sábado, 25 de febrero de 2017

Crítica literaria: "Lo demás fueron los árboles y el viento"

Lo demás fueron los árboles y el viento, Rubén González Lefno. Simplemente editores, 2016, 212 p.

Escucha, yo vengo a cantar 
Por aquellos que cayeron. 
No digo nombre ni seña, 
Sólo digo compañeros. 

Solo digo compañeros de Daniel Viglietti

Por Gonzalo Schwenke

Lo demás fueron los árboles y el viento (2016) es la cuarta obra de Rubén González Lefno (Valdivia, 1950). En el presente libro, el narrador protagonista se presenta veinte años después de ocurridos distintas acciones políticas por parte de colectivos de izquierda y recuerda las operaciones y los recursos desplegados en la zona sur del país para hacer frente al horror de la dictadura. Una historia significativa pero que ha sido olvidada por parte de la población: como el asalto al cuartel en Neltume o el primer apagón en la zona sur del país.

El foco está en los desplazamientos de los milicianos a través de las ciudades, poblaciones y accidentes geográficos, quienes intentan articular diversos objetivos que puedan desestabilizar la dictadura. Así, podemos leer viajes dentro del país, traslado de armas, organización y secuestro de camiones para entregar el contenido lácteo en las poblaciones. Esto pese a que los medios de comunicación están en directa orden al régimen fascista.

Es mediante la confrontación con el orden social impuesto por la dictadura que conocemos el grado de violencia en el ambiente, ya que la narración de focalización externa, no da cuenta sobre la envergadura de los actos del grupo, sino cuando ejecutan las metas acordadas o deducen sobre los seguimientos que son parte de los servicios de represión del régimen.

El desarrollo de las relaciones del conjunto está determinado por puntos de contacto que ordena la estructura del partido. Dichos encuentros a pleno luz del día y en diferentes ciudades, exigen que los combatientes estén atentos a la vigilancia de la CNI y militares. Famosos por ejercer una tortura y desaparición sistemática de cuerpos humanos: “sesiones interminables de golpes, picanazos eléctricos, nuevas golpizas, más picana… pero el interrogatorio no conseguía avanzar más allá” (129). De igual forma, caminan con cuidado, protegiéndose para no caer mediante constantes cambios de nombre y vestimenta.

Los constantes errores de edición permiten que el contenido se desplace a un segundo plano. Este manuscrito está lleno de ripios, adjetivizaciones y el uso indiscriminado de guiones explicativos en cada hoja. Lo que demuestra las inseguridades del escritor, ya que las descripciones caen en la cháchara y su sintaxis es de nivel de primero medio: “El conductor del camión calculó que en las dos cuadras siguientes debían seguir existiendo los hoyos en el terreno tanto tiempo dañado y sin atisbo de que la autoridad tuviera intención alguna de repararlos” (56). Las reiteraciones y redundancias en el uso del léxico se muestran desde el inicio. De tal modo que en las páginas 11 a 15, encontramos palabras repetidas: desplazar, minuciosamente, contentos, grupos y horror.

La estructura de la obra es insostenible en varios pasajes. González Lefno despliega saltos temporales pero a continuación, existen cambios de locaciones sin la debida oblicuidad literaria que permita otorgar continuación a la lectura. De esta manera, los sucesos que dan contexto se enuncian pero no se describen pese a que los personajes dialogan en torno al tema, porque los temas se dan por hecho sabidos pero no han sido investigados. No basta con buscar testimoniar a los sujetos que detentan este tipo de información si no existe investigación que otorgue ambientación al relato.


Lo demás fueron los árboles y el viento (2016) es una novela testimonial sobre la insubordinación de jóvenes sureños que lucharon contra la dictadura, pero nunca sabremos las características que los diferenciaban entre sí, el espesor dialógico que los unía y promovían, o los obstáculos de la naturaleza de quienes bajaron de la montaña. La plusvalía literaria se ejecuta desde el registro de esta Historia pero que se pierde en el alboroto de la escritura que despunta por estar señalada desde un lugar cómodo y timorato.

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