El resto de nuestras vidas (Editorial Chai, 2025), es la duodécima novela del californiano Benjamin Markovits (1973), traducida por el argentino Juan Nadalini, emerge como una novela de carretera (road trip similares en estilo con Jack Kerouac o Hunter S. Thompson) donde las relaciones heterosexuales a largo plazo, la dinámica familiar y la búsqueda de la identidad personal dentro de estructuras sociales preestablecidas constituyen el arco argumental a problematizar. Su selección como finalista del Premio Booker 2025 anuncia algún mérito literario sobre estos temas.
El
libro narra la historia de Tom Layward, un abogado de Nueva York, que está
desilusionado de su matrimonio al descubrir que su esposa, Amy, le ha sido
infiel con un compañero de sinagoga, Zach Zirsky (“cineasta independiente, algo
que puede significar cualquier cosa”). Ante esta crisis matrimonial -para Chile
es clase alta acomodada-, y con dos niños pequeños, Tom se hace una promesa:
permanecerá en el matrimonio hasta que su hija menor cumpla dieciocho años.
Doce años después, Tom llevará a su hija, Miriam, a la universidad. Sin
embargo, no regresará a casa y emprenderá un viaje sin rumbo hacia el oeste,
cruzando Estados Unidos. Lo que parece ser un simple viaje se transforma en un
periplo personal, una introspección en la que Tom reflexiona sobre su vida. En
este trayecto, Tom se ve forzado a enfrentarse a sus arrepentimientos y a las
decisiones que lo llevaron a su situación actual.
La
obra muestra a Tom reflexionar con mesura y sin prejuicios, sin dejar de lado
cierta abulia y desencanto debido a la infidelidad durante el matrimonio: “Uno
se enamora de alguien a los veintiséis, y va viendo a esa persona bajo toda una
serie de luces distintas (…) Si uno sigue casado es porque aceptó que esa
persona es así, y que así es la vida que comparte”. Así, en vez de tomar sus
cosas y concretar la separación, el protagonista decide continuar en el
matrimonio y aceptando el engaño, priorizando su compromiso emocional y social
con sus hijos/as.
La
infidelidad se convierte en un motor que lleva al protagonista a aceptar de
forma pragmática a la persona que ha elegido como pareja, con todas sus
limitaciones. Este proceso es, a la vez, una decisión racional y emocional que
le permite entender que el matrimonio no es un cuento de hadas, sino la unión
de dos seres con sus propios defectos. En este contexto, el rol de los hijos se
vuelve un factor de cohesión, manteniendo unida a la familia en circunstancias
que, de otro modo, podrían haber resultado en una ruptura.
La
tensa relación entre Amy y su hija Miri es palpable, alimentada por las
expectativas y las ácidas críticas de la madre. En contraste, la relación de
Tom con Miri es de apoyo incondicional. Él comprende y celebra la
individualidad de su hija, incluso en sus fases más “rebeldes”. Tom se muestra
más como un confidente que como un crítico, viendo en las elecciones de Miri
una forma de autoexpresión, a diferencia de Amy, que lo percibe como una
“herida autoinfligida”.
Por
otro lado, hay una clara conciencia de clase, de diferenciación y de afinidad a
lo largo de la novela. Jim, el novio de Miri, encarna la ambición y el éxito
predecible al trazar un camino claro hacia las universidades de renombre y los
empleos lucrativos. Esto contrasta con el protagonista, quien, en su juventud,
tuvo que pagarse la universidad para estudiar Derecho. Estas diferencias no se
presentan con un tono de crítica o rebelión, sino como una observación
perspicaz sobre aquellos que han heredado una vida de privilegios.
En
esta novela de ruta, la voz del protagonista construye una narrativa de la
renuncia a sus sueños. Estos recuerdos no son solo una crónica de eventos, sino
un examen introspectivo de las elecciones que lo llevaron a ser quien es. El
paso de aspirar a ser profesor o escritor a estudiar derecho es un quiebre
fundamental. Este cambio no es casual, porque representa el abandono de un
camino impulsado por la vocación para tomar uno dictado por el pragmatismo.
De
lo anterior, está influenciado por su esposa Amy, quien le mostró la
importancia de asegurarse un futuro cómodo. Con un sutil tono de reparo hacia
Amy, Tom recuerda que ella le inculcó la idea de que una vida óptima se
consigue al asumir una condición que le permita “tener los gustos adecuados y
conocer a la gente correcta”. El cierre de este recuerdo con “Así fue más o
menos nuestra vida”, concluye con melancolía que el camino de su vida estuvo
dictado por la meta de adquirir comodidades materiales que definen su
existencia y rango social.
“El
resto de nuestras vidas” es una novela de carretera que disecciona, de manera
minuciosa y desde el testimonio personal, la erosión y la pérdida que el tiempo
inflige a las relaciones matrimoniales monogámicas. Esta habilidad para
desentrañar las relaciones humanas y la sociedad actual dota a la novela de una
resonancia universal, al conectar con verdades sobre las elecciones no
realizadas, el inexorable avance de la vejez y lo inesperado que emerge incluso
de la adversidad.
El
resto de nuestras vidas.
Benjamin
Markovits (California, 1973)
Traducción
de Juan Nadalini
Editorial
Chai, 2025
228
páginas.-