viernes, 26 de septiembre de 2025

Breve consideración sobre el Premio Nacional de Literatura 2025

Publicado en el Diario Austral de Valdivia
en Cartas al Director

Pocas veces el Premio Nacional de Literatura suscita una aprobación transversal como el reciente galardonado: el escritor de Magallanes Ramón Díaz Eterovic (Punta Arenas, 1956). Pionero en la renovación de la novela negra chilena, su prolífica obra inicia no con “La ciudad está triste” (1987) sino con poesía en “Imágenes en el tiempo” (1977).

La narrativa de Díaz Eterovic combina la intriga, la memoria y la crítica social, ofreciendo una visión profunda de la realidad en Santiago de Chile. El detective privado Heredia como protagonista y su gato Simenon (referenciando al escritor de novelas de detectives Georges Simenon), es un antihéroe que transita por los sectores marginados configurando la memoria de la ciudad, pero también donde el crimen y la corrupción residen en las bases del sistema social.

La novela policial del autor demuestra que es un género contemporáneo que permite reflexionar sobre la historia nacional. 

viernes, 19 de septiembre de 2025

El resto de nuestras vidas (2025) de Benjamin Markovits. La novela de carretera sobre desencanto contemporáneo.

 


El resto de nuestras vidas (Editorial Chai, 2025), es la duodécima novela del californiano Benjamin Markovits (1973), traducida por el argentino Juan Nadalini, emerge como una novela de carretera (road trip similares en estilo con Jack Kerouac o Hunter S. Thompson) donde las relaciones heterosexuales a largo plazo, la dinámica familiar y la búsqueda de la identidad personal dentro de estructuras sociales preestablecidas constituyen el arco argumental a problematizar. Su selección como finalista del Premio Booker 2025 anuncia algún mérito literario sobre estos temas.

El libro narra la historia de Tom Layward, un abogado de Nueva York, que está desilusionado de su matrimonio al descubrir que su esposa, Amy, le ha sido infiel con un compañero de sinagoga, Zach Zirsky (“cineasta independiente, algo que puede significar cualquier cosa”). Ante esta crisis matrimonial -para Chile es clase alta acomodada-, y con dos niños pequeños, Tom se hace una promesa: permanecerá en el matrimonio hasta que su hija menor cumpla dieciocho años. Doce años después, Tom llevará a su hija, Miriam, a la universidad. Sin embargo, no regresará a casa y emprenderá un viaje sin rumbo hacia el oeste, cruzando Estados Unidos. Lo que parece ser un simple viaje se transforma en un periplo personal, una introspección en la que Tom reflexiona sobre su vida. En este trayecto, Tom se ve forzado a enfrentarse a sus arrepentimientos y a las decisiones que lo llevaron a su situación actual.

La obra muestra a Tom reflexionar con mesura y sin prejuicios, sin dejar de lado cierta abulia y desencanto debido a la infidelidad durante el matrimonio: “Uno se enamora de alguien a los veintiséis, y va viendo a esa persona bajo toda una serie de luces distintas (…) Si uno sigue casado es porque aceptó que esa persona es así, y que así es la vida que comparte”. Así, en vez de tomar sus cosas y concretar la separación, el protagonista decide continuar en el matrimonio y aceptando el engaño, priorizando su compromiso emocional y social con sus hijos/as.

La infidelidad se convierte en un motor que lleva al protagonista a aceptar de forma pragmática a la persona que ha elegido como pareja, con todas sus limitaciones. Este proceso es, a la vez, una decisión racional y emocional que le permite entender que el matrimonio no es un cuento de hadas, sino la unión de dos seres con sus propios defectos. En este contexto, el rol de los hijos se vuelve un factor de cohesión, manteniendo unida a la familia en circunstancias que, de otro modo, podrían haber resultado en una ruptura.

La tensa relación entre Amy y su hija Miri es palpable, alimentada por las expectativas y las ácidas críticas de la madre. En contraste, la relación de Tom con Miri es de apoyo incondicional. Él comprende y celebra la individualidad de su hija, incluso en sus fases más “rebeldes”. Tom se muestra más como un confidente que como un crítico, viendo en las elecciones de Miri una forma de autoexpresión, a diferencia de Amy, que lo percibe como una “herida autoinfligida”.

Por otro lado, hay una clara conciencia de clase, de diferenciación y de afinidad a lo largo de la novela. Jim, el novio de Miri, encarna la ambición y el éxito predecible al trazar un camino claro hacia las universidades de renombre y los empleos lucrativos. Esto contrasta con el protagonista, quien, en su juventud, tuvo que pagarse la universidad para estudiar Derecho. Estas diferencias no se presentan con un tono de crítica o rebelión, sino como una observación perspicaz sobre aquellos que han heredado una vida de privilegios.

En esta novela de ruta, la voz del protagonista construye una narrativa de la renuncia a sus sueños. Estos recuerdos no son solo una crónica de eventos, sino un examen introspectivo de las elecciones que lo llevaron a ser quien es. El paso de aspirar a ser profesor o escritor a estudiar derecho es un quiebre fundamental. Este cambio no es casual, porque representa el abandono de un camino impulsado por la vocación para tomar uno dictado por el pragmatismo.

