro es un lugar extraño (2016)

El futuro es un lugar extraño.
Cynthia Rimsky (Santiago, 1962)
Random House Ediciones, 2016.
178 páginas.


Por Gonzalo Schwenke

La historia de los últimos cincuenta años es particularmente problemática debido a las sangrientas dictaduras impuestas en Latinoamérica, las que han fracturado sociedades en su relación con el pasado y ha conformado dando forma a un trauma que impera actualmente en la sociedad. Los múltiples procesos históricos impulsados por la revolución cubana en 1959 detonaron una serie de movimientos sociales, que derivaron en la intervención de Estados Unidos para someter al dominio capitalista los países del cono sur e instalar de manera violenta la ideología neoliberal para la globalización. En consecuencia las literaturas locales se han hecho cargo de esta coyuntura simbolizando estos daños por medio de la memoria y  tal como señala Leonor Arfuch (2014), han dado dirección a la recuperación del diálogo y sentido ético.
La sexta novela de Cynthia Rimsky (1962), el futuro es un lugar extraño (2016), da cuenta del presente de la periodista Caldini, que transcurre en el momento de crisis y la que el marido –un intelectual en franca retirada– acusa formalmente de abandono del hogar. Mientras se realiza el juicio, prospera la relación con la abogada que la defiende y paralelamente entabla diálogo con ex-presos y orgánicas políticas de resistencia, con quienes colaborará en el proceso de reconstruir el pasado, es decir, desde este olvido emergerá la extrañeza. Allí se revela el ejercicio de la periodista, quien participaba de las revueltas populares contra la dictadura de Pinochet durante 1986 y que darían paso al autoexilio en Nicaragua sin notificar a nadie.
El volumen se posiciona en el campo de la memoria, pero no de una manera rígida sino utilizando el narrador testigo y repetidos flashbacks para generar el puente entre pasado y presente. En este sentido, Beatriz Sarlo indica que el regreso no es siempre un momento liberador del recuerdo, sino un advenimiento, una captura del presente.
En el desarrollo de la obra aparecen diversos elementos que gatillan en la personaje principal volver a recordar momentos almacenados como cuadros de costumbres: “En casa de sus padres usaban atún tipo salmón para rellenar la palta reina”; acto seguido, se relata que “un verano que viajó a Chiloé a visitar a un compañero relegado por la dictadura conoció los verdaderos salmones de carne rosada”. (48) Así, múltiples situaciones cotidianas provocarán la rememoración de un pasado perdido.
De manera intratextual, el relato de los diálogos directos entre Caldini y Zanelli (que contienen rasgos biográficos) permite poner en relieve el valor del testimonio que pretende sostenerse sobre la inmediatez, como señala Beatriz Sarlo (2014), y recuperar aquello perdido por la violencia del poder.
Hay dos cosas relevantes que destacar en esta obra. Primero es, la noción de lo íntimo en tanto cotidiano a modo de construir el testimonio de forma pública, y en segundo orden, la validación de la rememoración de la experiencia y la reivindicación de una dimensión subjetiva. Dichos elementos están subordinados a la búsqueda utópica de los derechos y la verdad, como afirma Beatriz Sarlo (2014). Por lo tanto, la utopía da paso a la posibilidad de dar lenguaje al trauma, es decir, es la necesidad de contar lo vivido, relatar lo que se vive aunque sea como experiencia traumática. Aquí, el diálogo permite que Caldini construya una parte del pasado mediante varias voces y fotografía de aquellos que se quedaron en el país a resistir la dictadura en la condición de estudiantes universitarios.
En el libro encontramos los gestos de la Concertación de partidos para quitar de la sociedad rastros tangibles de los ochentas: “Durante la dictadura, para ir al paseo Bulnes era necesario rodear el altar de la patria, donde ardía la llama eterna de la libertad. En el 2005 quitaron el altar, la llama y los asientos en los que la gente tomaba un descanso”. (35) Este gesto político es apenas maquillaje, pero se mantiene en diversos símbolos todavía dolorosos al no existir la ansiada reconciliación que pasa por enfrentar la verdad. Entonces, los actos de memoria vienen a recuperar lo que en realidad no ha sido reconocido por parte de los victimarios: la tortura, el asesinato y la desaparición sistemática de personas chilenas.

El futuro es un lugar extraño coloca en valía las subjetividades y las experiencias como recuperación biográfica de los personajes, así como la historia mancomunada de una nación que no asimila la violencia y el alto grado de complicidad en todos los estamentos sociales, políticos y económicos para sostener la posición que actualmente exhiben. La incapacidad de subsanar las tropelías militares de manera eficaz hará que las reconstrucciones prevalezcan en las narrativas locales y por otro lado, la pérdida del proyecto social y la entrega impúdica del país a la nueva colonización.

miércoles, 11 de octubre de 2017

Crítica Literaria: "Receta para engendrar un varón."

