Chilean Electric
Nona Fernández (Santiago, 1971)
Alquimia Ediciones, 2015.
100 Páginas.
Por
Gonzalo Schwenke
“Se nos pierde la mirada hacia atrás
preguntando donde está nuestro vendrá
y lo vemos con un precio de ocasión
en un rincón del mostrador.”
Dúo
Schwenke & Nilo: “Se nos pierde la mirada”
Continuando con el formato de
novela breve que desarrollara en “Space Invaders” (2013), Fernández aborda en
“Chilean Electric” (2015) un tema recurrente en su obra: la memoria. Dicho
recurso es empleado cuando una familia observa la instalación de una compañía
alemana que opera en la Plaza de Armas de Santiago, para luego asistir a la
ceremonia de inauguración de la luz eléctrica. Quien relata es la abuela de la
escritora, quien nacerá mucho tiempo después del encendido del alumbrado. A
partir de esta remembranza falsa, se hace presente la construcción de la
posmemoria como un proceso donde la memoria se ficcionaliza a sí misma, no para
contarnos una verdad sino para devenir en un relato que está en el campo de la
incertidumbre: “sólo hay un pequeño
detalle que ensombrece el relato de mi abuela, un hoyo negro que amenaza con
tragarse la veracidad de la escena completa”.
En el capítulo inicial, la transmisión del
testimonio oral de la abuela permite que se vaya construyendo un sujeto que
participa de la historia nacional y que por condición de género sólo ha sido
reconocido parcialmente. Justamente, como secretaria del Ministerio del Trabajo
y haciendo uso de la máquina de escribir, deja constancia de las reuniones que
Clodomiro Almeyda sostenía con los sindicatos nacionales para la conformación
de la CUT. Son, entonces, el acceso al documento y al archivo –junto con el
repliegue de la dictadura– nuevos objetos de investigación que configuran un
pasado que emerge en contraposición al dictamen de los vencedores: “Si se tomaba una decisión crucial, si
alguien declaraba algo, si alguien lo desmentía, si alguien llegaba como nuevo
funcionario, si renunciaba o se cambiaba de cargo, los dedos de mi abuela lo
dejaban por escrito para que el ministro de turno lo firmara. Sólo así las
cosas ocurrían en el ministerio”.
En el transcurso de los capítulos, la
narración se personaliza para componer un discurso simbólico desde la llegada
de la electricidad; para eso, se amplía el imaginario de la biografía, tanto
con la fotografía de la infancia con los caballos de palo como con el registro
de un ojo sobre un charco de sangre, la reconstrucción de los últimos momentos
de los Recabarren y la voz rescatada de un presidente muerto mediante la
reproducción técnica de sus seguidores, entre otros recursos. Lo anterior sirve
para dar forma a un libro breve, organizado de manera cuidadosa y controlada,
instalando el lugar común como escenario de las diferencias. Es allí donde se
enuncia una reflexión sobre el pasado de los abuelos, una que permita resolver
nuestros asuntos pendientes a nivel nacional e intercultural y proyectar un
mensaje por la capacidad de decisión a mostrar en el tiempo próximo: “Las historias de los abuelos iluminan el
pasado y nuestra mirada las proyecta al presente y al futuro”.
“Chilean
Electric” es una obra que presenta un
formato conciso, debido a una estructura narrativa que prescinde de ornamentos
y donde predomina el hecho situado. Asimismo, se despliegan relatos que logran
conmover en distintos niveles, principalmente durante la primera mitad del
libro. Finalmente, el texto dispone de ciertos símbolos que dan cuenta de una
lectura histórica de los últimos años, y respecto a la cual la misma autora
asume una posición: vive, observa y reflexiona no como narrador, sino más bien
como sujeto. De esta manera, podemos interpretar a manera de conclusión que,
así como un corte de luz nos imposibilita continuar con nuestras actividades,
un pueblo que no busca la verdad y no escarba en su memoria está impedido de
articular un proyecto de país que le permita reparar las heridas e integrar al
otro que lo habita.
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