miércoles, 24 de enero de 2024

Crítica de Cine| Los Colonos: El silencio de la prosperidad.

 


Imágenes históricas sobre ciudades patagónicas teñidas con un suave rojo y acompañados

por el tema “Husch-a-bye” de Víctor Jara y Quilapayún del disco “Canciones folclóricas de

América” (1967) dan cuenta que la prosperidad, representado en el tren marchando

por la pampa, es un paraje de tupidos silencios que comprende la pérdida de otras maneras de vida.

El filme inicia con un grupo de peones construyendo una cerca, uno de ellos pierde el brazo y el capataz asesina al trabajador porque considera que es un jornalero menos. Los colonos (2023) dirigida por Felipe Gálvez Haberle y guion de Antonia Girardi, coloca al espectador en los albores del primer centenario de la República de Chile donde los hacendados son dioses y jueces de la vastedad del territorio y sus habitantes.

Tres jinetes son contratados por el terrateniente José Menéndez (Alfredo Castro) para hacer un corredor seguro que llegue del Pacífico al Atlántico para sus ovejas y borrar del campo cualquier vestigio de los onas. Mientras los indígenas ven desaparecer a los guanacos, estos comenzaron a cazar las ovejas de los estancieros traspasando los límites. Estas tensiones que parecen tenues son el fundamento de la película.

El que dirige la marcha es el teniente MacLennan (Mark Stanley), seguido por el mercenario norteamericano Bill (Benjamin Westfall) y el chileno mestizo Segundo (Camilo Arancibia). Ellos participarán del proceso de delimitación chileno-argentino, tendrán un tenso y encantador encuentro con el coronel Martin y protagonizarán el genocidio al pueblo Selk’nam.

Utilizando el plano general para mostrar el formidable paisaje patagónico donde se desarrolla la historia, es común observar un primerísimo primer plano del rostro de Segundo que muestra el sentir a través de sus ojos, tal como se lo pidieron a Omar Sharif cuando personificó al Dr. Zhivago (1965). De igual modo, la relación del mestizo oriundo de Chiloé con la naturaleza es portentosa es sumamente portentosa; no solamente hay una relación con el caballo, sino también, por su modo de pescar, se hace uno con el medio. No así el teniente McLennan que considera que el equino es solamente un instrumento al que después de muerto todavía se le puede sacar provecho. Aquí es interesante dejar instalada la pregunta de quién es el bárbaro y bajo qué tipo de perspectivas.

Este western habla de las condiciones humanas, sociales y políticas de la nación presentes en la dureza, la desolación y el aislamiento de la civilización en el extremo sur. Es común vincular este género porque suelen promocionar la competencia de los personajes con balas, el juego, la bebida y la masculinidad hormonal entre hombres. Además, últimamente han emergido otras ampliaciones de este tipo de cine. Asimismo que la reseñada, tanto “Extraña forma de vida” (2023) de Pedro Almodóvar como “Power of the Dog” (2021) de Jane Campion, en base a lo mencionado, se arriesgan a visibilizar que el gusto entre hombres se puede descubrir como un gusto superior y depurado.

Las figuras de la sociedad que se visualizan están encarnadas en el sacerdote católico (Dios), la hija (fecundidad) y el patrón (controlador económico y político). Esta trinidad constituye una estructura de la mafia, respaldada por los comodatos del gobierno de turno, o así nos lo quiere dejar en claro Gálvez y Girardi. A su vez, Vicuña (Marcelo Alonso) en calidad de funcionario del gobierno de Pedro Montt Montt está en misión de la integración del país, en lo posible por medios pacíficos o armónicos, más que hacer algún tipo de justicia.

Me encanta recomendar una cinta donde lo técnico está supeditado a invertir lo concebible y denunciar el colonialismo higienizado cuando hacen desaparecer al eslabón más débil y pacífico, con escenas cruentas pero sin caer en lo enfermizo. Los colonos (2023) demuestra que el testimonio, la memoria y la escritura siguen prevaleciendo como una forma histórica de leernos como chilenos.


