lunes, 5 de diciembre de 2016

Crítica literaria: "OK muchachos vengan a bailar"

Pinochet Boy
Rodrigo Ramos Bañados (Antofagasta, 1973)
Narrativa punto aparte Ediciones, 2016. 162 pp.
Por Gonzalo Schwenke
"Aquí los apellidos sirven de etiqueta para saber quién eres,
de dónde vienes o por último si tienes el dinero o el respaldo (lo llamaría prestigio) suficiente.” (9)

La política-económica impuesta por la dictadura cívico-militar a través de los Chicago Boys, se sintetiza como la privatización de los recursos nacionales para satisfacer las demandas del mercado internacional. Así, cuando llega la Concertación al poder perfeccionan el modelo mediante los Tratados de Libre Comercio (TLC). Es decir, el proteccionismo estatal se anula y el país navega al ritmo de las potencias económicas a las que les suministramos materias primas.

Pinochet Boy (2016) es la cuarta novela del antofagastino Rodrigo Ramos Bañados. Periodista de la cadena mercurial, ha publicado previamente Alto Hospicio (2008), Pop (2010) y Namazu (2014). Continuando con su proyecto literario, los que se caracterizan por la concentración de personajes en un ambiente atosigante, colmado de trepadores y precariedad. En ella se manifiesta cómo el modelo ha configurado las vidas de los habitantes desde el ámbito laboral hasta las relaciones íntimas y sociales. La ciudad del desierto, es el paraíso de quienes están ligados a la empresa minera más importante del territorio.

El volumen está dividido en cinco partes, segmentación que está demás ya que los temas entre capítulos se trastocan. Durante toda la obra, la narración se sitúa a través de la voz de Leonidas, quien aparece observando y esperando el regreso de Sol, el personaje relata las vivencias de Pedro (40 años), un frustrado escritor que considera que la literatura es un medio para escapar de la realidad; de Mirko, periodista, músico y dealer, crece entre colegios y escuelas donde es discriminado por ser huérfano paterno, se crió en medio de una familia evangélica y no puede salir del país por adeudar a su universidad en Dicom, para luego deambular en labores mal remunerados. En una ciudad transformada en el paraíso transformado en “el sueldo de Chile”.

En este tipo de sociedad, todo el que tenga dinero o apellido de prestigio será admitido dentro de un alto grupo social, sino lo detenta será discriminado. Los militares y el empresariado dominan el paisaje desértico, quienes están vinculados al Opus Dei y simpatizan con la obra del dictador Augusto Pinochet: “la estampita de Escrivá de Balaguer era frecuente en las oficinas de los poderosos de la ciudad” (38) Los demás querrán tener aquel tipo de éxito medible por el mercado social.

Uno de los personajes que busca alcanzar la esfera de influencia social es el director de la orquesta: hipócrita, doble estándar, arribista y misógino. Vive de la importación de alimento para perros y la dirección de la orquesta es un pasatiempo. De esta manera, se codea con los empresarios y las mineras los que en un afán de apropiarse de la gran cultura la equipan y la mantienen para escuchar anualmente: “Radetzky March”, o sea, el arte al servicio del arribismo degradante que se repartido entre la iglesia y el mercado.

Si el jefe prototipo tiene afanes déspotas, los subordinados serán capaces de soportar el abuso constante de la tiranía de los jefes, esto debido al endeudamiento y a la escasez de trabajo predominante y que moldean el carácter temeroso de los asalariados. Ese miedo que mueve al país forjado por las carencias y desigualdades, pero que en este volumen está supeditado a la industria de la minería. Los que no están relacionados viven la neoesclavitud en la que el cargo es tan precario que a los empleados se les pagan “con vales de supermercado” (45)

Mientras muchos piensan que los totalitarismos desaparecen, el neoliberalismo se instala como un espectáculo radiante donde el pensamiento es colonizado por un frágil espesor económico y una situación de conservadurismo. Ambos elementos determinan el rango de influencia.

Dentro del panorama cultural nortino aparece una serie de personajes, los que destacan los artistas marginales o malditos que están fuera de todo, el escritor de best sellers llamado Chaqueta quien aprueba o rechaza a otros escritores emergentes, vinculado con la minera realiza talleres y desfila por ferias del libro del norte; Campbell, un publicista progre que negocia su trabajo artístico con la minera, entre otros.

El desarrollo de las relaciones sociales está a cargo de las mujeres quienes emplean con gentileza la astucia y el oportunismo para negociar con el sujeto que tiene determinado poder y sacar provecho de las posibilidades: “A la académica (...) le pareció machista una opinión de Pedro y lo mandó a la mierda, pero a Pedro le pareció contradictorio que ella tomara café con Chaqueta, quien era un machista declarado.” (25) y “sol impostaba el tono de voz cuando hablaba con alguien importante para su trabajo” (77).


Pinochet Boy es una novela que hostiga al lector con densidad atmosférica, que al utilizar flashforward (el nulo uso de estos recursos en común parece novedad), mantiene la narración en una regularidad sobresaliente. Los personajes otorgan un mapa general y verosímil a la ciudad del norte y en los que el narrador personaje se sitúa con naturalidad a observar sin la necesidad de escarbar demasiado. Un libro destacado.

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