lunes, 14 de febrero de 2022

CRÍTICA: Las cartas de Samanta (2020)




Las cartas de Samanta (2020) de Diego Silva López (Valdivia, 1988) es una novela situada en Madrid donde la protagonista lleva una independencia económica y vida heterosexual activa. Ella se emplea como lectora de una editorial española en la que debe recomendar manuscritos que podrían ser publicables, incluso erotiza al compañero de trabajo, Ítalo. En el intertanto, aparecen dos tramas secundarias: la violencia en el pololeo/matrimonio y anécdotas en el mundo editorial.

Mientras lee poesía de autores hispanoamericanos con especial énfasis en Vicente Huidobro, también suple la incapacidad de conectar con su propia vulnerabilidad enjuiciando a las personas desde una perspectiva prejuiciosa y obsoleta. La protagonista muestra que la forma de representar a los demás personajes es plana y estática, en la que carecen de complejidad psicológica: desde los compañeros de trabajo, pasando por los amoríos hasta el interés romántico.

El primer libro del Silva López construye una visión de mundo ajena a lo contemporáneo, porque la protagonista habla sobre otras mujeres como “verdadero caballo de raza fina”, o “Iris, la solterona de 45 años que ya se le pasó el tren y su infinita cantidad de vagones”, apología a la violación: “Me imaginé que me encerraba y me lanzaba sobre la mesa para violarme y que lo disfrutaba desde el principio”, o la confusión de que el orgasmo solamente se llega mediante la introducción de un objeto: “También he pensado en comprarme un dildo o consolador, o pene de plástico o como quieran llamarlo (…) si al final, un buen orgasmo también me lo puede dar un pepino”. Si no era suficiente con esto, la aporofobia está escenificada en el recuerdo de la visita de un escritor famoso que visita a la universidad: “lo vi llegar entre muchos pobres de la facultad”. Dando cuenta que, para el creador, “los pobres” no solo tienen la capacidad de leer, sino que existen y tienen acceso a estudios superiores.

De a poco, aparecen relatos y conversaciones sobre violencia en el pololeo y matrimonio, los que siguen una línea propia de constatar el hecho y no tienen mayor injerencia, sino como trasfondo en la novela. Además, la aparición del conflicto aparece tardíamente junto con las cartas que dan el título a la obra. Son cartas anónimas que relatan violencia intrafamiliar, argumento que llega a un punto protagónico y que es resuelto, por el autor, de una manera poco óptima, porque la protagonista es personaje estático.

Por largos pasajes nos sumirá entre el acto de coger y follar, lo que significa deformaciones de una literatura comercial que está lejos de la literatura erótica. Porque si van a aparecer nuevas copias de personajes teniendo sexo y llegando al orgasmo (como si fuese la única finalidad), mejor buscar un erotismo provocativo y de calidad, en tanto la mayor forma literaria en el campo del deseo, ha sido la descrita por la autora chilena María Luisa Bombal en la última niebla.

Una de las subtramas no desarrolladas es el desempeño de Rita Andaluz, la presidenta de la editorial hispana, y el tabú que significa instalar escritores en la sección espectáculos de los distintos medios de comunicación a cambio de un porcentaje por dicho trabajo: “Si por algún motivo los textos tenían impacto en los lectores de las revistas, ya sea para una entrevista o contratación de ellos en algún medio de comunicación, Rita los contactaba y ‘apadrinaba’, cobrándoles una comisión por cada publicación hasta el fin de los días”. De igual modo, las reuniones de las editoriales (oligopolios) para analizar el mercado de publicaciones y novedades sin competir.

Las cartas de Samanta tiene potencial por la temática de violencia que elabora, pero que queda en eso, en una somera constatación acusativa. Es complejo valorar positivamente un personaje que transita con fruición entre el clasismo, el racismo, lo aporofóbico y superficial a más no poder, incapaz de comprender sentimientos ajenos para revivirlos para sí mismo, sin caer en el mismo comportamiento del siglo pasado.

 

Las cartas de Samanta

Diego Silva López

Valdivia, 1988

Editorial Dokumenta

2020

138 páginas.

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