sábado, 25 de febrero de 2017

Crítica Literaria: La comunidad de los marginados.

Xampurria, somos del lof de los que no tienen lof, Javier Milanca Olivares. Pehuén ediciones, 2015, 121 p.


Por Gonzalo Schwenke

La palabra huilliche “xampurria” (como se señala en la introducción) hace referencia a la doble identidad que cohabita en el sujeto, es decir, no pertenece a lo chileno ni a lo mapuche. Este desarraigo territorial y simbólico, evidencia la negación y menosprecio por los orígenes mestizos del individuo. A partir de esto, Javier Milanca (Valdivia, 1970) pretende vencer perspectivas reduccionistas desde la emergencia de dicho mestizaje y utilizando la tradición oral, lo que le permite manejar de manera destacada los tiempos narrativos.

Xampurria, somos del lof de los que no tienen lof (2015), es un volumen de cuentos divididos en relatos largos (epew) y breves (pichi epew), que se constituyen como una revelación literaria. Este tercer libro, se encarga de visibilizar la ausencia del orden posmoderno que destaca por la frivolidad pomposa, enfrentándolo con el realismo social, sin metáforas ni redundancias, donde mujeres y hombres son parte del escalafón más bajo de la pirámide neoliberal. Por consiguiente, transitan su cotidiano estando arrinconados en el desamparo, la marginación y la muerte. Dicho esto, la única salida que les va quedando es la insubordinación debido a la propia estrangulación que promueve la estructura del capital que discrimina y posterga.

La memoria ancestral da cuenta de historias de una nación que ha sido ultrajada por la constante violencia estatal. En “la herencia de Evaristo Paichil”, el poder despoja al derrotado del derecho más mínimo: sepultar a los muertos: “seleccionados a gatillo por sus verdugos, a vuelos y abuelas no les alcanzaron a hacer el rito de sepultura con las Llangkas para que su Püllü encuentre el reposo, y sus huesos insepultos se perdieron en medio de los remolinos (…)” (23) Dando cuenta del proceso de colonización y aniquilación de los indígenas (Wallmapu) entre Chile y Argentina. El acto de negación de esta situación tradicional, lo podemos localizar con ciertos grados de similitud con nuestra historia reciente, tras la sistematización de aniquilar personas tras el golpe de 1973.

La fortaleza femenina es otro de los aspectos transversales en la obra. Si el orden masculino se ve socavado por la explotación y frustración, la mujer cumple un rol fundamental, puesto que, emerge como pilar en una narración desgarradora del mundo popular: “La viuda Quilaqueo se convirtió en una mujer abnegada. Sacrificando su propio cuerpo se convirtió en una invencible lavadora de ropa ajena…” (30) Estos personajes no tienen tiempo para melodramas porque deben sobrevivir a un contexto que es violento para sus propias vidas: “Llevaba una vida poblada de chiquillos andrajosos, medios piluchos, piojentos y sarnosos, criados a la munda.” (37)


Finalmente, el libro tiene una riqueza de saberes y testarudez frente a la muerte, lejos de tópicos folclóricos y donde no llegan los discursos para aspirar al primer mundo. El mayor mérito se basa en el dominio y espontaneidad para mostrar las comunidades sin tierra y en estado de resistencia en el sur de Chile. Xampurria (2015) viene a confirmar que el panorama social no ha cambiado y las denuncias que se exponen en las narrativas como en Quilapan de Baldomero Lillo y en el roto de Joaquín Edwards Bello se mantiene sobre el pueblo mapuche.

Crítica literaria: "Lo demás fueron los árboles y el viento"

Lo demás fueron los árboles y el viento, Rubén González Lefno. Simplemente editores, 2016, 212 p.

Escucha, yo vengo a cantar 
Por aquellos que cayeron. 
No digo nombre ni seña, 
Sólo digo compañeros. 

