jueves, 21 de agosto de 2025

Crítica Literaria: Quejido, canto y arrullo (2023) de la poeta mapuche Yeny Díaz Wentén

 


Quejido, canto y arrullo (Editorial Garceta, 2023) de Yeny Díaz Wentén (1983)

Los poemas de Yeny Díaz Wentén (Los Ángeles, 1983) en Quejido, canto y arrullo (Editorial Garceta, 2023) salen a la luz después de la pandemia por el coronavirus, por lo que no es extraño que una de las temáticas desarrolladas sea la vida y la muerte. Distinto es que, el lugar de la casa sea un campo de batalla y también de refugio donde se teje un universo poético personal y contemporáneo sobre el cuerpo, la memoria familiar y la resiliencia de las mujeres.

El poema “El hombre y el poeta” introduce una voz fantasmal que se niega al olvido, persistiendo más allá de la muerte física. Dicha persistencia subraya el poder de la poesía para resignificar experiencias violentadas, transformando epítetos deshumanizadores en afirmaciones de identidad. Así, el poema simboliza la transmisión intergeneracional de un legado vital que desafía la aniquilación y el temor al mañana

En el poema “Beatriz González Vilches” la descomposición del cuerpo de la joven asesinada por la pareja en Rengo, simboliza la brutalidad del acto. El hablante se apropia de la violencia para convertirla en un acto de denuncia y un recordatorio de cómo la violencia puede despojar al cuerpo de su integridad, convirtiéndolo en un espacio del recuerdo.

En “Las tres”, el cuerpo femenino no se descompone, sino que se “agrieta como las granadas maduras” para dar vida. El cuerpo es un espacio de fortaleza y creación, demostrando que la misma materia puede ser vulnerable también tiene el poder de dar vida. El uso de estos procesos biológicos y corporales permite abordar la complejidad de la experiencia humana, desde el dolor y la muerte hasta el nacimiento.

La casa no es solo un espacio físico, sino una metáfora compleja del “yo” poético femenino y de la memoria ancestral. Alberga miedos, traumas y heridas de generaciones, lo que la convierte en un espacio fragmentado y roído. Sin embargo, a través de las labores cotidianas, las mujeres construyen y resisten las estructuras patriarcales, transformando la casa en un refugio de lo íntimo y un lugar de supervivencia.

Las habitaciones de esta casa albergan “miedos heredados de mis padres”, “los abusos con sus dueños” y “partes del hígado, trozos de corazón, placentas”, lo que revela que más que ser un lugar de resguardo, funciona como un depósito del trauma y la herencia vivida durante generaciones solamente por ser mapuche.

En el poema “Las Tres” el hablante celebra vínculo y la regeneración de la vida femenina. La imagen de una mujer que “aprieta los labios y cierra los ojos” y “le toma la mano y esa mujer vuelve a respirar” revela la ética del cuidado y el apoyo mutuo en las relaciones entre mujeres. La descripción del parto donde “Esa mujer como un río que rompe trae a otra mujer consigo”, con la mujer que “se agarra y se agrieta como las granadas maduras rojas deliciosas a gritos a jugos”, exalta el cuerpo femenino como epicentro de creación y transformación. La “semilla infinita de sí misma” conceptualiza a la mujer como una fuente perpetua de vida, multiplicándose y extendiéndose a través de sus descendientes, lo que desafía las nociones patriarcales de linaje y herencia para proponer una genealogía femenina.

En el universo poético abundan las referencias a las partes del cuerpo (“huesos”, “pelvis”, “manos”, “ojos”, “pecho”, “cuero” y “caderas”) y a los procesos biológicos (“gusanillos hormigas, chanchitos de tierra espigas brotes pájaros y tierra dentro de las órbitas de mis huesos”, o a la fluidez vital en los “jugos”). Explora la fragilidad del cuerpo para impedir que las experiencias de violencia y trauma sean olvidadas, busca conectar la descomposición con los ciclos naturales de vida y muerte y sirve para reafirmar la humanidad y la vitalidad de quienes fueron deshumanizados.

En “Despedida”, el duelo se escenifica en un entorno natural “rasposo”, donde el paisaje y las emociones del hablante se fusionan en una simbiosis entre lo interno y lo externo. La muerte del vacuno, un animal que es el “rey de las pezuñas plateadas”, se convierte en un evento cósmico en el que el viento y la tormenta son participantes activos.

Además, el poemario utiliza la naturaleza de manera constante, nombrando flora y fauna para que interactúen con el cuerpo, representen emociones y a menudo estén personificadas. El acto de cortar el vínculo con un cuchillo en un “pasto rojo” implica una comunión con la tierra y sus ciclos de vida y muerte, borrando los límites entre lo humano y el paisaje.