Receta para engendrar un varón.
Marcos Huaiquilaf Gómez (Valdivia, 1962)
RakiZuam Ediciones, 2016.
95 páginas.
Por Gonzalo Schwenke

Este libro de cuentos está marcado por los recuerdos del pasado de los protagonistas, quienes siempre anhelaron una posibilidad mayor pero están satisfechos con lo que han obtenido, logrado a modo de cápsula en la propia cotidianidad que se ha autoimpuesto, inician una decadencia llena de nostalgia. Huaiquilaf Gómez presenta su segundo libro “Receta para engendrar un varón” (2016), marcado por el pleonasmo del pasado, pero que se valora en la justa medida de tener una prosa ordenada y cumplir con la sintaxis.
El autor utiliza voces masculinas que relatan en estos cinco cuentos, a modo de almanaque, sobre distintas mujeres que circulan en la vida de los hombres. En ellos, el narrador emplea la nostalgia, la recriminación y el desencanto en el devenir que le ha suscitado su historia, como si estuviera imposibilitado de resolver los problemas que ha tenido en relación al amor. Sobra cada personaje intenta sobrevivir a un ente superior, lo que ha provocado y acotado la posibilidad de elección sobre la dirección que pueda a tomar en sus vidas.
Si bien el tema central es el amor, en la dualidad del género hombre/mujer hay correspondencia asimétrica, pues ellas están subordinadas al orden representado en la masculinidad. Son ellos los que planifican, disponen y deciden el quehacer; ellas se mantienen en silencio, muchas veces encandiladas o enamoradas, acatando las decisiones y en lo posible no hablan ni se les otorga voz, ya que se evidencia una situación de culpabilidad, donde evitan emitir juicio para no ser castigadas. En el cuento “cuando no estabas”, dos esposas están en desacuerdo con las decisiones de los maridos: “no se atrevían a planteárselo a sus maridos ante el temor de ser calificadas de sentimentales.” (29) Posteriormente, jamás se enuncia la forma de plantear los resquemores, por lo que se deduce silencio y omisión.
En “el anillo”, dos amantes se encuentran cada martes y jueves en la misma plaza, para luego dirigirse al motel de la zona centro de Santiago. Ante todo, prefieren tener cuidado por donde transitan para no ser sorprendidos por sus respectivas familias, por lo que él se dedica a planifica los encuentros. En contrapartida, la voz de ella es temerosa y llena de culpa por el engaño cometido. Cabe destacar que la capacidad de perdonar los errores del otro radica desde lo masculino: “a su mujer podría perdonarle muchas cosas, pero no a su amante.” (23) De hecho, se establece una jerarquización en los roles de subordinación femenina: primero la condición de esposa y después, más abajo, la de amante.
El ambiente generado por esta narrativa suscita que los personajes estén sumidos en la rutina, pero satisfechos por cumplir con el trabajo de oficina, aunque parezca un acto mecánico. Esta idea de tranquilidad/estabilidad se confronta con la presencia de las nuevas generaciones que no aceptan esta pasividad laboral y están preparados para cambiar de trabajo apenas se les presente algo mejor: “La mayoría jóvenes. Yo los entiendo. Ellos quieren ascender rápido y consolidarse en el menor tiempo posible. Cinco o seis años les parece demasiado.” (68) Así, la mecanización laboral se extiende también a la existencia de los sujetos pese a representar el desencanto. No por nada, en ciertos pasajes reconocemos el perfil de Martín Santomé, personaje principal de “La tregua” de Mario Benedetti, para quien el trabajo es el centro principal de su vida y es a partir de allí donde se enlazan los demás personajes.

Finalmente, el autor genera un conjunto de cuentos que están sumidos en la rutina de oficina con un tono desesperanzador, nostálgico y esquematizado, donde toda referencia social debe estar normada y establecida para no desestabilizar la realidad de ficción que ha construido.

jueves, 31 de agosto de 2017

COLUMNA: Schwenke y Nilo, o la resistencia cultural del sur

Tras la muerte de Nelson Schwenke el 22 de junio de 2012, se han suscitado múltiples homenajes en Valdivia, Quillota y Santiago. En todos ellos, es inevitable rememorar los inicios de Schwenke y Nilo, desde 1979, en Valdivia.

Durante los ochentas, Nelson Schwenke entra a estudiar Antropología y Marcelo Nilo, pedagogía en Educación Musical en la Universidad Austral de Chile. En el trajín de la generación quebrada por el golpe militar, se integra Clemente Riedemann, quien sale de la tortura a manos de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) e ingresa a la Universidad a estudiar Antropología. Estos hechos no son fortuitos, están situados en contexto con la dictadura y la imperiosa necesidad de la juventud por superar el toque de queda y ejercer la libertad de expresión. 


