Cuando hablamos de Valdivia, se le
reconoce como un lugar armónico para vivir; un modelo sustentable en base a la
relación con la naturaleza. Siendo esta una fachada, porque las formas de
socializar pertenecen a una rutina de pueblo, muy distintas a las que el
progreso desea instalar. Digamos que se mantienen ritos y ceremonias normativas
de la administración, pero en las poblaciones se repite la forma de vida tal
como en otras localidades del sur profundo. Y, hablamos de zonas llenas de
árboles donde va quedando alta presencia de la naturaleza y una incipiente
gentrificación en torno a determinadas ciudades.
Estas observaciones preliminares
nace de la observación de discursos o clichés popularmente aceptados como “la
llave del mar del sur” o “la perla del sur” y enunciaciones hegemónicas que
sitúan a Valdivia como una de las mejores ciudades para vivir, según la
Encuesta Barómetro de los años 2019, 2020, 2021. Sin embargo, pese a los
cambios que está experimentando desde la firma de la nueva región en 2007, la
percepción social no corresponde a la abundancia laboral según el estudio sobre
la calidad de vida urbana (ICVU, 2022) que publicó la Pontificia Universidad
Católica y que señala que la comuna evidencia la falta de trabajo y de
oportunidades para hacer negocios. En términos de infraestructura, uno de los
más relevantes era la ausencia de edificios con mayor altura que la Catedral
hasta que llegó el casino (2009).
La literatura y los documentos que
hacen referencia a la colonización alemana considerada como gran impulsora del
desarrollo en el profundo sur y que está emplazada, en tanto discurso
hegemónico en la educación chilena, arraigada en los museos y protegida
patrimonialmente en el profundo sur. Así, sin contrapesos el análisis partió
por registros de ficción contemporáneos que hiciera referencia a la ciudad
lacustre y a su historia, con una visión crítica frente al embellecimiento que
genera en quienes que asisten a dicha localidad en su calidad de turistas.
Es interesante las determinaciones
del proceso colonizador de mediados del siglo XIX en las regiones de Los Lagos
y Los Ríos. Los documentos históricos sitúan esta política estatal como una de
las más exitosas que se llevaron a cabo y algunos, incluso podrían indicar de
una gesta heroica, debido a que las condiciones climáticas de la zona son
intempestivas pero favorables para la ganadería y el cultivo.
El padre Gabriel Guarda realiza una
lectura a considerar: “la colonización no fue una moderna migración de
desheredados de la fortuna provenientes de un país superpoblado, sino una
selección de hombres de trabajo que no obstante su exiguo número, transformó en
breves años la fisonomía de todo el sur” (68). Digamos más bien, que Carlos
Anwandter era farmacéutico, empresario, diputado y alcalde liberal en Calau y
como no encontraban espacios para sus ideas tras su participación en la
revolución de 1848, vio con buenos ojos emigrar de los reinos de Prusia.
La confianza del mismo Anwandter en
los diarios confirma que la administración chilena tuvo tolerancia con ellos y
esperaba que el mismo Manuel Montt, quien fuera uno de los articuladores de
este proceso, continúe apoyando cuando haya alcanzado la presidencia: “las
autoridades del gobierno se ocuparon de nosotros con gran deferencia. En primer
lugar, nos concedieron bajo condiciones favorables (...) garantizando veinte
años exentos de impuestos y ayuda a los pobres con anticipos de dinero o de
útiles de trabajo” (123). Así, los beneficios de poblar un lugar que destacaba
por su escasa intervención humana y profusos bosques nativos permitía el
progreso en toda la región.
Aquellas cartas que fueron
publicadas en Alemania buscaban incentivar y difundir el proceso experimentado.
Entonces, confecciona un catastro donde recomiendan lugares, tiendas y personas
en los puertos para evitar los robos y aumento de precios parciales para las
siguientes oleadas migratorias, no obstante, también describe las costumbres de
vida de los chilenos e indígenas que encontró a su llegada.
Continuando con las afirmaciones de
Gabriel Guarda, donde realiza un estudio lineal sobre el devenir de la ciudad
desde antes de la fundación, la quema de la ciudad, el posterior abandono y
recuperación de la misma. Asimismo, la entrada de Cochrane y la independencia
de los territorios, lo que significó la pérdida de réditos económicos, ya que
era la corona española quien sustentaba a las provincias. Desde conceptos
materiales y de infraestructura, desde 1820 hasta la llegada de los colonos
europeos, Valdivia no despegaba y estaba en franca decadencia: “Con la fusión
de las dos razas se transmite a la custodia de las nuevas generaciones chileno
germanas el cuidado de aquella vieja y rica herencia” (66). La celebración del
historiador comprueba el desarrollo económico que prontamente adquirieron los
valles y que se mantienen hasta hoy, tales como los bomberos, los colegios
alemanes, los clubes de la unión, desarrollaron la arquitectura, la
gastronomía, industrializaron los embutidos, las curtiembres, las textileras,
las cervecerías y un largo etc.
En el campo cultural, Valdivia ha
sido en gran medida fuente de inspiración para creaciones artísticas. En el
caso de la música popular, de las canciones que hacen referencia a la ciudad y
son parte del repertorio nacional del siglo XX, podemos señalar la tonada de Camino de Luna (1958) de Luis Aguirre
Pinto fue escrita por encargo del diario El Correo de Valdivia y fue grabada
por Ester Soré y el Cuarteto Llaima (1957) según fuentes de la página “Música
Popular”, Valdivia en la niebla
(1965) Patricio Manns, Lluvias del sur (1983)
de Schwenke y Nilo, Valdivia (1987)
de Tito Fernández, Regionalización
(1988) de Sexual Democracia, Volveré a
Valdivia (1998) de Eduardo Gatti.
Mientras que en literatura
encontramos publicaciones que referencian Valdivia de manera y/o lateral: el
libro de poemas Valdivia (2006) de
Galo Ghigliotto (1977), la novela Campo de Tiro (2012) y la plaquette de Hualve (2021) de Leonardo Videla (1978),
la novela Isla Queja (2022) de Daniela Senn (1986), ensayo-crónicas La magia del sur (2023) de Guido Arroyo
(1986), las memorias literarias Rewind
(2023) de Clemente Riedemann (1953), los poemas institucionales en Historia de Valdivia en octavas reales del
Puerta Iraola (2023) de Roberto Matamala (1950), entre otros.
La cuestión indaga en la existencia
de ejercicios literarios del siglo XXI que desmitifican y desconfían de la
versión oficial sobre Valdivia, tensionando el escenario idealizado por parte
de documentos historiográficos y aparentemente neutrales de la historia
oficial. Así, como el diario de viaje de Carl Anwandter: Desde Hamburgo a Corral. Diario de Viaje a Bordo del Velero Hermann (1°
edición 2001; 2° edición, 2021) y también, en el estudio del monje benedictino
e historiador Gabriel Guarda Geywitz en Un
Río y una Ciudad de Plata. Itinerario Histórico de Valdivia (1° edición
1965; 2da edición, 2023), ambos publicados por la editorial Universidad Austral
de Chile recientemente.
*El presente artículo es parte de un estudio mayor sobre la reescritura histórica en novelas recientes que referencian la ciudad de Valdivia, y por lo mismo está sujeto a modificaciones. Además, el presente fue leído en las Jornadas Literarias de la Universidad de Los Lagos, en mayo del 2024.
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