La pandilla de Asakusa, Yasunari Kawabata. Emecé editores, 2011, 300 p.
"Siempre serás turista." |
Por Gonzalo
Schwenke
En el prólogo se entregan detalles del
contexto histórico de entre guerra en Japón. la nación está en un proceso de
aparente calma social, pero recientemente ha sido azotado por el terremoto de
Kanto en 1923, hay una evidente decadencia política e imperial en 1929 y está
la proximidad de las guerras que Japón debe afrontar.
Es así que el distrito de Asakusa, hasta hace
algunos siglos atrás, dominaba el templo religioso Kannon dedicado para los piadosos y, por contraparte, los
especuladores. Esto nos llama la atención, porque antes no sólo se promovía la
religiosidad, se comerciaba, sino que enfrente existían zonas habilitadas para la
prostitución sin límites. Con el tiempo, esta fiesta piadosa se degrada,
sumiendo a los barrios a la pobreza y en conventillos donde se continúa
derrochando el dinero juegos, mujeres y niñas.
La
pandilla de Asakusa (reeditado 2011) es
una de las primeras novelas de Yasunari Kawabata (Osaka 1899-1971). El narrador
nos cuenta los distritos federales (principalmente Asakusa, Edo y Yoshiwara)
los que tienen un abundante mercado de placeres y en proceso de cambios por las
nuevas modas occidentales. De ellos, emergerá la Pandilla de Asakusa, quienes
son jóvenes pertenecientes a la subcultura, los que buscan escandalizar a la
población con etiquetas dedicadas en secciones llamativas dentro del
territorio. Lo que hoy en día conocemos como “tak” en el mundo del Hip-Hop. Ellos
tienen su propio lenguaje, saludo y una perspectiva que da cuenta de lo
deplorable de la situación nacional: “hoy en día hay gente sana que come cosas
de los tachos de basura a plena luz del día.” (52) Es decir, aunque intentes
salir del estado de mendigo, ante la falta de apoyo de políticas
gubernamentales vuelves a caer.
El gran baluarte de la emergencia de un
cronista es el carácter y toma decisiones sobre entregar un trabajo que
reconoce separar la ficción y la realidad durante el viaje por Asakusa. A su
vez, invita al lector a la aventura por las calles, y no se vanagloria del
sitial donde escribe, o sea, lejos de la conveniente autoficción que predomina
hoy en día. Esta misma exploración sobre la bohemia, la vida y el espectáculo
de la desesperación, sostiene al sujeto sensible ante los hechos que evidencia.
Aunque será cuestionado si es parte de ellos o solamente representa al otro a
través del registro que realiza, por una misteriosa joven llamada, Yumiko. Quien marca la tragedia y la peligrosidad siempre
latente en el volumen.
Así encontramos al personaje recogiendo
testimonios como el inspector de policía en la hoja de presentación. El que cuenta
sobre el cazador de pájaros que resiste desde la mera existencia frente al proyecto
del Tokio moderno. Este tipo de relato es una voz que se despliega sin opinar,
dialoga con los personajes y reconoce a las personas de la localidad a medida
que circula describiendo minuciosamente las poblaciones: “Sí, debemos
determinar, mi querido lector, si este camino a través del cual te voy a
conducir a los lugares frecuentados por la pandilla escarlata.” (48) Dando
cuenta del tránsito del que es protagonista: estación de trenes de Makura, el
nuevo Parque Sumida, el templo Chomei, la jefatura militar, el templo Senso, el
puente Kototoi, etc.
Esta no es una novela de estructura
clásica ni moderna, además de que el epílogo sobra. La pandilla de Asakusa, es un conjunto de andanzas de Yasunari
Kawabata en la que recorre la ciudad, la describe y le da un ritmo mejor
logrado que el detallismo acérrimo de Julio Verne. Este tipo de formato cumple
con la simetría de los personajes, porque no enjuicia, lo que permite
desarrollar un relato lleno de características de la época: desde la marca de
pantalones, zapatos, kimono y comportamientos humanos. Lo que demuestra la
maestría de la escritura y por consiguiente, el aprecio al lector. Será este
sentido de corresponder socialmente y describir el cotidiano de miembros de la
pandilla escarlata lo más destacado de la obra.
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