Es en el Sur de Chile donde emerge Schwenke & Nilo, pero no fue un grupo aislado sino que el contexto generacional posibilita la aparición del dúo. La existencia de colectivos artísticos que dialogaban críticamente, la vinculación de una u otra manera en un territorio geográfico acotado (X Región de los Lagos y actual XIV Región de Los Ríos), el compañerismo y la solidaridad en estos años de emergencia son algunas características propias de la escena y que se vinculan con lo realizado en años anteriores. En 1964 aparece el Grupo Trilce, durante los ochenta destacan los artistas visuales del Grupo 7, los talleres literarios Aumen; Matra, el Taller Murciélago; Chaicura; Índice, solo por nombrar a algunos. Es importante destacar que esta generación congregada para con el objetivo de construir resistencia frente a los horrores de la dictadura, convergió en Valdivia desde varios lugares del país y muchos de ellos continúan realizando labores creativas y de estudios, ya sea en literatura, artes visuales, edición, música y los DD.HH.
Si bien en Santiago se habla de apagón cultural y del emblemático Café del Cerro, durante aquella época en Valdivia las manifestaciones artísticas eran escasas y coartadas por las autoridades ligadas a la dictadura: los conciertos eran boicoteados por avisos de bomba, hubo exposiciones de artistas visuales que se realizaron en el sótano de la Municipalidad, y el Rector designado destituía académicos y estudiantes que participaban de eventos culturales dentro de la UACh.
Hoy en día sucede algo muy similar. La dictadura neoliberal invisibiliza expresiones culturales, y aquellas que absorbe pertenecen a construcciones que están dentro del perfil de mediatización de la cultura televisiva, ya sea como la cultura entretenida que se basa el contenido reduccionista y produciendo la cultura del desecho, promoviendo un discurso crítico nulo y vacío.

Antes de irse a Santiago, Schwenke & Nilo graban el cassette Elegía por la muerte del chancho (1980), concierto realizado en el ofertorio de la Iglesia Católica de calle Picarte, Valdivia. El respaldo de dicha institución se puede apreciar en fotografías y comentarios realizados por Marcelo Nilo en el documental El sentido de la vida rescatando del olvido nombres que los acompañan en conciertos como Gladys Briceño en chelo, Iván Briceño en teclados, Raimundo Garrido en percusión, Jorge Vio en sonido, Claudio Miranda en viola, Roberto ‘galo’ Arroyo en violín y Clemente Riedemann en las letras, junto a los poetas Sergio Mansilla y Jermaín Flores. También aparecen nombres como Jaime Vivanco, Jaime ‘Chino’ Vásquez, saxofonista y flautista, estos últimos vinculados al Grupo Fulano.

Afiche: Roberto 'galo' Arroyo
Clemente Riedemann señala en el libro El viaje de Schwenke & Nilo: “Entre enero y abril de 1980, trabajamos diría, presionados solo por nuestro propio entusiasmo. Produjimos alrededor de una quincena de canciones de las cuales Nelson y Marcelo seleccionaron doce. El concierto Elegía por la muerte del chancho lo presentamos a fines de abril en un escenario improvisado sobre mesas en el ofertorio de una Iglesia Católica ubicada en calle Picarte. La dirección de asuntos estudiantiles de la UACh nos había quitado, en la víspera, la autorización para celebrar el recital en el interior del campus. El censor político de turno dijo que las canciones eran ‘muy tristes’” (14).

En Santiago, Schwenke y Nilo participan del segundo Festival de la Agrupación Cultural Universitaria (ACU), en el Teatro Caupolicán a fines de 1979. La grata recepción por parte del público del tema “El Viaje” los incita a continuar trabajando con mayor ahínco. En 1983, obtienen el premio Alerce con el tema “Lluvias del sur”. El sello discográfico Alerce, que trabaja con todos los artistas del Canto Nuevo, permite la grabación y distribución de siete discos entre 1983 y 2004, además del DVD recopilatorio Schwenke & Nilo, 30 años, registros de un viaje[1].
Con nueve discos y varias colaboraciones con el Canto Nuevo y la Trova Nacional, Nelson Schwenke y Marcelo Nilo son sin duda uno de los referentes musicales más importantes del Sur de Chile. A través de sus letras, representan no sólo la historia valdiviana de la segunda mitad del siglo XX, sino además el cotidiano vivir de las comunidades sureñas, ligadas a la conversación y al encuentro en torno al calor de la estufa, en permanente convivencia con el mate y las sopaipillas en las casas, dando cuenta de territorios económicamente explotados y fetichizados por quienes invaden durante las vacaciones dichas estancias.
Pese al deceso de Nelson, Schwenke & Nilo se mantiene vigente en los escenarios del país, al margen de los registros televisivos y protegidos con la ternura de los amigos. Continúan tocando en centros culturales y espacios comunitarios como lo han hecho desde siempre.




[1] Schwenke & Nilo Volumen 1 (Alerce, 1983); Schwenke & Nilo Volumen 2 (Alerce, 1986); Schwenke & Nilo Volumen 3 (Alerce, 1988); Schwenke & Nilo Volumen 4 (Alerce, 1990); Schwenke & Nilo Volumen 5 (Alerce, 1993); Schwenke & Nilo Volumen 6 (Alerce. 1997), 20 años. Crónicas de un viaje (Alerce, 2000). Por último, el disco Schwenke & Nilo Volumen 8 (Fondart, 2004)


Crítica Literaria: Historia secreta de Chile III

Historia secreta de Chile III
Jorge Baradit (Valparaíso, 1969)
Penguin Random House Ediciones, 2017.
192 Páginas.

