miércoles, 30 de diciembre de 2020

Crítica literaria: Estampida (2018) Bernardita Bravo

 


Hace poco leí la novela Sara (2019) de Maivo Suárez, comentaba que en ella, caracterizaba la dimensión de lo que significa la postergación de las mujeres, dentro de la arrolladora maquinaria del capital siendo productoras de diferentes y variadas relaciones. En este aspecto, no puedo dejar de pensar en el ensayo Contra los hijos (2018) de Lina Meruane, cuestionando el ejercicio de la maternidad en la literatura. Esta continua suspensión del “ser mujer” (entiéndase feminidades heterogéneas y sin definición) y la obediencia al orden social reduciendo las aspiraciones personales. Claramente, está la tendencia de escritoras que amplían la narrativa chilena reciente y demuestran distintas fases de liberación, de consciencia y cuestionando los ejes fundacionales como la familia y ser madre.

Estampida (2018) es la primera obra de Bernardita Bravo (Santiago, 1980). En estos nueve cuentos, hay una propuesta carente de dudas y de mayor vigor, porque los personajes femeninos se sacuden de las barreras conformadas por los estereotipos políticos y sociales: “Es sabido que las preocupaciones aumentan con la edad. El cuerpo se pone más rígido. La mente, difícil de aquietar. No se gana en sabiduría, la adultez es un retroceso” (25). De esta manera, escenifica múltiples femeninos, algunas sumidas en la táctica, en proceso de liberación de las trabas y tramas. Hay independientes, hijas esperando la muerte del padre decrépito, mujeres trastornadas por la muerte de la hija, “madres en retirada”, mujeres predispuestas, mujeres distantes, entre muchas otras. Po otro lado, aparecen los pocos materiales como los manuales de educación sexual siempre biológicos y deterministas, las referencias a los comportamientos de la madre o la figura masculina enlazándose lateralmente.

Este volumen de considerable virtud está lejos de ser políticamente correcto debido a la formas de refutar que estar lejos del cuidado de personas “no pesan”. Mientras que, para lectores conservadores provocará sorpresa y estupor este tono: “Su hija quiere que su padre muera de una vez. Ya ni siquiera soporta su olor. Porque ahora tiene olor a viejo, ese olor de ropa sin lavar, de cuerpo sin lavar, piel y huesos asediados por el exceso. Asear a un viejo no es fácil” (27). De lo anterior, es el caso de “la caída” en la que da cuenta de una compleja relación de la hija y su padre, pero con la narradora focalizada en la representación de la ancianidad, siempre laboriosa y decadente, pero con la determinación de otorgarle dignidad al estertor de estos cuerpos moribundos.

En estas narraciones hay desenvoltura, osadía y liberación de la educación de la dictadura, pero están los secretos que cada familia retiene. Es lógico que estos misterios sean, apenas pequeños destellos sobre la bruma. Bravo le saca potencia al escenificar ambientes de poca claridad y de tonos reservados.

Estampida es una obra singular, donde la narrativa se sitúa en protagonistas femeninas predispuestas a reflexionar, a formalizar tácticas de sublevación en el entorno para cambiar la suerte y pertenecientes a una clase conveniente, que les permita representar el cuestionamiento y postergación de las maternidades. Lo que hace significativo su lectura es que: primero, se enmarca en un contexto movilizador junto a las demandas feministas; y segundo, el libro de Bravo, da cabida a mujeres poderosas y llenas de argucia, siendo herramientas de transformación de mundos más liberales.

Estampida. Bernardita Bravo Pelizzola. Editorial Cuneta, 2018, 82 páginas.

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