Historia
secreta de Chile III
Jorge
Baradit (Valparaíso, 1969)
Penguin
Random House Ediciones, 2017.
192
Páginas.
Por Gonzalo Schwenke
La historia chilena está diseñada por los vencedores y
por las élites, los que instalan el mito de país en la enseñanza escolar y que
está determinada por los intereses propios de clase. La apertura a otras formas
de pensamiento es reciente y la intervención en la educación es gradual, esto
debido a que los historiadores hacen suya la metodología de investigar, analizar
y describir más que proceder a narrar desde sensacional y lo dramático. En tanto, el docente de Historia, Geografía y
Ciencias Sociales debe pasar los contenidos en 320 horas anuales.
En relación a la primera entrega de Historia secreta de Chile,
el libro problematiza el origen de los símbolos nacionales, corolario de
universos esotéricos, y señala que el control
político se ejerce desde la penumbra. Mientras en el segundo, el
cuestionamiento es hacia la Institución y la enseñanza: la formación del Estado
y sus líderes. En la tercera parte, predomina el imaginario de los olvidados o
minorías vinculadas con la extrañeza de situaciones relatadas, estas con menos
espesor literario que los cuentos de terror de Poe, esto es así, porque se
busca una impresión inmediata y obvia, en vez de generar un ambiente que los
defina y una prosa rotunda.
El primero de los nueve capítulos que contiene el
volumen está situado en la celebración católica del ocho de diciembre de 1863,
que significa el fin del mes de María y la distinción de lo masculino y lo
femenino en la tierra bajo la tutela del orden celestial. Con la misma voz
efectista, lleno de pirotecnia y de cuentacuentos al igual que los libros
anteriores, muestra el espectáculo del horror, morbo y religiosidad, por el
incendio de la Iglesia de la Compañía de Jesús.
La construcción de los párrafos muchas veces es
ambigua, “al igual que la sintaxis y lo semántico” pero cumple con lo mínimo: el
intento de disimular la condición burguesa con otros estratos para exhibir los
efectos de la convivencia con la masa iletrada. Dicho esto, en secciones se
utilizan nombres propios de manera aislada sin ahondar en lo particular del
sujeto enunciado, como es el caso de la mención de Ramona Solar o los juicios
del arzobispo Raimundo Zisternas, entre otros. Por consiguiente, las erratas son
cuantiosas y superan la bibliografía mencionada.
La pésima asimilación de representaciones del pasado y
objetos utilitarios modernos, dispuestos en la imagen de la portada de Gabriela
Mistral, son transmitidos por la cultura burguesa recientemente impulsada y que
encuentran la satisfacción de copiar con variaciones, dejando de lado el trasfondo
intelectual. En el mismo sentido, en el capítulo de la autora intervenida, la
escritora Marguerite Yourcenar afirma que “la burda curiosidad por la anécdota
biográfica es un rasgo de nuestra época, decuplicado por los métodos de una
prensa y de unos media que se dirigen
a un público que cada vez sabe leer menos.”
Como hemos señalado anteriormente, Jorge Baradit es
diseñador y escritor, y emplea la crónica con una escritura de oratoria y
paternalista puesto que rinde una
antología que agrupa historias para lectores no iniciados, lo que muchas veces
no alcanza a desarrollar en plenitud por lo que intenta subsanar por otros
medios.
Historia secreta
de Chile no plantea transmitir elementos
distintos a la historia, sino pensada en la búsqueda de un impacto en beneficio
de la industria cultural. De este modo, promover la discusión sobre la historia
es la excusa necesaria para alimentar a los lectores, porque ellos no son
partícipes de las discusiones sino el objeto de cálculo de la maquinaria
correspondiente. Por lo tanto, el gesto de la industria disfrazado de cultura
entretenida no es más que la manera de ejecutar la formación de una nueva
conciencia de los consumidores. No por nada se ha recurrido a la producción
televisiva donde amplía lo que no puede desarrollar en las crónicas.
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