Por Gonzalo Schwenke

La historia chilena está diseñada por los vencedores y por las élites, los que instalan el mito de país en la enseñanza escolar y que está determinada por los intereses propios de clase. La apertura a otras formas de pensamiento es reciente y la intervención en la educación es gradual, esto debido a que los historiadores hacen suya la metodología de investigar, analizar y describir más que proceder a narrar desde sensacional y lo dramático. En tanto, el docente de Historia, Geografía y Ciencias Sociales debe pasar los contenidos en 320 horas anuales.
En relación a la primera entrega de Historia secreta de Chile, el libro problematiza el origen de los símbolos nacionales, corolario de universos esotéricos, y señala que el control político se ejerce desde la penumbra. Mientras en el segundo, el cuestionamiento es hacia la Institución y la enseñanza: la formación del Estado y sus líderes. En la tercera parte, predomina el imaginario de los olvidados o minorías vinculadas con la extrañeza de situaciones relatadas, estas con menos espesor literario que los cuentos de terror de Poe, esto es así, porque se busca una impresión inmediata y obvia, en vez de generar un ambiente que los defina y una prosa rotunda.
El primero de los nueve capítulos que contiene el volumen está situado en la celebración católica del ocho de diciembre de 1863, que significa el fin del mes de María y la distinción de lo masculino y lo femenino en la tierra bajo la tutela del orden celestial. Con la misma voz efectista, lleno de pirotecnia y de cuentacuentos al igual que los libros anteriores, muestra el espectáculo del horror, morbo y religiosidad, por el incendio de la Iglesia de la Compañía de Jesús.
La construcción de los párrafos muchas veces es ambigua, “al igual que la sintaxis y lo semántico” pero cumple con lo mínimo: el intento de disimular la condición burguesa con otros estratos para exhibir los efectos de la convivencia con la masa iletrada. Dicho esto, en secciones se utilizan nombres propios de manera aislada sin ahondar en lo particular del sujeto enunciado, como es el caso de la mención de Ramona Solar o los juicios del arzobispo Raimundo Zisternas, entre otros. Por consiguiente, las erratas son cuantiosas y superan la bibliografía mencionada.
La pésima asimilación de representaciones del pasado y objetos utilitarios modernos, dispuestos en la imagen de la portada de Gabriela Mistral, son transmitidos por la cultura burguesa recientemente impulsada y que encuentran la satisfacción de copiar con variaciones, dejando de lado el trasfondo intelectual. En el mismo sentido, en el capítulo de la autora intervenida, la escritora Marguerite Yourcenar afirma que “la burda curiosidad por la anécdota biográfica es un rasgo de nuestra época, decuplicado por los métodos de una prensa y de unos media que se dirigen a un público que cada vez sabe leer menos.”
Como hemos señalado anteriormente, Jorge Baradit es diseñador y escritor, y emplea la crónica con una escritura de oratoria y paternalista puesto que rinde una antología que agrupa historias para lectores no iniciados, lo que muchas veces no alcanza a desarrollar en plenitud por lo que intenta subsanar por otros medios.
Historia secreta de Chile no plantea transmitir elementos distintos a la historia, sino pensada en la búsqueda de un impacto en beneficio de la industria cultural. De este modo, promover la discusión sobre la historia es la excusa necesaria para alimentar a los lectores, porque ellos no son partícipes de las discusiones sino el objeto de cálculo de la maquinaria correspondiente. Por lo tanto, el gesto de la industria disfrazado de cultura entretenida no es más que la manera de ejecutar la formación de una nueva conciencia de los consumidores. No por nada se ha recurrido a la producción televisiva donde amplía lo que no puede desarrollar en las crónicas.

jueves, 8 de junio de 2017

Crítica Literaria: Exijo ser un héroe

Hienas, Eduardo Plaza. Libros de Mentira Ediciones, 2016, 103 p.
Por Gonzalo Schwenke

