Imagen extraída de Cine y Literatura.cl |
Detén el invierno (2022) es la primera novela de Andrés Valdivia. En ella
narra el doloroso tránsito del padre en torno al cáncer en un niño de dos años,
y lo hace de la forma más visceral posible. Este es un asunto clave en la obra
puesto que está presente de modo transversal en la escritura.
El resentimiento por el destino que
al narrador le toca vivir tiene una resonancia distinta cuando aborda las pérdidas
y sus procesos, porque ahí tiene su mayor valía. Esto significa que leeremos una
pena desbocada, mal direccionada y por lo mismo, carente de finalidad, porque es
un constante monólogo que se encierra en sí mismo ofendiendo a cualquier personaje
que pretenda acercarse.
Una de las grandes deficiencias que
tiene este libro es la configuración del protagonista; un adulto responsable
que buscó junto a su pareja tener un hijo. Ahora, frente a la enfermedad, los
padres se dividen las tareas para sobrellevar lo mejor posible el cáncer. Sin
embargo, luego de esto, el relato mantiene una sola voz, la perspectiva y la
escasa amplitud presente impide que conozcamos otras aristas del caso como las
reacciones del primogénito o la convivencia del joven matrimonio transitando este
periodo doloroso.
En este texto hay un personaje
desesperado y, por si fuera poco, una masculinidad sobredimensionada que daña
la aparente intención del sujeto quejumbroso: “Peleábamos, nos reíamos,
jodíamos. Así fue como las enfermeras del CECA me bautizaron como el Sol de
América. Me las habría llevado a la playa a todas” (78). Cito lo anterior, para
exponer la virulencia y simulación creativa a la que pertenece esta voz
ficcional. Es decir, un animal bípedo que expresa mayoritariamente un único
sentir y que no pierde el sentido del humor con la finalidad de ganarse la
simpatía de las enfermeras y algo más.
Estamos ante una narrativa rústica
que poco ahonda en las emociones de otros, porque como ya he mencionado, todo
recae del protagonista. Hay un segmento llamativo, respecto a la desfachatez
del personaje central, donde destaca las diferencias físicas de las mujeres: “Las
amé a todas y a cada una de ellas. De las viejas a las jóvenes, de las guapas a
las feas (…) es imposible no desearlas a todas con un deseo que es arrollador y
al mismo tiempo respetuoso”, y como si fuera poco remata con un talante peculiar:
“Siempre he creído que el deseo es un homenaje, sobre todo cuando es destilado,
puro, sin vetas de realidad fáctica” (35).
Detén el invierno es una novela-testimonial sobre la dimensión oncológica
infantil en Chile. Desde el punto de vista literario, la obra no tiene mayor
realce, más bien tiene un socavón, es una historia unidimensional y lo opresivo
del ambiente donde se instala, pero que tiene el beneficio para el lector que
las páginas pasen diligentemente.
Detén el invierno (2022) Andrés Valdivia. Emecé editores, 186 páginas.
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