Hienas, Eduardo Plaza. Libros de Mentira Ediciones, 2016,
103 p.
Por Gonzalo
Schwenke
Las
dinámicas culturales del oligopolio editorial movilizan, resucitan y expanden
carreras literarias bajo la lógica neoliberal. Por lo que no debiese extrañar
el control cultural y de mercado ejercido en ferias extranjeras, la posterior y
consecuente repercusión en el medio local llena de exitismo. Eduardo Plaza (La
Serena, 1982), siendo un escritor emergente, es una muestra de lo expuesto.
En Hienas
(2016), su primera publicación, los personajes de sus cuentos se despliegan
principalmente en el litoral norteño del país: La Serena, Guanaqueros, Tongoy o
Coquimbo. A partir de estos territorios, la obra toma distancia de otras
narrativas actuales, las que exponen un paisaje próspero y de limpieza. Aquí,
en cambio, se exhibe sin disimulo un escenario imperfecto y donde el
subdesarrollo es una constante que se opone a los discursos de la macroeconomía
supuestamente pujante y horizontal; es decir, la presencia y tránsito de
piojos, ratones, la suciedad del entorno y de las industrias pesqueras, la
pobreza y el horror de la tortura. Por otro lado, las características añadidas
a los personajes tienen cierto mérito, ya que los sujetos están conformados en
un presente sin ambiciones dentro de una atmósfera de tedio, fuera de toda
solemnidad o rasgo hiperbólico, que es la receta en la que el mercado ha
instalado la ficción literaria de carácter presuntuosa.
El
tono melancólico y desafortunado de los sujetos que atraviesan estos relatos es
la doble ausencia y resignación; esto es, la injerencia periférica pero no
marginal, debido a la condición de provincia subordinada al centro y, así
mismo, el continuo temple de un diario vivir sin mayores intensidades.
De
hecho, en “Hienas”, el cuento que da nombre al volumen, los personajes recuerdan
la infancia que los hizo pertenecer al sitio geográfico y el momento histórico
determinado. Mucho de lo relatado está descrito desde sensaciones impersonales,
sin mayor ápice de anhelos y subrayado por un cotidiano privado de porvenir: “Hablábamos
de nuestras historias como las historias de alguien más. No éramos sino
testigos de esos niños. Nosotros éramos hombres. Hombres tan lejanos de
nuestros cuentos como de nuestras casas”. De esta manera, se menciona el futuro
inmediato, el que está delimitado por relaciones sociales destinadas a
sobrevivir y confluir a través del recuerdo del lugar y las personas.
En
“Animales de compañía”, se enjuicia las movilizaciones sociales para el
plebiscito de 1988, en la que se evidencia la esperanza puesta con la llegada
de la democracia y que, sin embargo, este ambiente de ilusión simboliza el
triunfo de la derrota y señalada por la promesa de un acontecimiento que nunca
llegó.
Situado
fuera de la zona de bienestar y alejado de protagonizar el destino particular,
en los ocho cuentos de Hienas (2016).
Se realza la insignificancia de vidas ínfimas y despoja de relevancia a los
personajes, sin embargo, las existencias de no poseer talento y estar en permanente
discordia, exigen fama y admiración como señala en el tema Exijo ser un héroe de los
Prisioneros.
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