Profesor
y Crítico Cultural.
En
1984, el Museo de Arte Moderno (MoMA en sus siglas en inglés) de New York realizó
la exposición An International Survey of
Painting and Sculpture (1984), un mapeo sobre lo que se estaba realizando
en el arte de la escultura y la pintura. De ello, se exhibieron 169 artistas de
las que solo 13 eran mujeres. Ante la imposibilidad de mostrarse debido a los
espacios coartados, un grupo de mujeres del circuito se denominan las guerrilla girls rápidamente intervinieron
dentro/fuera de los museos y galerías para reclamar sobre la desigualdad de género
y racial. Esto posibilitó abrir nuevos focos de discusión de carácter culturalista
e interdisciplinario, porque la Academia desplegada en el Museo de New York
daba a entender que aquella exposición presentaba una mirada al trabajo de
aquel año era ‘buen arte’, en defecto a los que no estaban presentes.
Las guerrilla girls a través de las performance buscan el impacto próximo
y mediático con pancartas, cubriéndose los rostros con máscaras de gorilas y
utilizando nombres de artistas fallecidas. Llama la atención la necesidad de
cubrirse los rostros para olvidar la identidad de las protagonistas, con la
clara intención de que los presentes estén enfocados en el contenido de la propuesta
estética y textual más en la persona dueña del mensaje. Paralelo a esto,
observo una forma de operar similar en las marchas feministas como táctica de
sobrevivencia en Chile. Es decir, la mujer encapuchada en la calle que no
entrega su identidad permite que los concurrentes se vean reflejados en una
forma de resistir, desde el accionar físico y de pensamiento crítico, frente a todo
lo que se considera un estado tradición y conservadurismo.
Habría
que señalar, la utilización de pequeñas guerrillas femeninas que buscan socavar
la idea de una narrativa predominante en la producción de la cultura visual,
para eso el colectivo utiliza la ironía en tanto método de trabajo para
criticar las instituciones. Esto es, la necesidad de combatir la hegemonía en
el arte para instalar otras miradas que amplíen nuestros limitados saberes.
El
contenido de los pósteres callejeros de las
guerrilla girls se basa en la palabra como eje fundamental, porque es desde
allí donde conformamos imaginarios, damos nombre y otorgamos consideración a
distintos elementos que conforman nuestra cotidianeidad. Además, en el afiche
emerge el uso de los colores relevantes, los contrastes y la disposición de las
letras. En el cartel basado en la pintura de La gran odalisca (1814) de Dominique Ingres, hay una utilización
deliberada de la estadística, representada como ciencia concreta y perfecta,
para dar cuenta que las sociedades democráticas no dan lugar para exponer a
mujeres. Por lo tanto, se denuncia que estas democracias siguen siendo anacrónicas.
Mencionar
que durante el barroco español (siglo XVII) configura el rol que debía
desempeñar la mujer: limitada a la casa, dedicada a la crianza de los hijos, sin
saber leer o escribir y con la máxima obligación de resguardar la honra familiar
y la belleza personal como cualidad. Asimismo, en el arte las mujeres se han
convertido en musas de los artistas masculinos imposibilitando que aparezca la
voz. De modo que, la falta de expectativa para ellas ha impedido que los países
logren la fiesta de la democracia.
La
ausencia de reconocimiento hacia otro tipo de arte significa la insuficiente
extensión de perspectivas en cuánto a discusiones se refiere. Si bien, el
colectivo de las guerrillas girls ha
expuesto el contenido de su discurso en distintos museos, ellas todavía resaltan
la condición de subordinadas en el mundo del arte. En consecuencia, intervenir la
calle proporciona romper con el orden establecido otorgando identidades a murallas públicas
que no han sido valorizadas por el mundo cultural que representa a las
sociedades.
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