jueves, 2 de febrero de 2017

Crítica Literaria: Tiempo quebrado (2016)

“Te juro que te adoro y en nombre de este amor y por tu bien te digo adiós.”

Tiempo quebrado, Pedro Staiger. Editorial RIL, 2016, 212 pp.

Por Gonzalo Schwenke

Un libro que exuda lugar común.-

“El adjetivo, cuando no da vida, mata.”
Vicente Huidobro.

Un libro de cuentos y tres novelas cuenta en su haber Pedro Staiger (Santiago, 1942). Piloto jubilado y escritor. Tras pasar por numerosas escuelas literarias chilenas comprendemos por qué el éxito no lo determinan los talleres, ni está ligado con calidad literaria, puesto que, para esta lectura se requiere paciencia y buen estómago para sobrellevar estas 212 páginas.

La novela Tiempo quebrado (2016) nos presenta un verdadero melodrama literatoso. La línea argumental está basada en el clásico: “te juro que te adoro y en nombre de este amor y por tu bien te digo adiós.” Tras veinte años de distancia, los protagonistas se reencuentran fortuitamente en el Central Park, de Nueva York. Ahora Jorge es un excomunista relamido, exiliado por la dictadura chilena e Isabel, ha finalizado sus estudios de piano. Allá en Europa se conocen, se enamoran y conviven por algún tiempo hasta que el destino le da clarividencia a Jorge, quien da por finalizada la relación: “desde aquella tarde en parís, cuando creí despedirme, cuando traté de explicar con una torpe carta que lo nuestro no podía seguir.” (12).

Los protagonistas de la novela se establecen dos voces que se van intercalando por capítulos. La historia puesta en boca de sus protagonistas resulta ser, en términos generales, similares porque se basan en una verborrea acérrima, llena de descripciones, extensos recuerdos que son contados de manera pasajera, usando pésimos adjetivos y en la que las comparaciones parecen ser la clave para una mejor narrativa. Ellos disfrutan de la ostentación y las divagaciones en espacios eurocéntricos los que disfrazan de temores sobre una historia en común. Con una capacidad única de describir las cosas de tal modo que parezca un lujo estar en aquellos lugares cosmopolitas para compartir “un expreso colombiano de tueste oscuro”, y “un capuchino con sabor de avellanas” (19). Una prosa anacrónica digna de alumnos enamorados.

No todos consiguen narrar sin aburrir: “más de veinte años habían escurrido del reloj de arena de nuestras vidas” (9), “dimos con un lugar que ofrecía tal variedad de sabores y torrados que nos dejó sin respuesta” (19), “era abdicar voluntariamente al juicio, abandonarse al sentir y dejar del lado de afuera de la ventana el mundo entero y todas sus miserias.” (97) y “tal vez nos podamos responder que todo estaba escrito, que nada hemos inventado…” (210) De esta manera, Staiger destaca en cada párrafo del libro por el uso de lugares comunes y retórica simplona. Objetivo que se cumple con excelencia de manera sostenida y constante.

El mundo de Isabel la alta burguesía está sometido a una constante recriminación del sujeto femenino, siempre menor y anteponiéndose al castigo interiormente: “Ese aperitivo innecesario y absurdo que se me ocurrió” (63), “nunca podré aceptar el hábito” (64), “me arrepentí de inmediato” (107), y “tantas cosas absurdas cruzan la mente de una mujer abandonada.” (109) Encontramos un sujeto femenino diezmado, en estado de discordia consigo misma desde lo cotidiano hasta las relaciones familiares, e incluso en el abandono de Jorge: “mi padre no estaba bien de salud y el dolor que le causaba su hija sería excesivo para él” (111). Ella encara la situación de madre soltera en Europa. En tal sentido, se confronta al espacio simbólico del castigo familiar que viene desde el espacio materno, quien a su vez, representa la norma social de la clase acomodada: “No tuvo el coraje para preguntarme quién era el padre de su nieto (…) de todas las reacciones posibles, era esta la más castigadora.” (114) y “le respondí una sola vez a sus interrogantes y la herí profundamente con la tajante solicitud de que no se metiera en mis problemas…” (137). De esta forma, las relaciones femeninas se desarrollarán en conforme a la normativa masculina con cierta aprensión y preocupación.


Finalmente, Tiempo quebrado opera de dos formas: primero el sustento está determinado “el adjetivo que no da vida, mata” y, segundo, la excesiva información, una constante. Lejos de cualquier pertinencia y precisión, la novela lleva a lo más alto la idea de que el destino pone en un trance histórico a personajes que irremediablemente deben confrontarse. Una ficción con la que debes convivir, donde la problematización se debe anular y posteriormente arrepentirse, una voz adherida a la Concertación noventera, quienes regresaron del exilio para emborracharse con el mercado. Olvidar es la consigna, la memoria supone desconsuelo que es dañino.

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