Las dinámicas culturales del oligopolio editorial movilizan, resucitan y expanden carreras literarias bajo la lógica neoliberal. Por lo que no debiese extrañar el control cultural y de mercado ejercido en ferias extranjeras, la posterior y consecuente repercusión en el medio local llena de exitismo. Eduardo Plaza (La Serena, 1982), siendo un escritor emergente, es una muestra de lo expuesto.
En Hienas (2016), su primera publicación, los personajes de sus cuentos se despliegan principalmente en el litoral norteño del país: La Serena, Guanaqueros, Tongoy o Coquimbo. A partir de estos territorios, la obra toma distancia de otras narrativas actuales, las que exponen un paisaje próspero y de limpieza. Aquí, en cambio, se exhibe sin disimulo un escenario imperfecto y donde el subdesarrollo es una constante que se opone a los discursos de la macroeconomía supuestamente pujante y horizontal; es decir, la presencia y tránsito de piojos, ratones, la suciedad del entorno y de las industrias pesqueras, la pobreza y el horror de la tortura. Por otro lado, las características añadidas a los personajes tienen cierto mérito, ya que los sujetos están conformados en un presente sin ambiciones dentro de una atmósfera de tedio, fuera de toda solemnidad o rasgo hiperbólico, que es la receta en la que el mercado ha instalado la ficción literaria de carácter presuntuosa.
El tono melancólico y desafortunado de los sujetos que atraviesan estos relatos es la doble ausencia y resignación; esto es, la injerencia periférica pero no marginal, debido a la condición de provincia subordinada al centro y, así mismo, el continuo temple de un diario vivir sin mayores intensidades.
De hecho, en “Hienas”, el cuento que da nombre al volumen, los personajes recuerdan la infancia que los hizo pertenecer al sitio geográfico y el momento histórico determinado. Mucho de lo relatado está descrito desde sensaciones impersonales, sin mayor ápice de anhelos y subrayado por un cotidiano privado de porvenir: “Hablábamos de nuestras historias como las historias de alguien más. No éramos sino testigos de esos niños. Nosotros éramos hombres. Hombres tan lejanos de nuestros cuentos como de nuestras casas”. De esta manera, se menciona el futuro inmediato, el que está delimitado por relaciones sociales destinadas a sobrevivir y confluir a través del recuerdo del lugar y las personas.
En “Animales de compañía”, se enjuicia las movilizaciones sociales para el plebiscito de 1988, en la que se evidencia la esperanza puesta con la llegada de la democracia y que, sin embargo, este ambiente de ilusión simboliza el triunfo de la derrota y señalada por la promesa de un acontecimiento que nunca llegó.

Situado fuera de la zona de bienestar y alejado de protagonizar el destino particular, en los ocho cuentos de Hienas (2016). Se realza la insignificancia de vidas ínfimas y despoja de relevancia a los personajes, sin embargo, las existencias de no poseer talento y estar en permanente discordia, exigen fama y admiración como señala en el tema Exijo ser un héroe de los Prisioneros.

lunes, 8 de mayo de 2017

Crítica Literaria: “Cuentos del Pacífico Sur.”

Cuentos del Pacífico Sur, Yuria Soria-Galvarro. Das Kapital Ediciones, 2015, 110 p.


Por Gonzalo Schwenke

El mar es clave en el desarrollo de literaturas del borde costero en el Pacífico sur. Allí, los personajes se despliegan -muchos de ellos señalados por el signo trágico o lo fantasmagórico-, en el acto de vivir entre los canales y los fiordos australes del territorio desmembrado, sea este, Isla Wellington, Puerto Natales, Punta Arenas o Puerto Edén.
Cuentos del Pacífico Sur (2015) es la recopilación de doce cuentos de Yuri Soria-Galvarro (Cochabamba, 1968). Las historias están conformadas por sujetos desarraigados en los espacios de locación. Así, se evidencia la añoranza por el barrio, por el amor y los estudios, pero tampoco convengamos que están descomunalmente desesperados o en peligro como sugiere la fotografía de portada: “the slave ship” (1840) donde se relata pictóricamente, el naufragio de un barco de esclavos durante el periodo romántico inglés.
Los individuos están aguardando el tiempo de volver a tierra firme y donde los diálogos directos asumen mayor grado de verosimilitud a la narración. Para ellos, el mar es su entrada y/o salida y dicho horizonte conforma el ambiente de olvido o ausencia con el resto de civilización. Por lo tanto, los habitantes se disponen y subordinan al cotidiano que establece lo marítimo, ya sea en el hombre al agua en la isla Wellignton, purgatorio, miedo primitivo o cosa de suerte, mientras que continuidad de los bares y la dama y el capitán, lo fantasmagórico o lo espectral es parte central de los relatos.
En el hombre al agua en la Isla Wellington, el protagonista desembarca en el bar más próximo luego de dos semanas de navegación en el extremo austral. Allí se topará con Demetrio, un viejo marino quien lo abordará para compartir lo que sucedió una jornada mientras trabajaba en la empresa naviera de Punta Arenas. En este metarrelato centrado en la desaparición de un marino en altamar, se exhibe un narrador descuidado y donde la modernidad es símbolo de progreso para los indígenas. Quien es visto con desprecio por el chileno promedio: “los kawésqar son navegantes y buzos. Cosechan cholgas, coral rosado que venden a los turistas, (…) Igual que hace siglos, aunque ahora ya no son nómadas y viajan en lanchas a motor.” (10)
En Purgatorio, el personaje busca el refugio simbólico para encontrar cierta tranquilidad a un destino que lo ha llevado al precipicio. El lugar que se señala: “la gente abandona este lugar para volver a la ciudad, mueren ahogados, asesinados o por alguna enfermedad, nadie lo sabe con certeza y a nadie le importa.” (22) Un destierro carente de osadía y está mostrado por lo calamitoso, el desamparo y el sentido de pertenencia al territorio continental.
Esperando es el segundo microcuento que aparece en el libro y es uno más logrados ya que con pocos recursos logra profundizar en una historia social: “Sobre la huelga y la masacre no recuerda nada, se han borrado de su memoria como los rieles del ferrocarril” (63) En estas trece líneas, la narración se vuelve en estado de ensoñación: el anciano se enfrenta a la muerte, la realidad, el pasado se mezclan y solo van quedando los recuerdos pasivos, en cambio, la memoria social que confluye en los conflictos que se desvanecen con la pérdida de memoria de los testigos así como los vestigios.