Ficha técnica

Título Original: Los colonos
Dirección: Felipe Gálvez
Guion: Felipe Gálvez Haberle, Antonia Girardi
Fotografía: Simone D’Arcangelo
Edición: Matthieu Taponier
Música: Harry Allouche
Intérpretes: Alfredo Castro, Camilo Arencibia, Mark Stanley,  Benjamín Westfall, Marcelo Alonso, Mariano Llinás, Luis Machín
Productora: Don Quijote Films, Rei Cine, Snowglobe Films
Distribuidora: Cinecolor films
País(es): Chile, Argentina, Dinamarca, Francia, Reino Unido
Idioma Original: Español
Duración: 97 min.
Año: 2023.-



jueves, 18 de enero de 2024

Tejido conectivo líquido (2023): un formato híbrido sobre la menstruación.

Fotografía, Faviola Pontigo.


 Valdivia es una ciudad creativa. Qué duda cabe. En el ámbito académico y artístico, emerge una intelligentsia, un grupo de intelectuales que se abren camino entre la universidad, lo performático, lo literario y lo experimental. Ello no está sujeto bajo lógicas comerciales, y en parte, explica los bajos tirajes numerados y la necesidad de otras lógicas de financiamiento.

Tejido conectivo líquido (2023) es un trabajo multidisciplinario de investigación y práctica artística sobre la menstruación, curado por Daniela Hermosilla y publicado en formato libro por Tinta Negra microeditorial. En el volumen participan las autoras Valentina Inostroza Bravo, Martina Pedreros Rodríguez y Estela Morales García que despliegan formas de trabajos sobre el periodo. Ellas conversan, comparten experiencias y afectos, trabajan en stencil con sangre menstrual y con toallas higiénicas, preparan videoperformance y fotoperformance, cadáveres exquisitos, realizan hematotecas, desarrollan escritura y pintura con sangre menstrual sobre papel de acuarela, colaboran con recetas de tintas menstruales en serigrafía, cosechan la sangre menstruante, la deshidratadan y guardan en frascos sellados con lacre, realizan intervenciones gráficas en colegios.

Hay que precisar que esta obra no constituye narrativa por lo tanto no hay un narrador, ni extensos modos de contar, tampoco se evidencia una baja calidad, sino que es un formato híbrido que combina imágenes, registros, instrucciones, recetas, entre otros. Diversos registros que sin dejar de lado el espesor teórico feminista se inmiscuye como una práctica de asociación. A saber, se muestran 29 referencias (y más) en torno a la temática de la menstruación y lo femenino: las artistas Constanza Rutherford, Constanza Moya, Cooperativa de Artistas Menstruantes, Rupi Kaur, Cecilia Vicuña, Jen, Lewis, Nina Gallardo, Colectivo Gynepunk, entre muchas otras. 

Las autoras consideran que el hecho de menstruar ha sido un acto que socialmente genera repudio, resquemores y negaciones. Desde esta asertividad, elaboran una subversión de lo despreciable y se transforman en una zona de invención donde se integra la formación, la aceptación de este tabú y los sentimientos. Es decir, la problematización del sangrado femenino es reconocerse en lo biográfico y colectivamente para ponderar perspectivas y deseos imaginativos.

El ensayo “Menstruación y el tiempo intuitivo” de M.P.R. identifica cuestionamientos sobre los ciclos económicos, humanos, occidentales dado que la ordenanza está situada por sujetos masculinos que han armado una maquinaria transversal basada en el neoliberalismo. Así, la autora señala “el tiempo es un recurso del cuerpo como vehículo codificador” debido a que este ha sido colonizado, entendiéndose como un imperativo monetario, y que no estaría vinculado con el ciclo de la naturaleza. O sea, el ciclo menstrual está íntimamente ligado a las fases de la luna, a diferencia del calendario Gregoriano diseñado por hombres que tienen como finalidad organizar la capacidad productiva de las estaciones.

En estas 92 páginas, el libro está fabricado en base a una estética de la menstruación, donde el color rojo impreso en offset no es homogéneo y que contiene manchas irregulares. De igual modo, el interior donde se combinan apuntes de cuadernos y citas en tipos de letras Carol Gothic y Baskerville Display, además de las imágenes y fotografías impresas en color rojo.