Solo digo compañeros de Daniel Viglietti

Por Gonzalo Schwenke

Lo demás fueron los árboles y el viento (2016) es la cuarta obra de Rubén González Lefno (Valdivia, 1950). En el presente libro, el narrador protagonista se presenta veinte años después de ocurridos distintas acciones políticas por parte de colectivos de izquierda y recuerda las operaciones y los recursos desplegados en la zona sur del país para hacer frente al horror de la dictadura. Una historia significativa pero que ha sido olvidada por parte de la población: como el asalto al cuartel en Neltume o el primer apagón en la zona sur del país.

El foco está en los desplazamientos de los milicianos a través de las ciudades, poblaciones y accidentes geográficos, quienes intentan articular diversos objetivos que puedan desestabilizar la dictadura. Así, podemos leer viajes dentro del país, traslado de armas, organización y secuestro de camiones para entregar el contenido lácteo en las poblaciones. Esto pese a que los medios de comunicación están en directa orden al régimen fascista.

Es mediante la confrontación con el orden social impuesto por la dictadura que conocemos el grado de violencia en el ambiente, ya que la narración de focalización externa, no da cuenta sobre la envergadura de los actos del grupo, sino cuando ejecutan las metas acordadas o deducen sobre los seguimientos que son parte de los servicios de represión del régimen.

El desarrollo de las relaciones del conjunto está determinado por puntos de contacto que ordena la estructura del partido. Dichos encuentros a pleno luz del día y en diferentes ciudades, exigen que los combatientes estén atentos a la vigilancia de la CNI y militares. Famosos por ejercer una tortura y desaparición sistemática de cuerpos humanos: “sesiones interminables de golpes, picanazos eléctricos, nuevas golpizas, más picana… pero el interrogatorio no conseguía avanzar más allá” (129). De igual forma, caminan con cuidado, protegiéndose para no caer mediante constantes cambios de nombre y vestimenta.

Los constantes errores de edición permiten que el contenido se desplace a un segundo plano. Este manuscrito está lleno de ripios, adjetivizaciones y el uso indiscriminado de guiones explicativos en cada hoja. Lo que demuestra las inseguridades del escritor, ya que las descripciones caen en la cháchara y su sintaxis es de nivel de primero medio: “El conductor del camión calculó que en las dos cuadras siguientes debían seguir existiendo los hoyos en el terreno tanto tiempo dañado y sin atisbo de que la autoridad tuviera intención alguna de repararlos” (56). Las reiteraciones y redundancias en el uso del léxico se muestran desde el inicio. De tal modo que en las páginas 11 a 15, encontramos palabras repetidas: desplazar, minuciosamente, contentos, grupos y horror.

La estructura de la obra es insostenible en varios pasajes. González Lefno despliega saltos temporales pero a continuación, existen cambios de locaciones sin la debida oblicuidad literaria que permita otorgar continuación a la lectura. De esta manera, los sucesos que dan contexto se enuncian pero no se describen pese a que los personajes dialogan en torno al tema, porque los temas se dan por hecho sabidos pero no han sido investigados. No basta con buscar testimoniar a los sujetos que detentan este tipo de información si no existe investigación que otorgue ambientación al relato.


Lo demás fueron los árboles y el viento (2016) es una novela testimonial sobre la insubordinación de jóvenes sureños que lucharon contra la dictadura, pero nunca sabremos las características que los diferenciaban entre sí, el espesor dialógico que los unía y promovían, o los obstáculos de la naturaleza de quienes bajaron de la montaña. La plusvalía literaria se ejecuta desde el registro de esta Historia pero que se pierde en el alboroto de la escritura que despunta por estar señalada desde un lugar cómodo y timorato.

jueves, 2 de febrero de 2017

Crítica Literaria: Tiempo quebrado (2016)

“Te juro que te adoro y en nombre de este amor y por tu bien te digo adiós.”

Tiempo quebrado, Pedro Staiger. Editorial RIL, 2016, 212 pp.

Por Gonzalo Schwenke

Un libro que exuda lugar común.-

“El adjetivo, cuando no da vida, mata.”
Vicente Huidobro.

Un libro de cuentos y tres novelas cuenta en su haber Pedro Staiger (Santiago, 1942). Piloto jubilado y escritor. Tras pasar por numerosas escuelas literarias chilenas comprendemos por qué el éxito no lo determinan los talleres, ni está ligado con calidad literaria, puesto que, para esta lectura se requiere paciencia y buen estómago para sobrellevar estas 212 páginas.