A pesar de los desniveles en Cuentos del Pacífico Sur (2015), Yuri Soria-Galvarro tiene el mérito de despojar de heroísmo el hecho de asentarse en el extremo sur, otorgándoles a los sujetos que se enfrentan al abandono y la ausencia, cierto grado de dignidad, la que está muy lejos de la mirada paisajista o de clase turista.

martes, 25 de abril de 2017

Crítica Literaria: La escritura de la basura

La guerra interior, Jorge Baradit. Plaza y Janés Ediciones, 2017, 262 p.


Por Gonzalo Schwenke

En el último año algunas las narrativas locales han tomado el rumbo de la enajenación o extrañeza del sujeto como algo habitual. Este estado de delirio permanente, busca impactar y deformar la realidad para conmover al receptor, no obstante, en este caso, la perturbación contiene un mensaje ideológico basado principalmente en la degradación de la información.
La guerra interior (2017) de Jorge Baradit (1969) es el volumen de veintidós relatos, en los que se construyen mundos ficticios y realidades en progresiva decadencia. Estos mundos distópicos potencian una verdad que es controlada; donde se oculta y se dan a conocer informaciones para crear el gran mito del Estado-Nación.
Utilizando el remanente de los libros anteriores, este pastiche literario comienza con la llegada de los españoles al nuevo continente, para luego manipular figuras significativas en el imaginario histórico popular y del que se ha beneficiado.
Existe el apuro por publicar, que se reafirma con la elección del cuento a modo de categoría literaria y donde se aspira a realizar ucronías. A diferencia de los grandes autores, en los que se observa profesionalización en el acto de narrar. Aquí se privilegia lo amorfo y el desequilibrio en toda la obra, porque se abusa el desarrollo de los ambientes, en desmedro de los demás elementos narrativos. La información elegida es caótica y discontinua. Asimismo, entre los diferentes mundos posibles -una vez más-, surgen referentes esotéricos ligados al nazismo.: Miguel Serrano, María Orsic, entre otros.
Las imágenes que se promueven a través de ‘la cultura de la basura’ relativizan contenidos, apropiándose de los distintos saberes ancestrales de Latinoamérica para transformarlos en productos culturales masivos, esto es, sin comprender las dimensiones ni las dinámicas de las sociedades indígenas y utilizándolos para fines individuales. De esta manera, podemos encontrar la imagen del héroe mítico mapuche que emerge primordialmente cuando el español invade el continente, como si esta supuesta figura, para explicar el pasado glorioso, no estuviese en resistencia el día de hoy.
Dentro de este conjunto de irregularidades, destaca “el sueño de Contreras”, uno de los cuentos con mayor registro de afasia: no sólo se apuran los hechos mediante efemérides, sino que, se utilizan los trastornos del miedo de la derecha fascista en lugar común y se trastoca la memoria de la resistencia en una humorada desastrosa. Muy lejos de la esfera de la parodia.

Finalmente, la guerra interior se evidencia una lectura histórica que confronta el tránsito histórico. Estamos pues, ante el baile mediático. La que solicita con urgencia lanzar estos relatos que son irregulares, desordenados, codificado por el delirio y que no obedecen a la estructura de los cuentos. Así pues, este conjunto despliega una trama que es funcional a la globalización y la homogeneización de los pueblos. Estos movimientos que se producen en el circuito literario, suelen aparecer cada cierto tiempo declarando rebeldía, contracultura e insubordinación, sin embargo, rápidamente son cooptados y derivados en productos utilitarios para el mercado.


Otoño en Pudahuel, 2017

lunes, 10 de abril de 2017

La Rata Bluesera: "Apagar la tele y prender la conciencia."


Por Gonzalo Schwenke

Durante el mes de marzo la banda valdiviana La Rata Bluesera pasó por Santiago y Valparaíso presentando su quinto álbum: El Viaje (2016). La propuesta ha sido ampliamente aceptada por los entusiastas del blues y por los asistentes a los innumerables conciertos que ha ofrecido el grupo debido al lanzamiento del nuevo disco.

Este nuevo disco es el sentido homenaje que realiza La Rata Bluesera al dúo Schwenke y Nilo, tras la muerte de Nelson Schwenke el 2012. De esta manera, inicia el proyecto de reconocimiento a la obra y al imaginario del sur bajo la línea del blues, reversionando las canciones emblemáticas como “El Viaje”, “Entre el nicho y la cesárea”, “El Canelo”, “Lluvias del Sur”, “Nos fuimos quedando en silencio” y “Mi Canto”, pero sosteniendo la propia fuerza de las letras que las hicieron conocidas a partir de los ochentas.

