sábado, 26 de julio de 2025

Novela “Maule” de Trinidad Castro: la infancia rural en Chile

 


Maule (Editorial De la Lumbre, 2025) de Trinidad Castro (Curicó, 1985) es una novela que evoca la infancia rural en Chile. No es cualquier niñez la que nos presenta, sino una con privilegios, hija de padres empresarios del rubro agrícola y con un bienestar distinto a las otras personas que la rodean.

La obra está construida por múltiples fragmentos donde no se señala el inicio o final de cada recuerdo. Aunque la memoria no es lineal ni completamente confiable, predomina un tono optimista y de gratitud hacia la infancia. Dicha etapa de crecimiento transcurre sin mayores preocupaciones, donde el personaje principal y sus hermanos se dedican al juego y son atendidas por las empleadas domésticas que siempre las mimaron, incluso por sobre los hijos propios.

La narrativa se enfoca en el ensimismamiento del sujeto femenino donde no interactúa con personas diferentes a ella, ya sea por curiosidad o negación. Esto moldea su identidad y visión de mundo. No hay un colectivo y si aparece, la protagonista está lejos y no se involucra: “Luego venían los temporeros y los camiones. Nosotros mirábamos desde el camino cómo llenaban las gamelas que canjeaban por fichas de póker y después las fichas por la paga y una hogaza de pan” (38). Tampoco se observa problematización del sistema laboral en el campo chileno, debido a que, estas situaciones están higienizadas, mientras que la patronal, a través del sistema de pago, ejerce un control económico-material que influye en la sociedad rural.

Parece que optar una voz infantil evita abordar las dimensiones políticas que implica crecer en un entorno con prerrogativas. Es decir, que tenga acceso a un baño con alcantarilla y, en cambio, su amiga de juegos, la inquilina Jessi, dependa de un pozo negro, resalta los contraste y visibiliza las desigualdades, colocando de esta manera en evidencia las contradicciones que el neoliberalismo celebra y justifica.

La obra tiene un enfoque que permite una exploración más personal, de agradecimiento y asombro, pero tampoco hay una mirada crítica de hechos que conforman el pasado, sino más bien, se presume: “Nos recibían como reinas cuando acompañábamos a papá, y nos traían un tazón de plástico con leche tibia y un pan con palta que era distinto al que comían los niños de ahí” (40). No solamente hay una distinción de clase sino también, una situación hedónica donde hay diferenciación y sobresalgo.

La “Ñora” es la empleada de casa que mayor tiempo acompañó a la protagonista, ella fue leal a los patrones y crió a los cuatro hijos hasta que estos se fueron de la casa, o del país. En el relato la narradora la recuerda con añoranza en los años en que estuvo bajo su cuidado, su preocupación y los afectos. Durante aquel tiempo se generó un importante cariño hasta su muerte: “La Ñora se murió en la noche. Estaban sus hijos, estaba mi hermana. Yo seguía lejos” Se observa la imposibilidad de no poder acompañarla en los últimos días, pero también un grado de expiación, mediante la escritura para subsanar, el peso de la culpa al no alcanzar a agradecer lo trabajado hacia ellas.

La escritura sobre la infancia en un tono autoficcional resulta siempre evocador, íntimo y propicio para explorar la memoria y purgar castigos, porque la mayoría de estas literaturas transitan por la edad de oro de la infancia donde hay un intenso vínculo con sus progenitores/cuidadores. Esto sucede en Maule (2025) de Trinidad Castro, la narrativa se presenta como una trama porosa, ya que nos revela un paisaje idílico, aparentemente inocente y lejos de la composición de la sociedad maulina. Sin embargo, tras esta fachada, la autora inadvertidamente refleja una desigualdad profunda en el Chile rural, una realidad que los padres contribuyen a mantener.

 

Maule

Trinidad Castro Amenábar

88 páginas

Editorial de la Lumbre

2025.

 

martes, 8 de julio de 2025

Telepunga (2025) de Arelis Uribe: cuentos arriba de la pelota




Varias bandas de música, antes de lograr reconocimiento, graban un considerable número de canciones y seleccionan las mejores. Con base en estas experiencias y producciones musicales, disponen de material para su segundo disco. Así ocurrió con Nirvana, que tras realizar numerosos conciertos con el álbum Nevermind (1991), la banda contó con material suficiente para publicar Incesticide (1992).

