Gabriela Albornoz (Linares, 1991)
presenta tajo (2021) de la editorial
Vísceras, cuarenta y dos poemas donde transitan imágenes maulinas, rituales
cristianos, la maternidad y violencias de ciertas periferias. La evocación a
las temáticas mencionadas conforma a su vez, una poesía en formación dado que el
hablante femenino suele buscar su identidad, hace referencia a su aprendizaje
durante la infancia, también el contexto cultural que significa lo rural y la
emergencia de lo citadino.
Leemos, por ejemplo, los incipientes
cuestionamientos externos a la familia con un tipo de maternidad cuestionada:
“en el colegio me preguntan/ por qué mi madre es mujer soltera” (12), o el
desconocimiento propio durante el aprendizaje más flexible: “pegar botones/ es
como dar besos/ dice mi madrina/ yo le pregunto/ a qué saben los besos” (26). Y
es que no hay una perspectiva crítica sino más bien el retraimiento, una voz
pasiva que acontece en la edad de oro de la infancia.
La alusión del nacimiento y el
vínculo con la maternidad está fuertemente atravesada en los siguientes versos:
“Mi madre me parió en una noche de San Juan/Rompió el ojal más tierno de su
vestido” (9), “Para comenzar la procesión/Veo los ojos del crucificado” (15),
“Guardo una estampita de la virgen/ y recortes del horóscopo” (16). El gesto
creativo está supeditado a las tensiones cotidianas, limitaciones sociales que
atraviesan el marianismo sincrético del campo chileno (que combina las
festividades cristianas y las creencias populares) y la robusta presencia de lo
femenino.
Lo masculino está relacionado por la
ausencia del padre, por algún tipo de violencia física o lo erótico-heterosexual
fortuito. Mientras que, las enunciaciones líricas de lo femenino como la madre,
la abuela o la madrina conforman potentes rasgos identitarios con el quehacer
doméstico: “solo escucho el canto/ de las mujeres que van a la feria”.
Así como muchas otras obras que
antecedente, la utilización del medio vegetal en la obra de Albornoz es
constante, no es la intención profundizar en cada una de ellas, están
incorporadas en el diario vivir y no como reapropiación: “Hay vapores de menta
tomillo romero” (14), “Tengo una azucena en las manos” (23), “Yo quiero ser
raíz de hinojo/ y descansar en la tierra” (31), “Adornada con ramitos de
lavanda / y quilmay” (32), “Levanto pequeñas cruces/ de ramitas de palqui”
(34), “Hoy caerá agua fresca/ sobre las matas de ruda” (38), “Le regalé una
hojita de albahaca/para marcarlo” (41). Por lo que, entre el hablante y la
vegetación hay una interacción en la que no se observa una perspectiva ecocrítica,
sino más bien, hay una convivencia candorosa y beneficiaria carente de cultura
originaria.
Los poemas de Albornoz representan
poesía en formación, que significa indagar en la identidad familiar, el
contexto social del hablante, desarrollar la poesía sobre el crecimiento
personal, tal como aprender a asumir supuestas responsabilidades como ser hija
de madre soltera en zonas que aún son tema, abordar el feminicidio o la
circunstancia de lo erótico entre cuerpos femeninos. Vemos en tajo un primer acercamiento a la poesía,
que no significa que sea desprovisto de calidad, sino que está en un proceso de
maduración, y que prontamente esperamos leer un volumen que confirme su
progreso literario.
tajo
Gabriela Albornoz
Editorial Vísceras
2021
60 páginas.-
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