Javier Aravena, voz y líder de la banda, desde inicios del 2000 ha ido forjando un trabajo entorno a este ritmo originario de las comunidades afroamericanas, haciéndose conocido por su trabajo y las influencias musicales que caracterizan a la agrupación. A partir del 2012, lanza el sello independiente Misisipi. Sello discográfico que dirige y que le ha permitido generar redes entre las agrupaciones de música de Valdivia y Puerto Montt. Junto con El Viaje, también produjo el disco Atmósfera (2016) de la cantante Sara Pozo (Puerto Montt).


Javier Aravena accedió a conversar con Revista Estampida, sobre el circuito musical, los medios de comunicación y las convicciones que lo definen, siempre provisto desde la perspectiva regional.

REGIÓN Y MÚSICA

Durante el año te mueves principalmente entre Valdivia y Puerto Montt. Esta movilización te ha permitido observar distintas propuestas musicales que no salen en los grandes medios. Actualmente, ¿cómo ves el circuito musical desde las regiones?

Preferiría pensar que en los casi 20 años que me han permitido estar en movimiento, desde Concepción a Coyhaique, cada vez existe mayor fortalecimiento en las redes de trabajo independiente y también desde las instituciones que consideran a los artistas locales. Entonces, los grandes medios no tienen mayor incidencia en este desarrollo. Veo agrupaciones musicales que tienden a trabajar de manera más colectiva, pensando en cómo trabajamos en conjunto, generando espacios de intercambio entre ciudades y regiones que muchas veces se dan naturalmente, esto incluye Santiago y Valparaíso, porque la cultura no se define desde las mesas de los municipios ni desde los centros culturales. Eso es apenas una parte, que tiene ver con los intereses de los políticos de turno. Por suerte, existe una dinámica en los barrios, las poblaciones, que están más allá de la concentración del poder y de las riquezas.
Hoy existen amplias posibilidades de publicar tus discos de manera independiente y generar intercambios a través de medios digitales, lo que sin duda muestra que los medios de comunicación que atraviesan el país no son los únicos que generan tendencia. Hoy existen grupos jóvenes que graban discos, tienen videos, páginas web, forman parte de agrupaciones de músicos que entendieron que hay que autogestionar. En el sur existe muy buena calidad de sistemas de sonido, también estudios de grabación que en algunos casos cuentan con backline, los bares también intentan generar espacios de calidad para el desarrollo de presentaciones en vivo y cada vez se depende menos de los artistas generados y potenciados por los consorcios para llenar los teatros o eventos. De esta manera, ha crecido una suerte de pertenencia por lo local, es decir, sentirse identificado por el artista de tu barrio, de tu ciudad. Esto ha permitido rescatar a artistas del ámbito rural. Artistas mapuches maravillosos como Víctor Cifuentes, Joel Maripil, Weliwen, Beatriz Pichi Malen, quienes son invitados de manera recurrente con porque forman parte de nuestra cultura.
Lo que pasa en regiones es algo que tenía que suceder, dejar de pensar en el éxito personal impuesto y reunirse a cantar con el llamado profundo de nuestras conciencias, el canto antiguo que aún sigue latiendo hoy con mayor fuerza.
Los medios de comunicación no absorben la efervescencia musical de las regiones y en este sentido, La Rata Bluesera gira fuera de los espacios comerciales. Sorteando, sin embargo, con bastante éxito dicho obstáculo, ya que es reconocido por un amplio público. ¿Crees que es una ventaja girar fuera de la ruta comercial?


No tiene importancia que los medios no publiquen o no destaquen lo que sucede en regiones, ya que eso obedece a un orden comercial en el mal sentido de la palabra, y tendrías que vivir donde están los medios, lo que es un contrasentido, porque esos medios deberían investigar y llegar donde están los sonidos. La Rata Bluesera ha intentado moverse hacia donde nos inviten, y también difundir nuestro trabajo en todas las instancias que sea posible. Por muy pequeñas que parezcan, son todas importantes, para nosotros tiene que ser lo mismo tocar en Pichi-Ropulli o Temuco. Una radio que pertenece a un holding o una radio comunitaria, lo tomamos con el mismo respeto y agradecimiento, y eso posiblemente nos ha llevado a encontrar espacios de confianza para lo que hacemos. Una suerte de cariño que agradecemos profundamente, porque lo que desarrollamos no tiene que ver con las conveniencias, sino por el amor a este camino, tocar, cantar, ser músico en el sur de Chile, que hoy es ser músico en el mundo. Entonces, no nos preguntamos si hay que ser una suerte de borderline. Lo que sí, tratamos de estar de la mejor manera y con el mejor trato humano posible, en todos los lugares donde nos inviten a tocar.  
Tras la muerte de Nelson Schwenke, en 2012, reflexionas sobre una forma de “reconocer” a este dúo valdiviano ¿Cuál es el legado y compromiso que -a tu juicio- dejan los Schwenke y Nilo?