Tengo la impresión de que Telepunga (Los libros de la mujer rota, 2025) de Arelis Uribe (Santiago, 1987) viene de la misma camada que su primer libro de cuentos. Al igual que en Quiltras (Los libros de la mujer rota, 2016), se repite la narrativa testimonial sobria, donde los afectos y la candidez juegan un papel determinante en la convivencia social.

Esta vuelta también se entiende como un proceso transversal, ya que regresa a una editorial pyme tras la publicación de la novela de autoficción Las heridas (Emecé, 2021). Además, coincide con su vuelta al país después de completar sus estudios de Escritura Creativa en Nueva York.

Estos nueve relatos, tienen en común las desigualdades sociales, el abuso del patriarcado, la precarización laboral, una educación estricta que fomenta estereotipos y jerarquías sociales. Dentro de esta literatura minimalista, los personajes que retrata Uribe corresponden a una generación parcialmente abandonada, sin apoyo emocional. Provenientes de comunas periféricas estos jóvenes se encuentran en su mayoría, sin apoyo familiar.

En el primer cuento, “La escopeta”, el protagonista debe asumir responsabilidades a la orden del padre que se enorgullece si protege el hogar ante su ausencia.

En el relato “Miss Lola”, se refiere a Dolores Verdugo, profesora de Historia en un colegio de clase media y aspiracional, donde la enseñanza se ejercía a la antigua, es decir, la educación basada en tener disciplina y memorizar fechas relevantes.

En “Cuarto Medio”, tres amigos y una amiga se gradúan y se emborrachan hasta el olvido en algún sector de la ciudad, dos de ellos abusan de la excompañera de curso a vista y paciencia del protagonista.

En “La posta”, Paula y Julián han cumplido con todos los objetivos de clase media, salvo tener un hijo. Un día cualquiera ellos se encontrarán con Jennifer, una joven que está pasando por un mal momento y con carencias afectivas. Paula la acompañará a la posta para enterarse de la triste realidad que la rodea.

En “Nos quedamos a solas”, la protagonista mantiene conversaciones en diferentes momentos con el maestro pintor Mardoqueo, quien le ayuda a limpiar la casa, y con el profesor Pancho, Técnico en Educación Parvularia y con síndrome de down.

En “Casa de muñecas”, el protagonista visita la casa familiar de su novia, la Jose. Allí también se encuentran sus primas menores, entre ellas Catalina, a quien distingue no solo por su aspecto físico: “tenía cinco años, era menuda y bien proporcionada”, sino por su carácter silencioso. La voz situada en el sujeto pedófilo señala que la menor es la que se acerca de manera demostrativa, por lo que sitúa al protagonista como víctima.  

La elección de adentrarse en la perspectiva del narrador pedófilo, provoca compartir su manera de pensar ante la ausencia de juicio condenatorio. De esta manera, brindarle espacio y visibilidad como una víctima de los encantos de una niña implica defenderlo.

En “Solo para argentinos”, una estudiante chilena describe lo que significa adaptarse a otra cultura y no tener los papeles en orden al momento de ingresar a la universidad. Sin embargo, por el tono y la perspectiva empleada, pareciera estar deslumbrada por la cultura argentina, sin reservas.

En “Trenes”, la joven protagonista lidia con las decisiones de sus padres y por ello, toma responsabilidades en la nueva dinámica familiar. La figura paterna se muestra como un padre impoluto e incólume, evidenciando una dependencia emocional que no ha sido superada.

El último cuento, “telepunga”, que da nombre al volumen, la narradora describe de manera fehaciente y con un tono de optimismo la situación laboral en una cadena de pizzas. Desde una perspectiva realista social se presenta a través de la forma de narrar los hechos, la precariedad laboral para los jóvenes, la animosidad entre las mujeres y las dinámicas entre trabajadores universitarios.

La obra emplea el lenguaje coloquial chileno, al utilizar expresiones como “bacán”, “pescar al toque”, “apanador”, “guachita”, “cuídala vos”, “tomamo la 210”, “pechar” y “poto”. Las jergas nacionales, permiten caracterizar a los personajes, otorgar más credibilidad a la obra, visibilizar la riqueza de nuestra lengua que en muchas ocasiones es menospreciada.

Telepunga de Arelis Uribe evidencia confianza y disposición en su línea creativa. Los relatos se consolidan principalmente más en la trama que en el desenlace, presentando una fluidez técnica y un amplio abanico de modos narrativos. Esto, sin embargo, no se refleja significativamente, porque son abordados de manera estos temas como algo trivial, sin mayor reflexión.

 

Telepunga

Arelis Uribe

2025

Editorial Libros de la mujer rota.

116 páginas.