Acaba de aparecer la investigación de Jocelyn Maldonado Garay (1987) sobre la Violencia política sexual y terrorismo de Estado en la dictadura civil-militar en Chile: la genealogía oscura del neoliberalismo (LOM, 2024). Esta publicación tensiona los discursos hegemónicos y negacionistas que privilegian el bienestar económico actual de unas pocas personas que manejan el poder y han sido parte de la conformación del neoliberalismo chileno. Detrás de lo mencionado, la trama más compleja y mínimamente dimensionada, es la educación y profesión de torturadores sobre mujeres chilenas sometidas y explotadas por el brazo armado de la dictadura Civil-Militar en los distintos centros de detención y desaparición.
En el primer capítulo Maldonado Garay sitúa teóricamente la violencia política sexual (VPS): “es el tipo de violencia sexual que asume la forma de un cuerpo político institucionalizado formal o informalmente: Estados a través de su fuerza policial y/o ejército, organizaciones supraestatales ‘en nombre de la paz’, organizaciones paraestatales desde grupos guerrilleros hasta narcotráfico; también guerrillas revolucionarias o grupos de acción política que quieren imponer un ‘nuevo sistema’ o exterminar algún grupo humano catalogado como enemigo. Esta práctica ha sido utilizada como manera de imponer un orden y un control político sobre un cuerpo individual y social” (66).
En el segundo capítulo escribe en la línea histórica de los movimientos sociales (1957-1973), periodo que aborda la Toma de La Victoria como un hito a nivel latinoamericano. Luego analiza y describe la sociedad chilena durante la dictadura en tres periodos cruentos: los tres primeros meses del Golpe de Estado y que fue la búsqueda y detención de los cuadros políticos que apoyaron la UP, después los denominados “años de plomo” (1974-1977), y los años ochenta.
Vendrá entonces, el período de postdictadura dividida en cuatro secciones: la de Aylwin y La Oficina, la presidencia de Lagos, la fase del malestar y movilización social (2011-2019) y el ciclo pandémico donde se refiere a la contención y al repliegue de las movilizaciones junto a la emergencia del periodo conservador.
El tercer capítulo disecciona la metodología del terror que el Estado promovió dando a los victimarios lo necesario para realizar su cometido, así también, reflexiona sobre el rol de las torturadoras que ocuparon espacios masculinos deben estar continuamente haciéndose valer. No solo es complejo suturar las heridas dejadas por lo más abyecto de la sociedad, sino que hay un alto mérito de los testimonios de las víctimas que hacen valer las memorias colectivas disponibles. Dicho lo anterior, la emergencia de estas voces revela no solo resistencia sino una alta resiliencia frente a un dolor en el que no hay justicia. Además, hay que señalar que algunas declaraciones han sido publicadas por otros libros de línea periodística, pero aquí, hay una obra de mayor profundidad en el análisis al ocupar una línea feminista y que la temática ha sido escasamente diseccionada.
Violencia Política Sexual (2024) es un aporte debido a que le da espesor a la profesión de la tortura, internándose y diseccionando el accionar sobre las prisioneras. Así, coloca en el centro del interés, un tema que ha sido nombrado de manera lateral como la VPS en mujeres en la dictadura y que recién podremos obtener el nivel de alevosía cuando liberen los testimonios en el año 2054 del Informe Valech.
Violencia Política Sexual
Jocelyn Maldonado Garay
2024
Lom Ediciones
260 páginas.
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