Tras la muerte de Nelson Schwenke me surge una pena, que me hizo pensar en qué lugar estaba o estábamos. Cuando ocurre su muerte, inevitablemente agarré la guitarra y me puse a cantar sus canciones, las que me acompañan desde joven. Schwenke y Nilo tiene una marca muy profunda en mi vida, porque representan valores basados en el amor, el respeto y la inspiración musical. Luego del impulso inicial, nace la necesidad de agradecer cantando su obra y, de paso, me doy cuenta que no existe un reconocimiento como el que deberían tener.
La influencia de la música y la poesía de Schwenke y Nilo, han sido fundacionales en mi trabajo como compositor. Desde mi adolescencia ha sido relevante, ya que tuve la oportunidad de conocer y disfrutar de los conciertos que ellos presentaban en el colegio en el que yo estudiaba. Ellos fueron mi primer ejemplo de cómo se debe enarbolar la guitarra, de la mano de una poesía propia y con un discurso claro, crítico y constructivo, desde la raíz del árbol, no solo de sus frutos.
Sus canciones me identifican porque ellos cantan lo que nos sucede, sin el temor del ranking, ni de la venta de discos. Sus obras son más relevantes que si las tocas en las radios o no: ellos cantan lo que hay que cantar y por eso muestran el camino por el que hay que ir, el mismo que dejaron Víctor Jara, Violeta Parra y Los Jaivas.
Con la diferencia que Schwenke y Nilo son del sur; están cargados de leña y humedad, de la melancolía invernal que disfruta la lluvia, esperando que pase, que se junta en la esquina a conversar en la tarde. Ellos representan la visión de artistas creadores del sur de nuestro país, que se toman el tiempo, que se sumergen en la tibieza del fuego que reúne a los vecinos, que se involucra con los pares, porque es una necesidad estar trabajando juntos. Porque nos han heredado una forma de hacer las cosas, con propósitos plurales, levantando la guitarra como si fuera una pala que escarba en lo más hondo de nuestros paisajes, de nuestras casas, nuestros callejones, de nuestros árboles, nuestros ríos, nuestras palabras, de nuestro canto.
La dificultad de grabar y producir “El Viaje” (2016) sin aportes estatales se hizo complejo. De esta manera, La Rata Bluesera estuvo realizando la campaña a través de diarios locales y vía Internet, en la que se solicitaban contribuciones de privados. ¿Puedes profundizar acerca del motivo de esta decisión?

No fue una decisión, postulamos a diferentes espacios de financiamiento, como ocurre en los concursos no siempre te los adjudicas, por lo que decidimos igualmente avanzar y buscar la forma de hacerlo de manera independiente. Es así como prácticamente llegamos al master del disco financiado por la banda, hicimos shows, preventa, etc., e íbamos reuniendo el dinero para poder pagar todo lo que ello significaba, además en un estudio de lujo como es “Triana” en Santiago. Demoramos casi 3 años en todo el proceso, igualmente conseguimos apoyo por una parte una subvención municipal en Valdivia el año 2016 y nos adjudicamos un CONARTE de la Corporación ​Cultural Municipal de la misma ciudad para poder publicar el álbum. Lo importante es que no nos detuvimos por falta de dinero y fuimos logrando trabajar de la mejor manera y en las mejore condiciones.

La canción que reversionas en el disco dice: “Nos fuimos quedando en silencio / nos fuimos acostumbrando a aceptar / lo que dijeron / nos fuimos perdiendo en el tumulto”. ¿Cuáles vendrían siendo los temas actuales que se intentan silenciar?

Lo que hicimos fue reinterpretar la obra, respetando la esencia de cada una de las canciones. En eso fue fundamental Federico Dannemann, músico y productor musical. Los silencios son los mismos que cuando se concibieron estas maravillosas canciones: la propiedad privada, el egoísmo, la masividad, la injusticia, el poder, la dictadura sigue en pie, el modelo es el mismo, los dueños del país son los mismos. De hecho en la segunda parte de la canción decimos la televisión nos va diciendo, haga esto lo otro o aquello, la radio nos va mintiendo, mientras nos esconden muertos, nos vamos quedando en silencio, el paisaje se llena de dueños, crecen los cercos y el desierto, esa imagen es potente y actual.
Y respecto a la situación política regional ¿Cuáles serían los temas que tratan se silenciarse en tu ciudad, en tu región?

Más que silenciar, son temas que no se consideran. Todo se piensa desde Santiago, los modelos que se aplican en el país, como si fuera todo igual. Hoy tenemos peones de los partidos políticos que obedecen órdenes de personas que tienen discursos supuestamente que favorecen a todos, pero que en realidad hacen negocios con su nivel de poder. Arman empresas para enriquecerse y aprovecharse de la legislación que ellos mismos crean. Hay que repensar el país, es necesario fortalecer los espacios barriales, hay que organizarse, rebelarse, pero no desde los partidos -que hoy están desmembrados por la ambición-, hay que recuperar el sentido colectivo, dejar de pensar en cuánto gano y abrirse hacia el cómo crecemos, si pensamos diferente, si creemos diferente, apagar la tele y prender la conciencia.

El disco tributo "El Viaje" (2016) ha sido liberado por los propios intérpretes.