Tejido conectivo líquido (2023) es un buen ejemplo de cómo realizar un trabajo colectivo, abordar temas marginados, investigar la menstruación, hacer de ello un acto de resistencia reflexiva y, posteriormente, llevarlo a la práctica artística rompiendo paradigmas instalados. Así, la teoría y la estética no tiene una forma pasiva de ingresar a la literatura, sino más bien como género híbrido (palimpsesto), de múltiples significados y que no deja de ser complementario a otras consideraciones. Bajo la premisa anterior, esta publicación tanto por el tema como en el método de trabajo permite que se sitúe como uno de los libros más relevantes del 2023.


Tejido conectivo líquido

Varias autoras

Tinta Negra Microeditorial, Valdivia.

92 páginas

2023


Fotografía: Faviola Pontigo.



Yawar Chicha (2022): la cumbia chicha que se lee en las murallas de Santiago.




 La música chicha en Chile tiene su demostración más evidente en los carteles pegados en los muros de las avenidas de Recoleta, Independencia, Quinta Normal y Santiago centro. En ellos, observamos la visita de grupos de música tropical oriundos de distintas zonas del país norteño. De acuerdo a los anuncios de los eventos, se observa un débil vínculo entre la música chilena y peruana, tampoco este tipo de canciones se escuchan por las radios o por caminos masivos, si no son cover, no comparten escenarios. Así, este tipo de música la consideramos música migrante y de periferia.

Alfredo Villar (Lima, 1971) ofrece Yawar Chicha. Los ríos profundos de la música tropical peruana (Cúpula, 2022). Una investigación sobre los orígenes modernos de la cumbia chicha en el Perú y que dialoga con uno de los libros fundamentales del vecino país: “los ríos profundos” de José María Arguedas. El concepto de “lo chicha” es un tipo de música tropical que ha estado permanentemente situado con lo marginal, asociado -señala el autor- al caos y a la informalidad, a la falta de normas y a la transgresión. Es decir, para comprender lo que significa “lo chicha” lo podemos graficar como el mismo fenómeno que pasó la cumbia villera en Chile durante la década del dos mil, cuando aquello era graficado como “lo flaite” y “lo picante”.

En los cinco capítulos: Vereda tropical (1951-1968), ¡¡¡Cumbianrol!!! (1968-1974), Muchachos provincianos (1974-1988), Tecnoschocks (1988-2001) y El baile de los que aman (2001-2022), se despliega con conocimiento sobre el estado del arte de esta cumbia y que se desarrolla a la par de la industria cultural y política de la nación.

En el primero, la influencia de la música cubana interviene en los salones de baile donde imperaba la música norteamericana con nuevos ritmos como el son, la rumba, la guajira, la conga y la guaracha en los años cincuenta. En la era de las grandes orquestas se destaca la sonora de Luis Macedo, quienes grabaron temas que mezclaban el swing, el jazz, la cumbia y música de lo más variado. En los años venideros, la política cultural estadounidense detiene el influjo de la música cubana, por lo que, la música peruana transita en una hibridez que comprende: por un lado, el jazz, el swing, el foxtrot hasta el rocandroll; en la división folclórica, el huayno, los valses y las polkas; y la tercera parte, los mencionados guaracha, mambo y el son. También se suma el ingreso de músicos inmigrantes quienes colaboran en el medio para que aparezcan sonidos masivos (1967 y 1968), un fenómeno que combina guitarra eléctrica, rítmica tropical y mestizaje andino, y que se sintetizan en el tema musical “arre caballito” de Manzanita y su conjunto

En ¡¡¡Cumbianrol!!! (1968-1974), el autor sitúa a los grupos Manzanita y Los Destellos como iniciadores de una revolución cultural al situar a la cumbia como género que absorbía todas las influencias musicales foráneas. Es decir, la exploración de sonidos de la guitarra eléctrica permitió que ambos conjuntos desarrollen una particular forma creativa de mezclar los estilos. De esta manera, en esta etapa emerge una industria cultural que los acoge, los distribuye y los difunde mediante las disqueras Sono Radio, FTA, Dinsa e Iempsa. Así, con un circuito musical también proliferan nuevas bandas con sonidos provenientes de la zona amazónica y selvática: Los Maraví, Juaneco y su Combo, Los Teddy’s, Los Roger’s y Los Wembler’s, entre otros.