Quejido, canto y arrullo (2023) se alza como un canto a la adaptación del espíritu frente a la adversidad. Con un tejido poético denso y polisémico, el hablante desarrolla la metáfora de la casa en la que desentraña los hilos del trauma heredado y la memoria, mostrando cómo la confrontación con lo abyecto puede ser catalizador para fortalecer y perpetuar la vida, cimentadas en la conexión con el linaje y el entorno natural.

 

Quejido, canto y arrullo

Yeny Díaz Wentén

Editorial Garceta, 2023

88 páginas

domingo, 10 de agosto de 2025

Crítica de libros Chañar (2025) Gabriela Ocaranza: por las calles de Copiapó.


Al leer Chañar (Editorial La Calabaza del Diablo, 2025) de Gabriel Ocaranza Rojas (Copiapó, 1995) lo primero que salta a la vista es su estructura fragmentada, compuesta por innumerables capítulos breves y donde los fenómenos naturales como la camanchaca, desde Caldera a Copiapó, desde la costa hasta el valle, cubren un manto sigiloso de historias no contadas.

El formato de la obra combina la crónica, la narrativa y la prosa poética. Para esto, emerge la figura del paseante urbano, “el flâneur”, que recorre las calles de Copiapó y plasma sus impresiones en frases cortas y párrafos escuetos, consolidando un estilo marcadamente minimalista.

El caminante recorre y convive con los habitantes de a pie y viaja en buses interurbanos, converge en la Plaza de Armas entre rancheras, corridos y ventas de “chucherías”, retrata el abandono Teatro Windsor de Chañaral y la situación andrajosa de la cultura local, el Museo Mineralógico y la anécdota de la piedra falsa mostrada en la televisión, los perros abandonados que circulan por la ciudad mordiendo a las camionetas rojas de la minería, rescata y valoriza a poetas, teatreros, actores, el paso de distintos circos por la ciudad y el local de completos quemado completamente.

Este minimalismo en la crónica problematiza la forma en que observa a los habitantes. El volumen no establece mayor distinción entre peruanos y colombianos, lo que da cuenta de que no hay mayor interacción con la diversidad de los residentes, de igual modo, descarta la presencia indígena, porque, en el mejor de los casos, está reducida a influencias y reapropiaciones lingüísticas.

El poblado se encuentra en un entorno donde los fenómenos naturales predominan y dictan el ritmo de vida de los habitantes. Esta conexión con la naturaleza se plasma en la frase: “Desde las costas de Caldera viene entrando la camanchaca a Copiapó”. Esta neblina costera del norte de Chile, no es un mero detalle climático, es una condición que se impone. Su llegada desde Caldera hacia el interior es un evento que envuelve las calles y da identidad.

Desde Caldera hasta Copiapó la zona es reconocida por su aridez, un rasgo distintivo del desierto de Atacama en Chile. Sin embargo, esta condición desértica no impide la dualidad de lo árido y la fertilidad de los naranjos, una realidad que se ve vívidamente reflejada en sus atardeceres.

Como señala este volumen: “Las tonalidades del anaranjado abundan en el ojo copiapino como si en el firmamento creciese fuerte un naranjo”. Aquel que enuncia opta por no describir las esperables polvaredas de la pampa, sino que enfatiza cómo la percepción de los habitantes ha internalizado el entorno anaranjado de su realidad.

En esta crónica hay una voz personal que visibiliza la historia de la ciudad de un modo singular, al referenciar de modo implícito el estilo de Nicanor Parra: la lucidez desencantada y el lenguaje de la antipoesía: “El mineral de Chañarcillo saldó la deuda de Chile, pero nos dejó puros deudos”. Esta ironía y pragmatismo desoladora no solo rescata un hecho histórico de la bonanza económica que el Chañarcillo aportó a Chile, sino que tras esto, está la paradoja de un progreso fatuo, en la que se cimentó sobre la pérdida de vidas humanas.

Chañar (2025) contiene una mirada crítica y mordaz sobre un Copiapó desaliñado y fascinante por la naturaleza que somete a lo humano. Sin embargo, hay un tono ingenuo y candoroso sobre el estado de la cultura en el presente, lo que implícitamente sugiere un pasado de gran esplendor. Junto con esto, la obra ambientada en la región de Atacama, rompe con el dominio de las autoficciones de clase media santiaguina, contribuyendo así a expandir y descentralizar la literatura chilena.

Chañar

Gabriel Ocaranza Rojas (Copiapó 1995)

Editorial La Calabaza del Diablo

2025

48 páginas.

domingo, 3 de agosto de 2025

Crítica de libros: Novela “Laudes” (2025) de Celso Iturra: soledad, crisis de identidad y desconexión social.



