Por Gonzalo Schwenke
Pedro Lemebel se ha ido con la tarea hecha. Mientras
el cáncer carcomía sin vuelta al autor de “Serenata Cafiola” (2008), en el
Congreso Nacional se aprobaba la “Unión Civil en Pareja” y Gabriel Boric leía
un extracto del manifiesto “hablo por mi diferencia”. Si alguna vez nos
preguntamos en decaimiento: ¿para qué sirve la poesía? Es para instalar los
discursos de la marginalidad en sectores institucionales que no se condicen con
la dinámica de la sociedad a la cual dicen representar.
El Arte fue el medio que lo hizo mostrarse como tal,
destapando el cartuchismo y la pacatería acerca de la sexualidad de las
personas. Pedro Lemebel y su socio/a, Pancho/a Casas, ambos sujetos políticos
desde la transición, instalaron el tema de la homosexualidad con sus cuerpos en
el colectivo artístico: “las yeguas del apocalipsis”. Exposiciones públicas que
destacan; “la refundación de la Universidad de Chile” realizada en respuesta a la
permanente irrupción de la dictadura en la administración de la Universidad, la irrupción en la Chascona en el momento en
que se hace entrega del Premio Pablo Neruda a Raúl Zurita; llamado la “Coronación
de espinas” o la muestra fotográfica; “lo que el SIDA se llevó” (noviembre,
1989), entre otras intervenciones de intenso valor estético y reflexivas.
Paralelamente, la narrativa de Lemebel, constituye
uno de los fenómenos de mayor valía en la literatura, en ella no solo
encontramos voces en resistencia de una parte de la sociedad a la que los
discursos oficiales no amilanan el hambre ni la rabia. En sus letras hay expresividad
llena ternura enel desamparo, un discurso simple pero una voz neobarroca que no
busca llegar a los supermercados ni encontrar el oportunismo mediático[1].
Con un estilo inconfundible, en sus crónicas criticó
el status quo, fustigó las vueltas de
carnero de la clase política, descubrió el tupido velo de la izquierda light y la indiferencia. Se ganó el
respeto y la admiración de la población que lo leyó y que indiscutiblemente, lo
seguirá leyendo después de su partida. Admirando esa particular forma de enfrentar la vida,
que es la misma forma de enfrentar la vida y la muerte en la calle siendo maricón. Situación
que significó que el stablishment le
cerrase las puertas. En su escritura, prestó
ropa a otros marginados: los mapuches, pueblo que de a poco están saliendo
de subalternidad/invisibilidad mediante la lucha y la Palabra.
No hubiese tenido razón de ser, al suponer que sea
galardonado por el Premio Nacional de Literatura (2014), Lemebel es un
individuo al borde por su condición de ser humano y de género (todavía) no
categorizado, porque las máscaras institucionales no saben valorizar los
elementos que coexisten en el país, una errancia sin fin, protoeróticos que no
representa en ningún caso a las clases sociales del país. Es entonces, cuando
el pueblo informado se hace cargo de las (in) justicia y los valores de la
sociedad, manifestándose contra la justicia perturbada y dándole la justicia
que no tiene a Víctor Jara.
El Premio Nacional de Literatura lleva más de veinte
años de retraso y no se condice con lo “actualizado” del Premio de Santiago.
Por otro lado, la crítica literaria de carácter académica o científica está
descontinuada y regionalizada[2]. Hay un vacío acerca del
estudio de la literatura[3] durante la década del
noventa, lo que se puede observar y obtener revisando digitalmente Revistas como:
Estudios Filológicos, Anales de la literatura, Atenea, entre otros que están
disponibles en la red.
También fue incomprendido por la esquizoide
representatividad del PC, que amarillea por todo lo putativamente cultural: “no
voy a cambiar por el marxismo, que me rechazó tantas veces. Soy más subversivo
que usted”[4] dijo el finao’ o “¡Nosotros
somos comunistas y en el partido no hay maricones”[5] le dijeron en el Congreso
del Partido Comunista en 1990.
En Chile siempre fue relegado por denunciar a los
que nunca se quedaron y huyeron a la Europa del Este a cobijarse, mientras en
las poblaciones combatían la dictadura con sus cuerpos y con sus vidas. El 2013
fue galardonado con el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso que otorga
la Universidad de Talca, mientras que en Altazor fue nominado seis veces, donde
lamentablemente nunca lo obtuvo.
El fallecimiento de “Adiós, mariquita linda” (2004) debe
ser una fiesta por la perspectiva de vida que nos presentó, su lúdica y ácida
palabra, un marginal que lidió con su doble condición de género en el Arte y que
no se alió a la hipocresía, pero que nos entregó su escritura, su lenguaje de
marica fresca, intensa y llena de musicalidad, aceptada por miles de personas que
ven en él, esa calidad y ternura, una muestra de humanidad ausente en otras personas.
[1]Esta misma marginación ha sufrido
la prosa poética de Pancho/a Casas.
[2]Quienes
hacen cargo de las tendencias emergentes son Iván Carrasco (1999), Sergio
Mansilla (2003) y Marcelo Pellegrini (2006).
[3] Por ejemplo, no hay nada acerca
de las publicaciones de ciertos escritores que hoy son galardonados con el
Premio de Santiago, particularmente en Poesía.
[4] “Hablo por mi diferencia” de
Pedro Lemebel.
[5]“Yeguas Troykas” (enero, 1990)
Intervención en el Estadio Santa Laura. Rescatado desde http://www.yeguasdelapocalipsis.cl/
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