Hotel Montana y otros cuentos (2021) de Rafael Gumucio
(Santiago, 1970) está integrado por nueve cuentos y un posfacio en el que
despliega lo aprendido en las lecturas del canon latinoamericano del cuento.
Sin embargo, no basta con emularlos si la autonomía del mensaje que instala en
el universo literario se basa en frases como temer a dos guardias haitianos. El
narrador en su perturbación mental, afirma: “su hambre, su odio de espectros
sobre los espectros a punto de matar a esa mujer solo porque es blanca, solo
porque tienen esa fuerza, solo porque no saben qué otra cosa hacer que matar a
palos lo primero que encuentran”. ¿En serio el mundo que escenifica el autor va
a repetir patrones anticuados como la ilusión de la superioridad moral de un
país sobre otro? ¿La xenofobia, el tema de clase social, entre otros, pueden
prevalecer en este siglo XXI? Esto no es plan Z, ni las columnas publicadas en
distintos medios.
Este libro tiene historias familiares, no obstante; la
relación con la madre es un tópico de nunca acabar. Especialmente en el relato
“Una explicación”, porque configura el hijo dictador de emociones hacia la
progenitora inestable. Reparando en el sentir tras un rompimiento amoroso y
maltratándola sin tapujos: “Solo hay una cosa peor que ver a mi madre
enamorada, y es ver a mi madre abandonada (…) Yo pensé que esta vez había
madurado, que había aprendido su lección”. En el desarrollo del eterno diálogo
del hijo con la expareja, emergen dos personajes precarios, en una escritura
simple y una rígida narrativa que se pierde en el desenlace.
La literatura de Gumucio constantemente ha intentado
indagar en el significado de lo femenino desde la masculinidad, con espantosos
resultados como narrador menoscabado y timorato. Aunque a muchos les parezca
cándido, no es más que una extensión lúgubre del deseo resentido. En efecto,
estos cuentos resumen un cuarto de siglo dedicado a la escritura en paralelo a
las novelas. A diferencia del trabajo de las memorias familiares donde
evidencia clase social, exilio, etc. y hay mayor soltura como en Mi abuela, Marta
Rivas (2013), esta nueva entrega no contiene irreverencia, inteligencia ni
menos el humor del que alguna vez alardeó. Careciendo de estos elementos, solo
va quedando un esqueleto rudimentario que ya ha sido leído antes.
En “La música de los vecinos”, Mario Vergara y
Catalina prueban un queque de marihuana; el protagonista explora sus propios
miedos y entra en una vorágine inaudita. De esta manera extiende su amplio
campo técnico para llenar el relato con diálogos directos y estáticos, porque
su desparpajo imaginativo es un delirio que sitúa al protagonista en la voz de
Catalina, a modo de espejo/reflejo de sí mismo: “Sal de aquí, sal, hijo de
puta. ¡Estás loco, completamente loco!”. Lo que claramente refrenda lo dicho en
esta crítica.
El resto de los cuentos sobre el exilio en “Amapola” y
“una niña completamente rubia”, de situaciones cringe (morir de vergüenza) en
“la puerta” y “I understand”, tienen una estructura, a estas alturas, ya
comprobadas y mediocres en el que los personajes se meten en problemas corrientes
y, por alguna suerte, salen airosos.
Hotel Montana y otros cuentos de Rafael Gumucio tiene
el mérito de ser considerado entre los mejores peores libros del año, superando
holgadamente al defenestrado libro Demonio de Roberto Ampuero. Un intelectual
mercenario con derecho a resucitar en Chile. Esta obra representa no solo una
narrativa anacrónica, sino también, un entusiasta libro de ficción de baja
calidad donde el papel impreso tiene más valor.
Hotel Montana y otros cuentos
Rafael Gumucio
Literatura Random House
152 páginas.
Precio de referencia $12.000