Gonzalo Schwenke
Profesor y
crítico literario.
Las conmemoraciones y homenajes son convertidas
rápidamente en nuevas formas de consumo, las que no respetan el dolor de la
población. De esta manera, es necesario repensar la importancia de los libros
que hablan sobre historias secretas, puesto que hasta el momento solo sirven
para disponer a consumidores para el espectáculo. No por nada, publicar este
volumen un día antes de los cuarenta y cinco años del golpe, significa lograr
réditos del morbo generado por este infame acontecimiento.
Dictadura.
Historia secreta de Chile (2018), es una
crónica que combina el análisis político, la experiencia personal y los setenta
y dos documentos presentes en la bibliografía sobre el gobierno de Allende, el
golpe de Estado, la dictadura y algunos puntos referenciales en el cambio de
siglo. Jorge Baradit toma más de veinte años de historia nacional para
reducirlos cinco capítulos de doscientas páginas, generando el efecto acorde a
lo que representa la dictadura cívico militar: horror y miseria para la
población.
La interpretación que realiza sobre el acontecer
político previo al golpe está basada en testimonios que forman parte del
respaldo argumentativo, poniendo en relieve la conspiración estadounidense y
posicionándose desde el pluralismo, el consenso y el diálogo propios de los
noventas.
No obstante, hay un trabajo investigativo desprolijo
que debilita al volumen. La ausencia de rigurosidad en la escritura, falta a la
verdad histórica que hoy en día, observamos en la derecha promoviendo la
posverdad. Al respecto, el periodista Fernando Velo publicó en su muro de
Facebook (7 de octubre) apreciaciones sobre los errores en que incurre el
libro. Ya que él fue uno de los primeros testigos que presenciaron el actuar de
las FF. AA. durante el golpe militar. La obra señala que “Carlos Altamirano, el
secretario general del PS, lanzó su discurso más incendiario y violento en una
concentración en el teatro Caupolicán” (64). Fernando Velo declaró que: “Carlos
Altamirano pronunció un inquietante discurso (el 9 de septiembre) en el teatro
Caupolicán cuando en efecto su participación la hizo en el Estadio Chile.” (sic)
Así mismo, el libro señala que “Altamirano estaba
reunido con el aparato militar del PS evaluando el pobre poder de reacción del
grupo en INDUMET” (71). Sin embargo, esto es desmentido por el periodista
porque el político estaba en el estadio de la CORMU, en Lo Valledor. Este punto
es sensible, puesto que es necesario esclarecer quienes fueron aquellos que
defendieron el gobierno. De modo que la industria metalúrgica será nombrada
varias veces como punto de encuentro de la comisión política del MIR para
organizar acciones armadas, pero dicho secretario no vuelve a ser mencionado.
También se señala que “se decidió un ataque frontal
por tierra con tanques que se movían por la calle Teatinos, la Alameda y la
Plaza de la Constitución, ametrallando con balas que perforaban los portones y
dejaban enormes agujeros en los muros centenarios del palacio de gobierno.”
(78) En tanto, Fernando Velo corrige que: “el día 11 los tanques entraron por
la calle Teatinos en dirección a La Moneda, cuando la realidad es que
ingresaron al perímetro del Palacio Presidencial por la calle Morandé y de allí,
uno se apostó en la calle Moneda casi a un costado del edificio del Seguro
Obrero; el otro se situó en la calle Agustinas de costado al edificio del
diario La Nación y el tercero estuvo recorriendo esas tres arterias.”
La ausencia de precisión permite que la crónica
sitúe a las fuerzas golpistas como superhéroes determinados en su tarea de
supuestamente liberar al país, como se pretendió dar cuenta a través de
símbolos, por ejemplo la circulación de la moneda
de la libertad desde finales del ochenta: “Los tanques dispararon cañonazos
contra los muros y las ventanas. Cada explosión sacudió las paredes, cayó
polvo, se hundieron lámparas, los muebles saltaron de sus posiciones. Más de
cincuenta obuses impactaron causando incendios, forados en la estructura.” (78)
Sobre este punto, Velo destaca que: “No hubo obuses ni disparos de cañón porque
al promediar las doce horas, cuando en forma definitiva se anunció que el
postergado bombardeo que se llevaría a cabo a las once que se efectuaría al
mediodía, los tres tanques abandonaron las inmediaciones de La Moneda para
escapar a las ondas expansivas producidas por los misiles aéreos. Asimismo eran
anticuados tanques Sherman usados en la Segunda Guerra Mundial.” Es decir, los
soldados terrestres que tenían un “tremendo poder de fuego” no se quedaron en
sus posiciones mientras actuaba la Fuerza Área sino que, retrocedieron para no
verse afectados por las explosiones de los aviones.
Aquí no se trata de ser historiador académico o
cronista, sino contar la verdad a partir de hechos concretos. El testimonio en
tanto argumento por autoridad, es un espacio que posibilita combatir la
posverdad. Es por esto, que Velo confirma que: “Baradit no es preciso al
pronunciarse sobre la guardia de Palacio que custodiaba el recinto y que
supuestamente le era fiel al presidente. Ellos, salieron en forma ordenada y
presurosa minutos después de las 11 de la mañana y tomaron refugio donde nos
encontrábamos casi una veintena de periodistas, en la SIAT.”
Dictadura.
Historia secreta de Chile (2018), es una
forma de hacer historia que desestima el testimonio de los ciudadanos que
vivieron estos periodos recientes, por lo que no es precisa sino que subestima
a los lectores. Finalmente, el volumen representa modos de construir discursos
para el mero consumo de una población que supuestamente anhela conocer la
historia del país.
Dictadura. Historia secreta de Chile. Jorge Baradit. Ediciones Sudamericana 2018, 200
páginas.
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