Para los que
conocemos el mercado educacional, existe la regla general de castigar con
expulsión a los estudiantes movilizados y de reintegrar aquellos que trafican
drogas. Este libro no habla de esto, sino que realiza cuadros literarios sobre
la vida de un tipo de profesor con alta verosimilitud, y que destaca: la
obsesión familiar por las Notas de Enseñanza Media (NEM) las que deben estar relacionadas
con el nivel de arancel escolar, los cuestionamientos adolescentes a las
órdenes establecidas, la ausencia de los padres, las depresiones de estudiantes
y la facilidad para obtener las pastillas, etc.
Si en No me vayas a soltar (2017), el profesor Antonio
sufre con alumnos de periferia y el sistema en general, en un relato que
todavía daba para mayor profundidad. Este antihéroe, continúa con la senda del
triunfo en la novela El sol tiene color a papaya (2019), ganador de un
flamante premio comunal. En la que más que obtener un mérito, es un error
constante exhibiendo los premios en concursos literarios o estatales los que
solo sirven para rellenar la solapa.
El relato se inicia con el diálogo de la inspectora
del colegio San Alfonso, que alerta acerca de una alumna problemática, en el
regreso del protagonista a un sector de alta plusvalía para ejercer la
pedagogía. Este establecimiento de doctrina católica, el narrador señala:
“recuerdo oraciones en el patio central, charlas instructivas para rellenar el
libro de clases, reemplazos a profesoras enfermas, conversatorios sobre
educación sexual” (13). Por lo que, los profesores están normados para ejercer
la norma que impone la normativa vigente.
Agustina es una alumna audaz, empoderada y busca lograr sus
propósitos sin escrúpulos tanto dentro del colegio como afuera. Ella está en
busca de su padre biológico, del que apenas tiene indicios: fue profesor preuniversitario
de su madre, el parto se realizó en EE.UU. y el apellido legal es de un amigo
cercano a la familia, entre otros. Entonces, el profesor ayudará a la alumna,
más bien por obligación que por placer, a hacer enlace sobre una relación padre
e hija debido a las exigencias familiares.
El proceso de filiación
o afiliación de Agustina pone a discutir las normas sociales privadas y
públicas de la familia, más bien, por el reconocimiento y los grados de
observación de lo que están haciendo los mayores. Es decir, el abuelo Octavio
está implicado en ventas de acciones que no se condice con el mercado y la
trama política de las boletas ideológicamente falsas. Mientras que la mamá
cultiva la vida sana en la modalidad de neohippie dentro de las posibilidades
de salubridad que otorga la región metropolitana: “Así de hippie anda la vieja…
hasta instaló una huerta en la casa y se vive alumbrando por unos tomates más feos
que la chucha” (25). En este sentido, emerge la dimensión de “lo privado
también es público”, representado en la nula responsabilidad de los apoderados
en sus espacios empresariales y también políticos, pues los mismos que apelan
por la libertad económica son los que evaden impuestos y son excesivamente
recelosos por la propiedad privada. El modo en que los apoderados determinan
sus decisiones empresariales y que terminan en la esfera pública, delimita la
forma de comportamientos de los alumnos entre ellos, lo que hace patente en
este volumen: “Los abogados del papá de Raimundo hicieron pública
una querella contra el papá de Vicente… el matrimonio del papá de Vicente con
la cuñada del papá de Raimundo y, finalmente, un desvío de fondos, una evasión
tributaria, un escape al extranjero y una demanda” (38). Generando, no solo un
conflicto en la convivencia escolar sino de pautas de conducta del ciudadano
del mañana, y que no está, establecido, en manos de los docentes.
Aquí, la
relación de género pone a discutir los moldes, ya que los tipos de hombres son
taciturnos y apocados continuamente, mientras que las mujeres son decididas y
suelen estar un paso delante de ellos. En este volumen existe una corrección de
ellas a los hombres y no precisamente en el espacio laboral.
El sol tiene color papaya es una obra que
continúa ampliando el subgénero, pero a modo de saga, la del profesor Antonio
en los colegios santiaguinos de mayores ingresos. Lo que no está mal, sino todo
lo contrario, ya que es una radiografía necesaria sobre las formas en que se
desenvuelven este tipo de lugares de privilegios. Sin embargo, al igual que No
me vayas a soltar, contiene similitudes en la estructura narrativa como los
18 capítulos breves, y un epílogo donde no es necesario explicar relaciones
innecesarias.
El sol tiene color papaya. Daniel
Campusano. Pollera Ediciones, 2019, 100 páginas.
Gonzalo Schwenke es profesor y crítico literario.
Recoleta, 2019.
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