Por Gonzalo Schwenke
No me vayas a
soltar (2017), segunda novela
de Daniel Campusano (1983), da cuenta de Antonio. Un reciente profesor de
lenguaje que, a falta de mejores oportunidades, entra al sistema educacional en
la periferia de la capital. Con el propio habitué de los santiaguinos
trasladándose en metro, el desaliento del protagonista se hace efectivo al
momento de encontrar trabajo en algo que no pretendía realizar pero que termina
reconociendo y asimilándose a la realidad: “comencé a escapar de la
incomodidad, de la pobreza. Tantas veces hablando sobre igualdad y justicia,
pero, finalmente era apenas un snob que cambiaba el mundo tomando vodka”.
Dentro de las labores de docencia, debe normar alumnos/as, entregar
herramientas y desarrollar habilidades para el futuro de cada uno, además de
tomar la complicada jefatura de octavo básico. Enseguida, la narración se
centra en los problemas conductuales de Gabriel, quien esconde un contexto
familiar complejo: el padre con prontuario y la madre subordinada a la pareja.
En estas 103 páginas, el relato denuncia aquellas
fundaciones que se esconden con la fachada de caridad para lucrar con la
educación a través de establecimientos educacionales abandonados los que les
permite sustentar otras empresas del mismo dueño. También emergen los
trasfondos sociales en que se vulnera la infancia: la violencia dentro de los
hogares, las violaciones de las niñas por parte de familiares cercanos, los
secuestros de los hijos por parte de bandas rivales de narcotraficantes, los
incestos, las drogas y las adicciones los que conforman un escenario tensionado
por la escasez y el abandono social.
Los personajes que laboran e intervienen en el colegio
dan paso a la falta de comprensión debido a los distintos intereses de clases
que representan: el neurólogo Franco Cantergani tratando a los niños de manera
violenta y clasista, la administradora Teté que busca el beneficio y
rentabilidad del colegio. A diferencia de los profesores, la psicóloga Dominga
y Antonio que investigan presuntos abusos sexuales entre hermanos y que deben
realizar la denuncia al sistema judicial.
En consecuencia, no
me vayas a soltar desarrolla en 18 capítulos un relato sobre la precariedad
de la educación en la periferia. Realzada sin tapujos por su calidad de
realismo social y que revaloriza el alicaído subgénero de la docencia. De igual
modo, el libro no se queda en las menciones honrosas sino que sin ser
portentoso logra defenderse por sí mismo, existiendo en ella, una escritura que
significa rondar por las poblaciones acostumbradas a la violencia y al
narcotráfico.
No me vayas a
soltar (2017) Daniel Campusano.
La Pollera Ediciones, 103 páginas.
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