“LOS HILOS DE LA
MEMORIA”
La Resta
Alia Trabucco Zerán (Santiago, 26 de agosto de 1983)
Tajamar Ediciones, 2015. 220 p. (1era. Edición).
La Resta (2015)
es una novela intercalada por capítulos donde las voces son Felipe e Iquela, dos
jóvenes que bordean los treinta años y que tienen en común su infancia, la
indagación de una memoria en cuestionamiento y la resistencia política de sus
padres frente a la dictadura cívico-militar. Ellos van construyendo mundos
paralelos pero complementarios que observan cómo abordar esta herencia de sus
predecesores y que los problematiza al hacerse presente en todas las esquinas.
En la narrativa de Trabucco Zerán (1983), Santiago aparece como una
ciudad inconveniente y apocalíptica, lo que provoca complicaciones en el vuelo
de la tercera protagonista de la historia, Paloma. Cuando regresa de Alemania
para celebrar los ritos fúnebres de su madre Ingrid Aguirre (exiliada y
compañera de resistencia durante la dictadura junto con la madre de Iquela), el
avión que trae los restos termina en Mendoza, por lo que la tarea de los
jóvenes es buscar y enterrar a los muertos. De esta manera Paloma, Felipe e
Iquela inician la forzosa travesía de cruzar la cordillera en la carroza
llamada “la generala” para traer el ataúd de regreso.
El primer recuerdo de Iquela es el día del triunfo del “No”. En aquella
ocasión Ingrid Aguirre, Hans y su hija Paloma visitan la casa de los padres de
la narradora; Consuelo y Víctor. Durante los resultados del balotaje y el
tránsito de los padres en la casa, ella relatará con resquemores su primer
cigarro, no así su primer beso con alguien de su mismo género, con tal
naturalidad y soltura que no existen reparos ni aprensiones. En tanto, Felipe
recordará su crianza en el sur junto a su abuela, la relación de la casa con
las mascotas y los animales, la profunda necesidad de recordar y la evocación
de su infancia en la capital junto a Iquela y la madre de ella, Consuelo.
Iquela es la que da el temple a los capítulos. Introspectiva y en permanente
búsqueda del detalle fascinante de la urbe, una perspectiva fragmentaria de la
ciudad que la distancia del horror de su contraparte. A Felipe le disgusta y la
nombra con enfado: “no ve nada: ella va paveando, comentando el reflejo del sol
en los ciruelos, describiendo cómo se estiran las sombras de los edificios
sobre el piso” (43). Él se caracteriza por ser obsesivo, delirante y ordenado,
tiene la característica de hallar muertos en la calle o en el río Mapocho.
Mientras hacen memoria sobre la experiencia del triunfo del “No” en
1988. Los jóvenes ven con extrañeza un país que les parece ajeno e irán
aproximándose a lo que significa la palabra patria:
“los restos del carrete del fin de semana u otro que ya no pudo con el calor de
mierda santiaguino” (28). Por lo tanto, esta construcción social es abordada
por los hijos de exiliados y opositores a la dictadura a medida que se van
cuestionando su pasado mientras reparan en el Santiago sucio y descuidado.
Finalmente, la obra presenta características en distinto orden que
determinan su valía. Una novela estructurada y programática en su construcción,
que presenta una visión liberal donde emergen situaciones lésbicas para mostrar
que siempre han estado presentes, el ritmo se sostiene en ambas voces de forma armoniosa,
en la que se aprecia la integración de recursos de estilo y constantes
analepsis que participan convenientemente en el desarrollo de su lectura.
Además, la trama tiene una orientación distintiva: el camino de los personajes
es el ejercicio de hacer memoria. De lo anterior, el pasado individual es
articulado como identidad mediante lo colectivo. Para el país, recordar siempre
es un acto de justicia social. De otro modo, los jóvenes se refieren a lo
ocurrido, lo cuestionan y lo hacen suyo para continuar y comprender la historia
trazada por los padres. En el mismo ámbito, los muertos hallados en todas
partes por Santiago avanzan hacia el descanso, lo que simboliza la síntesis del
ayer reciente.
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