"En Salsa Verde"
Iván
Espinoza Riesco (Santiago, 1955)
Valdivia
Ediciones, 2012.
129
Páginas.
Por Gonzalo Schwenke
En Chile, los
jubilados comienzan a ser una fuerza política cada vez más pronunciada, ellos
concilian los recuerdos en los parques y plazas públicas, dan paso a los
recuerdos de su corta juventud. Es así, que comienzan a plasmar en libros sus
memorias. Algunos los incentivan a jugar a la literatura, sin tener las
capacidades ni las responsabilidades que proveen el fondo y la forma de la
escritura. Tanto narradores como poetas, creen y expresan sin tapujos, que la
escritura es más o menos un acto místico para liberar tensiones, como si la
literatura fuese un ejercicio cotidiano como tirarse pedos y no un desarrollo
de creatividad literaria. Tal es el caso de Iván Espinoza Riesco (1955),
ganador del CONARTE (2012), con el libro de cuentos “En Salsa Verde” (Valdivia
Ediciones, 2012). Este es el cuarto título del autor, donde
se exhibe la experiencia de un hombre que, después del fracaso universitario,
se reinventa al interior de los cuarteles policiales como un efectivo de carabineros
que se enfrenta a su condición de
subalterno, a los ajustes de cuentas entre funcionarios, a la arbitrariedad de
los rangos medios y a la modernidad.
A lo largo de diez
cuentos, observamos un narrador protagonista encarnado en el hombre que ingresa
a la formación y al campo laboral como efectivo policial. En estos cuentos, se
pretende mostrar que cumplir con el trabajo es cumplir con las órdenes del
superior, o ejecutar debidamente el proceso de detención y en los que también el
delincuente, es ajusticiado por la fuerza pública durante los vacíos del
procedimiento. Tal como ocurre en “el callejón oscuro”, que muestra la
sensibilidad del narrador bajo el uniforme, que se ve obligado a formar parte del
apremio ilegítimo sobre un delincuente acusado de robo en hogar habitado. O “Tarumán”, un relato sobre un anciano acusado
de abusos deshonestos por parte de sus familiares, mientras que en el
intertanto, la condena es ejercida por carabineros a la espera de un dictamen
de las leyes en el lugar que corresponda.
Los personajes que
transitan en los cuentos son muchas veces descritos por sus rasgos y defectos,
dando cuenta que el narrador parece sentirse bastante cómodo en repetir los
estereotipos de índole peyorativos, lo que pavimenta el camino para que
los lectores vivan de los clichés y de las frases precocidas. En este punto, el
narrador es el resto de moralina pacata, que hace de juez y testigo durante
toda la publicación, que revela el abuso de recursos que ocurre dentro la institución,
pero también, se hace parte al reproducir las diferencias sociales expuestos en
los diálogos, como por ejemplo en el cuento “el Teniente Barril”. Un largo registro de anécdotas, en el que se
acentúan los personajes basados en el oportunismo y en las desgracias que
suceden en la Regional de Telecomunicaciones. O en “Trámites” (cuento finalista de concurso), donde se relata el
cambio radical de vida de un efectivo policial al ser trasladado con toda su
familia de la provincia a la capital, debido a necesidades de la institución.
Publicar este tipo de
libros, donde hacer memoria se confunde con la buena literatura, se está
haciendo costumbre en los anaqueles de la ciudad. Preferible sería que estos
volúmenes estuviesen dispuestos en las memorias familiares o en las
jubilaciones de los particulares, dada la carencia sustancial de habilidades
narrativas en su exposición.
Determinamos, que la
lectura de “En Salsa Verde”, no
contiene un ápice de transformación literaria, sino que es un libro más, un
aporte efímero a la ya alicaída literatura valdiviana: sus cuentos destacan por
la omisión de finales, lo que representa una ausencia en la revisión literaria.
Sin embargo, tal como dice su autor, este libro cumple con “enganchar dando un
golpe de vista al lector”, porque hasta la edición de texto contiene errores.
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