En Muchachos provincianos (1974-1988), marca una época donde Chacalon y compañía representa la música tropical más rockera, más curtido y marginal de la década del ochenta, principalmente por el dominio de masas dado que comprendía a los espectadores al verse reflejado en ellos su procedencia y lugar de crianza. De igual forma con temas musicales que combinan letras crudas y románticas lo que terminaría de forjar la leyenda del cantante. Los Shapis serán la cumbia nostálgica y de la esperanza, ya que reflejan y le canta a la migración campo-ciudad y a los obreros, apelan a la simpatía y a la ilusión que mediante un pequeño trabajo poder tener un espacio en la urbe. Esta última agrupación amasaría una fama y éxitos sin precedentes llenando dos veces el estadio de Alianza de Lima y participando de una película siendo éxito de taquilla. Lo mismo sucedería con otra banda que alcanzaría popularidad y reinado: Vico y el grupo Karicia. Otro de las emergencias relevante de la década es la de Milagros Soto Riva, la figura de la “Princesita Mily” con canciones “El Teléfono”, “Jamás” o “La Ciega” sería importante debido a la sensibilidad femenina derivada en cumbia pop y romántica.

En la etapa Tecnoschocks (1988-2001), sucede que los grupos que predominaban la década anterior comienzan a desaparecer, Chacalón fallece en 1994 y comienzan las migraciones. La televisión y la radio exhiben el espectáculo de mostrar mujeres ligeras de ropa y mostrando los planos cerrados de carnes prominentes. Frente a ello, se destacan dos agrupaciones como Aguamarina con el sonido “tecnocumbia”, porque “más allá del uso de sintetizadores electrónicas en la música (...) es la refinada instrumentación , los delicados arreglos pop, la melódica vocalización, la búsqueda de letras cargadas de auténtico romanticismo y poesía popular”, destaca Alfredo Villar. Por otro lado, aparece Armonía 10, quien explota la sensualidad y sexualidad de la cumbia, debido a que amplía los registros posibles pasando por el sanjuanito ecuatoriano, la ranchera mexicana, la balada latina y la música popular norteña y selvática. Ambos grupos revitalizan la escena de la cumbia y la industria cultural utiliza estas influencias musicales mostrando por los medios de comunicación cumbia chicha y promoviendo el sexismo. Mientras sucedía esto en la capital limeña, en los alrededores se hacen conocidas voces femeninas influenciadas por la argentina Gilda: Rossy War y Ada son dos ejemplos del reinado de la tecnocumbia. La primera hará un cover de “Como la flor” con la interpretación pasional, áspera y ruda; mientras que la segunda, la figura trasandina sería la figura a seguir y por ello, canta versiones de canciones de la autora de “no me arrepiento de este amor” utilizando un registro vocal ligado a la delicadeza y lo sensual.

El baile de los que aman (2001-2022) se afirma que el público era irregular pero que tenían a Armonía 10 y Aguamarina como bandas predilectas. Por tal motivo, los nuevos grupos de esta etapa encontraban cierto nivel de resistencia por hacerse un lugar en Lima. Sin embargo, un puñado de grupos como Grupo 5, Caribeños del Guadalupe, Corazón Serrano, entre otros sí cumplirían el objetivo.

Yawar Chicha. Los ríos profundos de la música tropical peruana (Cúpula, 2022) instala un estado de la situación sobre la cumbia chicha que busca revitalizar frente a la denostación de la sociedad del espectáculo, la industria cultural y la maquinaria política. Y es que las influencias musicales foráneas han sido adaptadas por músicos tan diversos como diversos son los sectores del desaparecido imperio Inca. Así, esta cumbia híbrida es parte de un imaginario popular de largo aliento que Villar registra como parte de la identidad peruana y que están presentes en las calles de Santiago.


Yawar Chicha. Los ríos profundos de la música tropical peruana

Alfredo Villar

Editorial Cúpula, 2022

152 páginas.





