La escritora y artista Kutral Vargas Huaiquimilla (Calbuco, 1989) ha publicado libros de poemas: Factory (2016) y La edad de los árboles (2017). Performance de la Sangre (Microeditorial Tinta negra y Editorial Pequeño Salvaje, 2024) es su primera novela.
En estas doscientas páginas, la protagonista es retratada como una artista mapuche williche sin formación académica, en una terapia de cambio de género y cuya existencia se desarrolla en la precariedad del Chile contemporáneo. Para subsistir, vende pan, consume drogas y participa de la escena techno nocturna de Valdivia. Sin embargo, esta inmersión en la marginalidad no es pasiva, sino un acto de intensa conciencia política; su mentalidad se mantiene en constante alerta, se dedica a decodificar política y teóricamente los dispositivos de regulación estatal en la sociedad chilena.
Si bien la trama inicial es la obsesión de la protagonista por Pablo, un presunto policía infiltrado y un enigma en su círculo, la narrativa se focaliza por completo en ella. Este enfoque a menudo la presenta como una femme fatale con un relato seductor, lo que restringe la perspectiva de Pablo y de personajes femeninos: “Él es una ficción de espía capaz de todo, yo dejo rastros, pequeñas evidencias descuidadas que tracen el camino de su perdición”. Esta relación se define por su naturaleza en apariencia conflictiva, porque busca una conexión con él, y simultáneamente, planea una estrategia de socavar su orden en el hogar, el control y forzarlo a bajar la guardia. El libro lo califica como: “terrorismo doméstico”. No obstante, más que rebeldía es un modo de operar, en tanto, acto performativo, para atraer a Pablo al romance.
Esto es, la protagonista tiene una visceral desafección de la democracia chilena. Esta frustración es el resultado directo de la perdurabilidad del modelo neoliberal heredado de la dictadura, que, más allá de la alternancia política, ha mantenido una estructura social de exclusión y desigualdad. Su identidad trans, pobre y Mapuche, no es una coincidencia, sino un blanco específico dentro de este diseño institucional. Ser trans la expone a la violencia y el prejuicio constante de la población; ser pobre la somete a la precariedad económica y la falta de oportunidades laborales; y ser Mapuche la sitúa en el centro de un conflicto territorial y una histórica invisibilización cultural. La suma de estas condiciones la ha situado en un permanente y agotador estado de vigilancia desde su infancia, donde cada paso, cada decisión y cada manifestación de su ser son escrutados y criminalizados por las instituciones. Esta experiencia personal confirma su convicción de que la democracia es una fachada precaria, un escenario para la continuación del control autoritario. Para ella, el autoritarismo no terminó; solo se disfrazó de estabilidad democrática.
La protagonista se establece en Valdivia, la ciudad de la lluvia se presenta en configura en un lugar distópico animado por una escena cultural que se apropia de espacios abandonados, transformándolos en escenarios para fiestas, alucinógenos y vías de escape durante el acoso policial. Estos lugares se convierten en refugios de la marginación: “En el mundo, fábricas y espacios olvidados se llenan de brazos y piernas bailando, buscando purgar el dolor de sus caídos (...)”. Valdivia se transforma en ciudad europea con “djs aindiados” señala el libro. No obstante, la atmósfera de fiesta y libertad se ve progresivamente amenazada por la violencia institucional: “Poco a poco nuestras noches estaban siendo asediadas, las calles con su intensidad guardaban en sus grietas a vigías del Estado”.
La obra se establece firmemente en la subjetividad del “yo”, tenaz y un monólogo interior que transita entre lo político y la lucha de la supervivencia. Por todo ello, emerge una huella autoral particular y distintiva, un tanto sobrecargada pero que se caracteriza por un lirismo oscuro que conjuga la belleza contenida de la destrucción. Se trata de una escritura en permanente tensión que distingue violencia y tragedia en los treinta capítulos. En este denso simbolismo, los elementos recurrentes como los espacios geográficos y naturales no solo componen el paisaje, sino que perviven con la memoria de un pueblo indígena fragmentado.
Desde la portada la imagen del perro dóberman que muerde la muñeca de una persona hasta el contenido, aparecen distintos canes en la vida de la protagonista, cuya presencia está ligada a la sangre. Este vínculo explora el riesgo inherente a una mordedura de perro y la necesidad de vacunación para evitar la transmisión de enfermedades por la saliva contaminada. No obstante esta “marca canina” es consentida y es una identificación y reapropiación que le permite reconocer a otros de su especie y anula el pensamiento de que el ser humano es el centro del universo.
La propuesta de Kutral Vargas Huaiquimilla en Performance de la sangre (2024) amplía el panorama literario al diseccionar el control social del modelo neoliberal. La obra construye un imaginario sociopolítico de asedio donde la protagonista, una figura históricamente marginada, enfrenta la vigilancia estatal, utilizando su alerta constante y la subversión de los procedimientos como un mecanismo de supervivencia y resistencia. Su principal fortaleza reside en la complejidad de su protagonista y en la forma en que su experiencia se articula directamente con una crítica al modelo autoritario y en apariencia democrática.
De modo que, la novela logra poner el cuerpo en el centro del discurso, demostrando que para ciertas identidades, la mera existencia es un acto político de tensión constante contra la vigilancia estatal.
Kutral Vargas Huaiquimilla. Performance de la sangre. Valdivia: Tinta negra microeditorial - Editorial Pequeño Salvaje, 2024, 200 páginas.

 
 
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