Las
primeras escenas nos muestran a Mercedes (Elisa Zulueta) que acepta pequeños disgustos
del cotidiano familiar: los ronquidos del marido fotógrafo, hijos mal educados
y sin empatía, el desorden, la estrechez económica o la falta de alimentos,
entre otros. Ella es actuaria del juez Aliro Veloso (Marcial Tagle), participa
y gestiona el proceso en la causa judicial de María Carolina Geel (Francisca
Lewin personificó a Teresa Wilms Montt en Teresa, 2009) quien asesinó a
su amante Roberto Pumarino Valenzuela (Nicolás Saavedra), con un revólver belga
calibre 6.35 en el aristocrático café del Hotel Crillón en 1955.
El
caso suscita un alto interés de los diarios y vemos a periodistas que asedian
los espacios públicos por la primicia. Con titulares de escasa objetividad
presionan por el resultado del enjuiciamiento de la culpable apelando por un
“castigo ejemplar”, lo que empuja al juez a modificar disposiciones judiciales.
La
protagonista se ve fascinada por la personalidad de Geel. Lo que le llama la
atención sobre esta figura opuesta no es su cultura (que se muestra como una
forma adquirida) o a su belleza, sino el acceso que da la independencia
económica y pertenecer a una clase media sostenida.
Poco
antes de tomar las cosas de la presidiaria, la protagonista queda maravillada
con el salón de alcurnia donde acontecen los hechos. La misma debe registrar las
cosas de la verdugo y cuando entra al departamento, ubicado frente al Parque
Forestal, se interna en un mundo que no tiene en su hogar ni en su matrimonio:
la comodidad, el acercamiento a libros y un estilo de vida sin mayores
preocupaciones.
Es
decir, la situación de la victimaria es el marco general e histórico, pero el
ojo apunta hacia otra parte. La secretaria busca alejarse de la precariedad y
el agotamiento constante que le produce la ausencia de paz en su hogar. De modo
que, para hacer este contrapeso la escritora tiene pocas escenas en la película
y el espectador no alcanzará a configurar su personalidad. Entonces, el punto
de vista de la cámara se focalizará en objetos y en detalles que provocan
molestia en Mercedes.
En
una escena, ella compra una sopaipilla para luego tomar el autobús: esté hecha
de zapallo, sean pasadas o secas, dulces o picantes esto será un dato
anecdótico. Lo importante es la capacidad del film en aspectos técnicos de
trasladarnos a la época: una ambientación destacable, la dirección de arte y
fotografía son sobresalientes.
Basado
parcialmente en los registros de Las Homicidas de Alia Trabucco Zerán, el
problema de El lugar de la otra (2024) de Maite Alberdi, radica en la
elección del conflicto y el tipo de intensidad que se presenta: Mercedes
evidencia su falta de espacio, para comer y dormir con tranquilidad, lo que
constata el diálogo con Una habitación propia de Virginia Woolf. No
obstante, ella es un personaje plano y estático. Aunque intenta asimilarse a la
escritora encerrada en un convento, durante esos momentos a solas, la
observamos en conformidad al mundo que pertenece y tampoco ambiciona un mejor
futuro, cumpliendo finalmente con el continuo estado de postergación suscrito.
El
lugar de la otra (Chile, 2024)
Dirección:
Maite Alberdi
Guion:
Inés Bortagaray y Paloma Salas
Basado
en el libro Las Homicidas (2019) de Alia Trabucco Zerán
Duración:
1 hora 29 min.
Elenco:
Elisa Zulueta, Francisca Lewin, Marcial Tagle, Pablo Macaya, Gabriel Urzúa,
Pablo Schwarz
Música:
José Miguel Miranda
Fotografía:
Sergio Armstrong
Productora:
Fábula
Streaming
Netflix
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