Xampurria, somos del lof de los que
no tienen lof, Javier Milanca Olivares. Pehuén
ediciones, 2015, 121 p.
Por Gonzalo Schwenke
La
palabra huilliche “xampurria” (como se señala en la introducción) hace
referencia a la doble identidad que cohabita en el sujeto, es decir, no
pertenece a lo chileno ni a lo mapuche. Este desarraigo territorial y
simbólico, evidencia la negación y menosprecio por los orígenes mestizos del
individuo. A partir de esto, Javier Milanca (Valdivia, 1970) pretende vencer perspectivas
reduccionistas desde la emergencia de dicho mestizaje y utilizando la tradición
oral, lo que le permite manejar de manera destacada los tiempos narrativos.
Xampurria, somos del lof
de los que no tienen lof (2015), es un volumen de cuentos divididos
en relatos largos (epew) y breves (pichi epew), que se constituyen como una
revelación literaria. Este tercer libro, se encarga de visibilizar la ausencia
del orden posmoderno que destaca por la frivolidad pomposa, enfrentándolo con el
realismo social, sin metáforas ni redundancias, donde mujeres y hombres son
parte del escalafón más bajo de la pirámide neoliberal. Por consiguiente, transitan
su cotidiano estando arrinconados en el desamparo, la marginación y la muerte.
Dicho esto, la única salida que les va quedando es la insubordinación debido a
la propia estrangulación que promueve la estructura del capital que discrimina
y posterga.
La
memoria ancestral da cuenta de historias de una nación que ha sido ultrajada
por la constante violencia estatal. En “la herencia de Evaristo Paichil”, el
poder despoja al derrotado del derecho más mínimo: sepultar a los muertos: “seleccionados
a gatillo por sus verdugos, a vuelos y abuelas no les alcanzaron a hacer el
rito de sepultura con las Llangkas para que su Püllü encuentre el reposo, y sus
huesos insepultos se perdieron en medio de los remolinos (…)” (23) Dando cuenta
del proceso de colonización y aniquilación de los indígenas (Wallmapu) entre Chile
y Argentina. El acto de negación de esta situación tradicional, lo podemos
localizar con ciertos grados de similitud con nuestra historia reciente, tras
la sistematización de aniquilar personas tras el golpe de 1973.
La
fortaleza femenina es otro de los aspectos transversales en la obra. Si el
orden masculino se ve socavado por la explotación y frustración, la mujer
cumple un rol fundamental, puesto que, emerge como pilar en una narración
desgarradora del mundo popular: “La viuda Quilaqueo se convirtió en una mujer
abnegada. Sacrificando su propio cuerpo se convirtió en una invencible lavadora
de ropa ajena…” (30) Estos personajes no tienen tiempo para melodramas porque
deben sobrevivir a un contexto que es violento para sus propias vidas: “Llevaba
una vida poblada de chiquillos andrajosos, medios piluchos, piojentos y
sarnosos, criados a la munda.” (37)
Finalmente,
el libro tiene una riqueza de saberes y testarudez frente a la muerte, lejos de
tópicos folclóricos y donde no llegan los discursos para aspirar al primer
mundo. El mayor mérito se basa en el dominio y espontaneidad para mostrar las
comunidades sin tierra y en estado de resistencia en el sur de Chile. Xampurria (2015) viene a confirmar que
el panorama social no ha cambiado y las denuncias que se exponen en las
narrativas como en Quilapan de
Baldomero Lillo y en el roto de Joaquín
Edwards Bello se mantiene sobre el pueblo mapuche.
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