Actualmente hay un desequilibrio bibliográfico en relación a los dos grandes fenómenos musicales en Chile: hay bastante sobre la Nueva Canción Chilena y bien poco sobre el Canto Nuevo, desde omisiones hasta menciones de manera lateral. Sin embargo, de a poco la generación que vivió la dictadura en la Región Metropolitana ha ido publicando memorias y registros de resistencia.
Hace un tiempo apareció en dos tomos la historia del “Café del cerro: miles de voces dirán que no fue en vano” y “arriba del escenario”, un volumen realizado por la periodista María Eugenia Meza y contado por los protagonistas. Una obra relevante que merece una mención porque va de la mano con el productor de la disquera que dio espacio al Canto Nuevo.
En CantoBueno, crónica de una canción (2023) la musicóloga y cantante Patricia Díaz-Inostroza recoge la voz de Carlos Necochea Navarrete, quien trabajó como director artístico y fundador del sello Alerce. Es decir, ambas voces tienen en común la lucha contra la dictadura; ella como artista, y él como productor que dio participación al Canto Nuevo en Chile.
El libro está dividido en dos grandes capítulos. El primero, “No hay revolución sin canciones”, aborda el periodo de crianza, adolescencia y el creciente grado de participación en la Peña de los Parra ubicada en Carmen 340, la implementación del catálogo discográfico “La semilla”, que buscaba producir, vender y distribuir música de aquellos cantantes y autores que hayan pasado por la Peña hasta el golpe militar.
El segundo, “Pueblo que canta no muere”, con el desmantelamiento del proyecto –en toda dimensión– de la Unidad Popular, el locutor radial Ricardo García le propone a Carlos Necochea formar parte del Sello Alerce y asumir la dirección artística. Así, produce y arma el catálogo del Canto Nuevo (movimiento musical con raíces en la trova cubana y herederos naturales de la Nueva Canción) para darle vida a la resistencia cultural. De esta manera, se relatan las emergencias de diversos grupos musicales, acompañado de revistas, conversaciones, cartas y gestos de resistencias en el marco histórico que significa el asedio cívico militar.
Hacia el final el volumen afirma: “aquellos que, además, ejercían la música y el canto profesionalmente necesitaban eso que hace posible que funcione el sector: la cadena de la producción musical y todo su ecosistema; y en esos años la realidad les era adversa. Lo más cercano que tuvieron a esos requerimientos profesionales fue el sello Alerce”, revelan el rol que cumplió la mecánica cultural y que actualmente no ha sido puesta en valor dada su complejidad.
Para una generación que vivió la dictadura Civil-Militar y reflejó el malestar mediante canciones durante un continuo estado de vigilancia policial, CantoBueno (2023) permite profundizar en el testimonio de uno de los forjadores del sello musical más importantes que ha dado el país (paralelo al sello DICAP en su momento), pero que, además, dio un canal de difusión que sorteó la censura de la época.
CantoBueno. Crónica de una canción. Patricia Díaz-Inostroza y Carlos Necochea. Autoedición, 2023, 400 páginas.
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