Antecesor
Rodrigo
Torres (Santiago, 1984)
Librosdementira
Ediciones, 2014.
129
Páginas.
Por Gonzalo Schwenke
Rodrigo
Torres nos presenta su primer libro, un volumen de cuentos con historias
entretenidas que apelan a la emotividad del lector y ponen en escena una
sociedad sumida en la rutina. Los personajes, presentados como individuos
desolados por una modernidad omnipresente, acarrean conflictos casi tan
trágicos y desafortunados como los que uno podría ver simbolizados en la
pintura Los trabajadores de Munch.
Son
ocho cuentos en los que se despliega una serie de dicotomías: éxito y fracaso,
miseria y dinero, fetiches de clase y distinción. Las historias destacan por su
expresividad y su prosa fluida, siendo Antecesor
y 17 de octubre son las historias
mejor logradas. Los restantes se ubican un escalón más abajo, pues evidencian
falta de precisión o pulcritud ya sea en el inicio o en el cierre. Por otra
parte, en algo que resulta paradigmático a lo largo del conjunto, aquí no opera
la lógica de la redención sino que sobresale un enfoque particular donde la
certidumbre es asociada a lo desalentador y lo desdichado; una necesidad de
vida. Lamentablemente, el autor mecaniza el flashback en la mayoría de los
relatos como principal técnica. El abuso de este recurso atenta contra una
mayor dinámica de los textos, pero ayuda a establecer a la memoria como el
factor común del devenir de los protagonistas de estos relatos.
Así
las cosas, el cuento que abre el libro, Antecesor,
muestra un drama familiar sin cebolla, un proceso cruento de construcciones
narrativas donde el talismán hará la diferencia entre memoria y realidad. En 17 de octubre, una pareja de rockeros en
decadencia hace frente a la escasez y a la infidelidad, después de una efímera
abundancia. Luego sigue La entrevista:
un cesante en busca de trabajo desea mandar todo a la punta del cerro, mientras
no sea a él, encontrando su realización en el otro. En Malas juntas, un
artesano se reencuentra con su excompañera de antropología y recuerdan sus
amoríos en la universidad. Mientras que en Cacaraco
y la teoría del no cambio, el éxito y el fracaso en la vida de los
personajes da curso a un encuentro significativo que revelará conflictos del
pasado. Por su parte, en El canto del
zorzal, Francisco y su madre hallan un pichón en el patio de la casa, al
que intentarán salvar develando los ecos de una compleja relación. En El ojo, la maldad, la infancia y el
juego adquieren insospechadas formas en las cicatrices de una pequeña
comunidad. Por último, el libro cierra con Carnotauro:
una pareja de paleontólogos junto a un estudiante vuelven al lugar del
accidente mostrando las secuelas de una relación fatal.
A
pesar de las debilidades mencionadas, Antecesor
es un libro donde se desarrollan satisfactoriamente cuestiones mínimas: un
relato bien contado es aquel que fluye por sí solo, con su propio ritmo, y
muestra conflictos (in)verosímiles. Ahora bien, aparecer de manera prometedor
en la escena literaria con un primer libro no es tan complicado, pero es aun
más fácil estancarse en la segunda publicación. Dicho esto, Torres con su ópera
prima ya ha alcanzado un punto de solvencia narrativa considerable, pero al que
todavía le falta dar el salto definitivo, siempre y cuando no sea sumido por la
condicionalidad de sus propios personajes.
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