La novela Tiempo quebrado (2016) nos presenta un verdadero melodrama literatoso. La línea argumental está basada en el clásico: “te juro que te adoro y en nombre de este amor y por tu bien te digo adiós.” Tras veinte años de distancia, los protagonistas se reencuentran fortuitamente en el Central Park, de Nueva York. Ahora Jorge es un excomunista relamido, exiliado por la dictadura chilena e Isabel, ha finalizado sus estudios de piano. Allá en Europa se conocen, se enamoran y conviven por algún tiempo hasta que el destino le da clarividencia a Jorge, quien da por finalizada la relación: “desde aquella tarde en parís, cuando creí despedirme, cuando traté de explicar con una torpe carta que lo nuestro no podía seguir.” (12).

Los protagonistas de la novela se establecen dos voces que se van intercalando por capítulos. La historia puesta en boca de sus protagonistas resulta ser, en términos generales, similares porque se basan en una verborrea acérrima, llena de descripciones, extensos recuerdos que son contados de manera pasajera, usando pésimos adjetivos y en la que las comparaciones parecen ser la clave para una mejor narrativa. Ellos disfrutan de la ostentación y las divagaciones en espacios eurocéntricos los que disfrazan de temores sobre una historia en común. Con una capacidad única de describir las cosas de tal modo que parezca un lujo estar en aquellos lugares cosmopolitas para compartir “un expreso colombiano de tueste oscuro”, y “un capuchino con sabor de avellanas” (19). Una prosa anacrónica digna de alumnos enamorados.

No todos consiguen narrar sin aburrir: “más de veinte años habían escurrido del reloj de arena de nuestras vidas” (9), “dimos con un lugar que ofrecía tal variedad de sabores y torrados que nos dejó sin respuesta” (19), “era abdicar voluntariamente al juicio, abandonarse al sentir y dejar del lado de afuera de la ventana el mundo entero y todas sus miserias.” (97) y “tal vez nos podamos responder que todo estaba escrito, que nada hemos inventado…” (210) De esta manera, Staiger destaca en cada párrafo del libro por el uso de lugares comunes y retórica simplona. Objetivo que se cumple con excelencia de manera sostenida y constante.

El mundo de Isabel la alta burguesía está sometido a una constante recriminación del sujeto femenino, siempre menor y anteponiéndose al castigo interiormente: “Ese aperitivo innecesario y absurdo que se me ocurrió” (63), “nunca podré aceptar el hábito” (64), “me arrepentí de inmediato” (107), y “tantas cosas absurdas cruzan la mente de una mujer abandonada.” (109) Encontramos un sujeto femenino diezmado, en estado de discordia consigo misma desde lo cotidiano hasta las relaciones familiares, e incluso en el abandono de Jorge: “mi padre no estaba bien de salud y el dolor que le causaba su hija sería excesivo para él” (111). Ella encara la situación de madre soltera en Europa. En tal sentido, se confronta al espacio simbólico del castigo familiar que viene desde el espacio materno, quien a su vez, representa la norma social de la clase acomodada: “No tuvo el coraje para preguntarme quién era el padre de su nieto (…) de todas las reacciones posibles, era esta la más castigadora.” (114) y “le respondí una sola vez a sus interrogantes y la herí profundamente con la tajante solicitud de que no se metiera en mis problemas…” (137). De esta forma, las relaciones femeninas se desarrollarán en conforme a la normativa masculina con cierta aprensión y preocupación.


Finalmente, Tiempo quebrado opera de dos formas: primero el sustento está determinado “el adjetivo que no da vida, mata” y, segundo, la excesiva información, una constante. Lejos de cualquier pertinencia y precisión, la novela lleva a lo más alto la idea de que el destino pone en un trance histórico a personajes que irremediablemente deben confrontarse. Una ficción con la que debes convivir, donde la problematización se debe anular y posteriormente arrepentirse, una voz adherida a la Concertación noventera, quienes regresaron del exilio para emborracharse con el mercado. Olvidar es la consigna, la memoria supone desconsuelo que es dañino.