Cinco esquinas*
Mario Vargas Llosa (Perú, 1936)
Alfaguara Ediciones, 2016.
314 Páginas.
Por Gonzalo Schwenke
Los empresarios también sufren. |
Camilo Marks afirma que a Vargas Llosa “es posible compararlo con
esos fenómenos que son los grandes creadores del siglo XIX y comienzos del XX,
como Dickens, Balzac, Flaubert, Hugo o Proust”. Sin duda, un comentario
improcedente, debido a que los recursos, el contexto histórico, el desarrollo y
la complejidad de las historias de los grandes como Joyce, Woolf, F. Scott
Fitzgerald o Hemingway, se contraponen a la trivialidad y ligereza de la trama
de este libro.
El autor peruano nos presenta una novela concebida como thriller,
y explicada en exceso en su contraportada, como un panorama sociopolítico donde
establece el (des)control político de Alberto Fujimori y su mano derecha
Vladimiro Montesinos, que en el libro aparecerá como el Doctor y que utilizará
el periodismo amarillo para quitarles el manto de respetabilidad pública a los
detractores del gobierno. Esto, agregado a un ambiente de inseguridad pública
que afecta mayormente a los grupos económicos que se ven amenazados por
secuestro, rapto y terrorismo por parte de Sendero Luminoso y el Movimiento
Revolucionario Túpac Amaru.
Frente a este entorno, la narración se inicia con el toque de
queda, circunstancia que favorece el encuentro lésbico entre Marisa y Chabela,
ambas amigas y esposas del hombre de negocios Enrique Cárdenas y del abogado
Luciano Casasbellas, respectivamente. Dicha aventura irá paralelamente al
desarrollo de la historia central, que tendrá de cabeza al especulador minero,
“Quique” Cárdenas, que será chantajeado por el director del periódico “Destapes”,
Rolando Garro, quien intentará manchar la reputación del empresario a cambio de
dinero. Dicha imprudencia prevé insospechadas consecuencias que afectarán a
otros individuos con menos conexiones como a la periodista Julieta Leguizamón,
al fotógrafo Ceferino Argüello y al recitador de poemas Juan Peineta.
La construcción de los potentados protagonistas están basados en
la superficialidad, en el capricho o la incapacidad de vislumbrar alguna
conexión distinta a lo que les pueda afectar de manera manifiesta, precisamente,
no es de extrañar que los artículos de arte que utilizan de sobremesa solo
representen el debido estatus social al que pertenecen: “Paseó la vista por
el cuadro de Szyszlo: ¿qué querían decir ese aposento, ese tótem, que a ciertas
horas parecían echar llamas? A ratos, le daba un poco de miedo contemplarlo. El
desierto con serpiente de Tilsa, en cambio, lo serenaba. No había misterio
alguno allí; o, tal vez, sí, esa mirada legañosa del ofidio. Se quedó pensando.”
(2016: 309). De tal manera, que Juan Peineta, antiguo recitador y humorista de
tv caído en desgracia por la columna de espectáculos de Rolando Garro, sea uno
de los personajes que conmuevan por la ridiculez donde termina sus días.
Uno de los problemas más graves que tiene esta novela, es la historia
policial que se va desarmando en su progresión, su argumento narrativo es
frágil, y por ende, se muestra que todas las aristas del caso están a la vista
y no hay mayor intensidad que complejice la trama. De esta manera, para
resolver el caso del misterio del asesinato, no es necesario contratar un
detective como manda la tradición, sino esperar que muestre su rostro, hecho
que ocurre con inmediatez.
Mario Vargas Llosa explora con desenvoltura la corruptela del
gobierno de Fujimori, de quienes ejercen el poder desde las sombras controlando
aspectos como las voces disidentes mediante periodismo amarillo, y en el cual,
sólo logra la redención cuando se atribuya la responsabilidad de la información
que maneja para limpiar las alcantarillas del Estado. Para el comidillo quedará
el hecho de lanzar esta novela en el año en que Keiko Fujimori, hija del
presidente en cuestión, acaba de pasar a segunda vuelta en las presidenciales
del Perú, teniendo la primera opción de llegar al sillón.
Si la ficción es la representación narrativa de un orden social. La
presenta obra literaria es una mera reproducción del orden social donde todo
está bien establecido, la fealdad está lejos del poder económico y donde este,
protagonistas mediante, es la frivolidad capitalizada. “Cinco Esquinas” se
sostiene por una serie de elementos que destacan la prolijidad de la prosa, una
historia que es lineal y progresiva en el llano, y por supuesto, los acomodados
también sufren, esto es, los personajes vilipendiados no están en riesgo que
creen que están sumidos. Un libro al que no se puede estar ajeno, pero está
lejos de las mejores novelas de Vargas Llosa que conocemos.
*Publicada en el periódico elinsular.cl, el 13 de Abril de 2016
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