sábado, 8 de abril de 2017

Crítica Literaria: “Mi profesor se está volviendo loco”

 Ricardo Nixon School, Cristian Geisse Navarro. Emecé ediciones, 2016, 144 p.


Por Gonzalo Schwenke

La malla curricular propuesta por el MINEDUC para terceros y cuartos medios y que se encuentra actualmente en “consulta”, aboga por un nuevo diseño de enseñanza donde problematiza el “ámbito académico que ha tomado el aprendizaje y la propia fragmentación del contenido”. Una clara señal que promueve el clima antiacadémico, antiintelectual y la anulación del pensamiento crítico en los espacios de educación, lo que obedece a una política estatal bajo el imperio del neoliberalismo, para impedir objetivos y el desarrollo de habilidades en los tres ejes fundamentales de la asignatura de lenguaje: lectura, oralidad y escritura. En términos prácticos, Lenguaje y Matemática ven reducidas las lecciones a dos horas semanales.
Ricardo Nixon School (2016) es el sexto libro de Cristian Geisse (1977). Desde las primeras páginas damos cuenta del rumbo que toma la novela. El protagonista es melomaniático, pusilánime, aspirante a literatoso pero licenciado en Letras, quien debe enfrentar el mundo laboral a los treinta años (gracias a la insistencia de Andrea, la pareja), en un establecimiento educacional de mala reputación y que solamente la clase política como la nuestra subvenciona.
El relato se focaliza a partir de lo que ve el protagonista durante el año escolar. Sin embargo, existen dos quiebres: primero, la relación entre el Terry y Laura. Él es un perro que asiste al liceo y ella, el amor secreto del profesor y el comienzo del delirio: “en vez de robarle la mina al Terri, me caí al litro cada vez más seguido” (81). Segundo, lo que desemboca en el fin de la relación sentimental con Andrea, al burdo estilo del escritor Charles Bukowski. En ambos casos no hay asuntos que resaltar, más que el deplorable sistema escolar en el liceo situado en Viña del Mar: “la sostenedora también cobraba cien pesos los diez minutos por usar la sala de internet que tenía en el piso de abajo” (99), por ende, el camino hacia el desenlace es apocado.
Si “condorito” es un humor añejo, esquemático y que rara vez cambiaba la fórmula cuando Pepo estaba vivo, mucho menos ahora, estando muerto. El presente volumen muestra una sucesión de caricaturas que poco y nada tiene que ver, con el acto de hacer parodia sobre el ejercicio de la educación chilena. En él, presenta un mundo donde los docentes no aprecian a los alumnos, ni menos buscan el desarrollo de las habilidades de los mismos, más allá de revisar el grado de responsabilidad al cumplir con la tarea dada para la casa. Si esto es entretenido, la escritura pechoña llega a su punto máximo, con la estigmatización de los personajes desde el estilo de ropa, formas sociales, económicas y familiares.
La utilización del delirio del narrador como procedimiento literario para ahondar en las desventuras del narrador que camina hacia el abismo, es un germen balbuceante que representa la incapacidad del sujeto para la resiliencia, como afirma la letra de la canción: “mi profesor se está volviendo loco” de Jorge González. En tanto que, el relleno de páginas y más páginas, a través del fluir de conciencia, para relatar incidentes que no ocurren pero son deseables y que no tienen ninguna ponderación en el relato. En ambos casos, los recursos utilizados de manera insistente son caminos que no son logrados.

Es así que, incluso el meme “vamos haz algo” tiene mayor dinámica. Ricardo Nixon School (2016) contiene una trama elemental, el personaje principal sostiene una visión limitada y estúpida debido al tipo de narrador que no quiere crecer, y que por corolario, los personajes planos no logran desarrollarse ni menos hay profundidad. Por lo que esta obra se va directo al despeñadero.

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