Celso Iturra Avendaño (Pudahuel, 1994) más conocido como Xelsoi y creador de contenido en redes sociales, lanza su primera publicación en serio con la novela Laudes (Editorial Imaginistas, 2025).

El protagonista de esta novela es Natanael, un joven gay que vive con Paula, compañera de vivienda en Santiago. La vida del personaje central, gira en torno a una rutina monótona, pues su trabajo de freír papas en un restaurante de comida rápida parece ser el ancla principal. No hace críticas sobre su empleo; más bien parece haberse resignado a él, aceptando la aparente satisfacción que ha ido construyendo a su alrededor.

Su vida social es limitada. No se integra en ninguna comunidad, y apenas, interactúa con colegas y algunos mensajes esporádicos que encuentra a través de aplicaciones en internet. Esta desconexión es una elección silenciosa, porque Natanael se ha entregado por completo a esta forma de vida, donde la soledad es una constante, pero una que parece no querer o no saber cómo romper.

La narrativa de Iturra intenta ser recargada, recurso que aparece de manera fútil y no se desarrolla por completo: “El placer azota como un terremoto las paredes de Natanael -más bien sus tabiques, de la hechura mezquina que caracteriza la codicia inmobiliaria-”. Si bien el intento de usar este recurso es literariamente atractivo, la falta de consistencia debilita su impacto.

El protagonista atraviesa una crisis de identidad en la que se siente invisible y sin valor para el resto. Esta invisibilidad lo lleva a un ensimismamiento doloroso, donde su única interacción con el mundo gay es a través de la observación silenciosa. Escucha, mira y desea a otros hombres en silencio, sintiendo que él no pertenece a ese grupo de “hombres de verdad”:

“Gabriel también era un hombre de verdad. Aunque su ropa nunca combinaba, siempre se veía bien. Nunca se callaba y siempre estaba hablando de algo importante, como política o plata. Tomaba mucha cerveza, pero su abdomen se mantenía plano, sólido. Fingía una voz más grave de la que le salía y, cuando se estiraba, sus oblicuos aparecían debajo de su polera como una flecha en dirección a su entrepierna”.

De este modo, se evidencia cómo las imágenes de internet que el protagonista consume influyen directamente en su vida, al replicar los patrones de identidad masculina que la sociedad y el mercado imponen. Las características de hombría que se ofrecen son superficiales y estereotipadas, lo que promueve un modelo inalcanzable.

Esta introspección lo sumerge en una autopercepción negativa, que se ve agravada por un apetito sexual insatisfecho y desmedido: “Natanael, en cambio, no conseguía encontrar al hombre en sí mismo: sus manos le recordaban a las de un niño por lo suaves y gordas, jamás hablaba primero en una conversación y no sabía hacer ninguna gracia”. A pesar de masturbarse regularmente (ya sea con el condón de su compañera de casa o el calcetín usado), la mirada de sí mismo como un hombre deseable y la constante comparación con los demás lo mantienen atrapado entre la frustración y la soledad.

Sin embargo, esta búsqueda de encontrarse y sentirse cómodo resulta incauta. Natanael no se integra en colectivos de gustos similares, se limita a mirarse el ombligo. Esto ha moldeado su personalidad, volviéndolo tímido, abstraído y confuso. Su mundo se ha reducido a la pantalla del móvil, donde el deseo y la realidad se confunden, dejándolo más aislado que nunca. Debo agregar que el impacto en las pantallas móviles y la falta de habilidades sociales deriva en relaciones complejas y la desnaturalización del personaje, puesto que no tienen control emocional para resolver conflictos de manera oportuna, sin tener que sacar los trapos sucios al sol innecesariamente.

Celso Iturra aborda amplios temas como la soledad, la crisis de identidad y la desconexión social en el mundo digital, los encuentros casuales entre hombres o el interés por observar lo íntimo en el Santiago donde los departamentos parecen mediaguas de concreto.

Más allá de la verosimilitud de la cultura gay, Laudes (2025) presenta debilidades estructurales que afectan el mensaje: Natanael es un ser unidimensional, dominado por el narrador omnisciente, incapaz de rebelarse en el Chile neoliberal que lo ha convertido en una figura plana cuya única motivación lo vuelve superficial. Celso Iturra pierde la oportunidad de tener una voz reveladora y crítica, ya que eligió simplemente la banalidad de las crisis sentimentales por falta de sexo.

Laudes

Celso Iturra Avendaño (Pudahuel, 1994)

Editorial Imaginistas

2025

118 páginas.-