domingo, 9 de septiembre de 2018

Crítica Literaria: Cuerpos sociales en la poesía de Maha Vial


Los cuerpos sociales de postdictadura en la poesía de Maha Vial[1]

Por Gonzalo Schwenke
Profesor y crítico literario.

Maha Vial es poeta, actriz y performance valdiviana con estudios en la Universidad Austral de Chile. Publicaciones: La Cuerda Floja (1985), Sexilio (1994), Jony Joi (2001), Maldita Perra (2004), el Asado de Bacon (2007) y Territorio Cercado (2015).





Una pujante economía se instala en Chile. Los números dan para todo, es la década de los malls, la cultura del endeudamiento y el despojo. Son los noventas donde nada pasó y el control social estaba en manos del mercado, la iglesia y las instituciones castrenses. Un doble discurso de ambivalencia y simple que buscó anular las manifestaciones divergentes.

La presente trilogía literaria publicada durante el período postdictatorial en Chile, problematiza el campo sexual en circunstancias que la sociedad chilena continuaba estando bajo la vigilancia de la dictadura, por lo que esta escritura promueve una ruptura a las plantillas conservadoras y da voz a las disidencias sexuales.


En Sexilio (1994), el trabajo poético se basa en imágenes tangibles, instalando un lenguaje realista, obsceno y anti hegemónico, en los que destacan los encabalgamientos y donde el concepto sexual es la fragmentación de los sexos para romper con las prohibiciones. Es ineludible recalcar que para la poética, los procesos de liberación del cuerpo femenino, se basa a partir de la autoexploración sexual, por lo que el cuerpo representa el vehículo de independencia. Así mismo, el hablante lírico se aleja de las relaciones socioculturales hombre/mujer y profundiza sobre las múltiples sexualidades, erotizando a partir de los sudores de los cuerpos De modo que, el sexo y la libertad se confunden anulando los roles de subalternidad.
La representación de las voces femeninas siempre ha sido una preocupación para la escritura, posicionándose en sectores periféricos. En el volumen aparece la figura de la trabajadora sexual en su perorata vulgar, encarnada como cuerpo femenino público a plena luz del día pero es silenciada y excluida. Esta figura representa la ausencia del desarrollo social en una pujante economía de libre mercado: “buscando en miserias esquinas/las rasgadas caricias de un burdel”. De esta manera, el amor y el placer solo se encuentran en el burdel, lugar representativo de transacciones comerciales y donde las identidades que se rentabiliza están vacías de ideologías, por lo que este constructo social mantiene a estos cuerpos a la deriva, en una situación de precarización y en continuo tránsito.


En Jony Joi (2001) el hablante es el sujeto errante sin domicilio fijo, envuelta en la inestabilidad material, distanciándose de la década del noventa y de los éxitos económicos. Por el contrario, el volumen señala la liberación sexual a principios del siglo XXI, en el que da cuenta de las emergencias de las disidencias sexuales, visibilizándolas en la siempre difícil provincia y la condición de subordinación en relación a un tipo de sociedad estática.
Los cuerpos femeninos de suburbios todavía están relegados como las dueñas de casa, las prostitutas, las lesbianas y las mujeres psicológicamente trastornadas de la calle: como la Rosa Moca y la Lala, dos personajes marginales quienes vivieron entre la década del 60 al 80 en Valdivia y que se caracterizaban por lo deslenguadas, anacrónicas e irreverentes que vociferaban a grito pelado en la plaza de la República.
Este libro está divido en cuatro capítulos, contiene un profuso trabajo creativo donde está presente el pastiche, los caligramas, los neologismos, las intertextualidades con la cultura popular, las que están desplegadas en más de cuarenta dibujos, caricaturas y collages. Otro recurso que aparece, son las múltiples voces de nombres femeninos (alrededor de veinte) todas relacionadas con espacios de desamparo, a la intemperie de la mugrosa esquina. Las herramientas mencionadas borran buscan anular al sujeto tradicional, fragmentándolo y desarmando los límites usuales de la sociedad, lo que es un claro síntoma de los cambios que se están desarrollando en contexto de comienzos de siglo apelando a las carencias del presente.


Por otro lado, en Maldita Perra (2004) la hablante emplea el vocablo “perra” en tanto representatividad peyorativa en el espacio de doble marginalidad: género y ciudad. Es decir, el cuerpo femenino continúa siendo el lugar de lucha en busca de autonomía, se hacen indiscutibles las enunciaciones sobre la decadencia de la belleza y la juventud, sumando la figura de penurias en el símbolo de la perra en círculos sociales que viven en la calle, alimentándose de lo último que le queda de dignidad y el esplendor va quedando en el pasado.



[1] Parte de este trabajo fue leído en el Coloquio de Poesía chilena realizado en la Universidad de Chile, agosto de 2018.

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