El que se oculta en la oscuridad y otros relatos (2021) de Efraín Miranda Cárdenas: Menjunje de lo macabro.



El segundo volumen de relatos de Efraín Miranda Cárdenas (La Unión, 1985), El que se oculta en la oscuridad y otros relatos (2021) tiene la sutileza de referenciar la obra de H.P Lovecraft: “El que susurra en la oscuridad y otros relatos del ciclo blasfemo de Cthulhu”. Con dicha inventiva, Miranda Cárdenas construye un protagonista que supone tener una cosa secreta y recóndita que hospeda a un tipo de deidad antigua llamada Arz Ylel. El acto de reflejar lo humano y lo horroroso radica en quien escribe: “existe algo como yo, un ser impaciente y maligno (...) sé que se trata de una sola entidad; su rostro es el mío propio” (16). Por siglos esta divinidad ha dormido en un libro de culto de cubierta de cuero rojo y un símbolo circular en la tapa que representa el conocimiento prohibido y ha llegado a la comuna de La Unión.

Este ejemplar se puede leer como una novela dividida en diez cuentos sobre un ente que acecha y provoca demencia en las personas. Así, es común que hombres de distintas épocas encuentren el volumen, paguen en oro el atrevimiento por leer el contenido y en contextos de suma violencia mucha violencia como en los cuentos “La lengua de Arz Ylel” y “Oscuro resplandor” emergerá un ángel maligno que buscará súbditos sin oposición. 

Se evidencia una literatura gore y una estética del horror en la que hay un goce en las descripciones de cómo se tortura, se hiere y cómo abandona la sangre de los cuerpos. Esta promoción se expone en el sufrimiento y sensaciones que produce la manipulación de instrumentos de tortura en miembros todavía no mutilados.

En “La sombra en lo profundo”, el psicólogo Mario Gonzáles que trabaja la comuna campestre, asesina con alevosía al paciente José Altamirano. Al ser encarcelado y entrevistado por el inspector Jaime Cárdenas, cuenta los problemas que hicieron llegar a Altamirano a la consulta. Durante un año fue atendido debido a sueños tormentosos donde caminaba por el parque hasta llegar a una cueva en la que se le susurraba el nombre prohibido. Enseguida un ser endemoniado se quiere apoderar de estos personajes para transfigurarse y llegar a este mundo. Hasta aquí el menjunje la primera parte de una narrativa que se ha visto anteriormente.

En la segunda parte, aparece un escribano empleado de demonios que le susurran, a través de la naturaleza, lo que debe transcribir por las noches. Este trabajo lo vienen ejecutando en la familia por varias generaciones. Después, hay un cazafortunas errante que llegó a la comarca y que basado en comentarios de los lugareños se dice que en una casa ruinosa y descuidada habría un dinero en oro, entre otros.

Estos relatos son simples, van a una sola dirección y quedan con finales abiertos. Solo las figuras masculinas buscan el conocimiento y son seducidos por encantamientos que los llevan a graves perturbaciones mentales. Las mujeres están en los límites de las historias, son personajes terciarios que no participan en la historia, porque todo lo que sabemos está en la voz del protagonista y no hay contrapesos que no sea un halo misterioso que la naturaleza oculta lo más macabro.

A diferencia de Cuentos macabros y otros horrores (2019) donde se observaba una narrativa timorata, incompleta y poco arriesgada; en El que se oculta en la oscuridad y otros relatos (2021), las historias están escritas, revisadas y terminadas. Aunque la primera parte no dice demasiado, porque se sitúa en los manoseados arquetipos de Lovecraft. En la segunda parte, hay una descripción crónica del espacio sureño y pueblerino en la que camina el narrador. Sin embargo, todavía tiene trabajo que hacer porque los personajes son monotemáticos y las historias unidireccionales. Además, como algunas personas presentan este libro como “nuevo gótico”, sería bastante bueno abandonarse a las influencias norteamericanas, y excavar en la idiosincrasia de los pueblos del sur de Chile.


El que se oculta en la oscuridad y otros relatos (2021), Efraín Miranda Cárdenas, 156 páginas, Austroborea Editorial.