De lo anterior, está influenciado por su esposa Amy, quien le mostró la importancia de asegurarse un futuro cómodo. Con un sutil tono de reparo hacia Amy, Tom recuerda que ella le inculcó la idea de que una vida óptima se consigue al asumir una condición que le permita “tener los gustos adecuados y conocer a la gente correcta”. El cierre de este recuerdo con “Así fue más o menos nuestra vida”, concluye con melancolía que el camino de su vida estuvo dictado por la meta de adquirir comodidades materiales que definen su existencia y rango social.

“El resto de nuestras vidas” es una novela de carretera que disecciona, de manera minuciosa y desde el testimonio personal, la erosión y la pérdida que el tiempo inflige a las relaciones matrimoniales monogámicas. Esta habilidad para desentrañar las relaciones humanas y la sociedad actual dota a la novela de una resonancia universal, al conectar con verdades sobre las elecciones no realizadas, el inexorable avance de la vejez y lo inesperado que emerge incluso de la adversidad.

 

El resto de nuestras vidas.

Benjamin Markovits (California, 1973)

Traducción de Juan Nadalini

Editorial Chai, 2025

228 páginas.-

miércoles, 3 de septiembre de 2025

Crítica de cine. La Ola de Lelio: El musical que vacía las luchas sociales.

 


El cine musical ha sido, en gran medida, un producto cultural diseñado por y para el público estadounidense. Las características de este tipo de producciones tienden a carecer de profundidad, enfocándose de manera recurrente en los sueños de los protagonistas y el romanticismo, rasgos que reflejan la visión idealizada de la sociedad norteamericana (como La la land 2016, Singin' in the Rain 1952, The artist 2011, Grease 1978, Moulin Rouge 2001). Si bien es una línea cinematográfica que no tiene parangón en Chile, Sebastián Lelio eligió una tarea compleja: trivializar la lucha feminista chilena de 2018.

La productora Fábula tiene la particularidad de apropiarse de complejas e importantes temáticas para Chile, le quita la dimensión política y lo convierte en caricatura. Por ejemplo, en la película No (2012) la premisa es que la publicidad fue el factor clave para derrocar al dictador y no la movilización popular durante la década del ochenta que costo vidas. Y en El Conde (2023), el detestable dictador chileno es representado como un vampiro y el “sugar daddy” de una joven monja.

Bajo esta premisa, el director Sebastián Lelio (Una mujer fantástica 2017, y la mejor aún, Prodigio 2022) se arriesga con La Ola (2025). La historia se centra en Julia (Daniela López), quien sufre acoso por parte de Max (Lucas Sáez Collins), el ayudante de canto, tanto en la universidad como fuera de ella. En su inicio observamos un encuentro casual a las puertas del departamento de él, pero el abuso no se visualizará. Ella intentará sacar la voz, pero algo la retiene. Sin embargo, a raíz de las experiencias de mujeres y disidencias, lo irá logrando gradualmente, y dicho atropello saldrá a la luz en el testimonio de la protagonista. Esto derivará, mediante la coreografía y la música, en la toma de la principal universidad del país, en el marco del movimiento feminista chileno de 2018, y las causales serán la incapacidad de la administración por canalizar estas denuncias hacia la justicia.

Hay una serie de temáticas que se abordan superficialmente como la intersección de género, el nulo apoyo familiar al activismo, la clase social y permanente costo que significa alzar la voz en Chile. También, el feminismo burgués es retratado de forma negativa, ya que se muestra complaciente con las autoridades y poco representativo. Se deja en evidencia el liderazgo consciente y el curso de atención plena (mindfullnes) como recurso fuera de lugar para estas demandas. Además, se critica con dureza el enfoque de los medios de comunicación les dan a las denuncias, sin el cuidado que la profesión exige.

El universo técnico intensifica la idea de estar ante una “realidad falsa” del feminismo, no hay cuestionamiento entre lo verdadero y lo falso, porque se diluye la experiencia del abuso en pos del entretenimiento. Esto se nota cuando resuelven el caso de forma repentina, con la policía y autoridades bailando de forma delirante, o cuando un personaje femenino utiliza la palabra “sororidad” tan forzada que el espectador la percibe como un meme. Esto convierte a la película en una fórmula marketera sobre el feminismo.

Después de haber visionado en el Cine Arte Normandie, el mayor desacierto de La Ola (2025) de Sebastián Lelio es haber convertido una movilización política en un musical. Este género está diseñado para el espectáculo y el consumo comercial, la cinta desvía el mismo discurso de rebeldía que pretende mostrar: la brutalidad de las denuncias y la difícil batalla por modificar las leyes. Con esto, la película no solo falla en plasmar el movimiento feminista, sino que lo debilita políticamente, ofreciendo una versión que prioriza el simulacro y lo artificial por sobre la reflexión, y que se expresa más como una mercancía que un reflejo de la vivencia real.

 

Ficha técnica.

La Ola, 2025

Duración: 129 min.

Dirección: Sebastián Lelio

Guion: Josefina Fernández, Manuela Infante, Sebastián Lelio, Paloma Salas

Reparto: Daniela López, Avril Aurora, Lola Bravo, Paulina Cortés, Thiare Ruz, Amparo Noguera, Florencia Berner, Renata González Spralja, Amalia Kassai, Néstor Cantillana, Enzo Ferrada Rosati, Tamara Acosta, Susana Hidalgo, Lucas Sáez Collins

Música: Mathew Herbert, Javiera Parra, Anita Tijoux y Camila Moreno.

Fotografía: Benjamín Echazarreta

Compañías: Coproducción Chile-Estados Unidos; Fabula, Fremantle Media North America, Participant Media