SUDOR
Alberto Fuguet (Santiago de Chile, 1964)
Random House Mondadori Ediciones, 2016. 604 pp.
Por Gonzalo
Schwenke
La farándula con sus códigos triviales y
diálogos precarios reflejan a la población actual. Este proyecto de país tiene
su resaca, hoy, como un revival de
propuestas anacrónicas que televisivamente representan momentos kitsch de
nuestra sociedad. La literatura nacional no está al margen de estos
faranduleros y como Japenning con Já,
regresan a las primeras planas con la reedición de sus libros más celebrados.
Un recibimiento lleno de palmaditas en la espalda por parte del mundillo. Un
buen ejemplo de esta estrategia de marketing es Alberto Fuguet, quien después
de un par de años en silencio, vuelve con un par de libros bajo el brazo que
tienen a la temática gay como
denominador común: No Ficción (2015)
y Sudor (2016), dos novelas que han
convertido nuevamente al autor de Mala
onda en un escritor de moda.
Sudor relata los incidentes de Alfredo Garzón, editor de no
ficción en Alfaguara-Chile, entre del 28 al 31 de octubre del 2013 durante la
Feria Internacional del Libro de Santiago (FILSA). La casa editorial para la
que trabaja recibe la visita de Rafael Restrepo Carvajal y de su hijo Rafa (24).
Ambos vienen al país a lanzar un libro de fotografías y escritos titulado el aura de las cosas. Dicho volumen
consiste en fotografías tomadas por el hijo y escritos del padre sobre
distintas figuras del espectáculo con las que tuvo contacto.
La novela está dividida en tres partes: El aura de las cosas, Juntos y solos (que abarca desde del 28 al 31 de octubre del 2013), más el
epílogo. En la página 398, aparecen los famosos, recién entonces, nos haremos
partícipes del juego autoficcional. Una narración de tono confesional, repleta
de descripciones sobre un restringido círculo literario al que alabará,
examinará y condenará en su propio funcionamiento, o sea, dependen en gran
medida de la manipulación y las relaciones públicas de una editorial transnacional.
Por otro lado, mientras la ola de calor
hace estragos en Santiago, se exacerban los encuentros sexuales gay coordinados
en celulares y aplicaciones. Esto implica que en el volumen, en general,
predomine lo masculino. Por su parte, la mujer representa parte de las
frivolidades del circuito mientras que los hombres lo carnal y lo efímero:
“Tirar y agarrar puede ser muy fácil y expedito y Providencia es un barrio bien
puto: siempre hay más de una veintena de posibles chicos o hueones a menos de
un kilómetro a la redonda (gracias, Grindr).” (38) Un reflejo de la nueva forma
de relacionarse con el prójimo.
El protagonista Alfredo Garzón es
ambivalente: zorrón, misógino y arribista, pero dependiendo del joven que lo
excite y la posición que ostenta ante el mundo se anulará cuando muestre su
lado sentimental: “Me sentía privilegiado de ser despreciado o ninguneado por
Julián Moro porque sabía que esa era su manera de tomarme en cuenta.” (45).
Dichas inconsistencias son atrapados por esta novela. Llena de vacilaciones y
antes de 392 páginas, la narración presenta falta de centro y destino. Además
tiende a la reiteración con relatos superfluos y aislados: “Rafa, esto es para
ti.” (28) “Rafa, lo tengo claro, no merece una biografía eterna a lo Gerald
Martin. Pero merece algo.” (43) “La aparición de Rafael Restrepo Jr. Me pilló
desprevenido, irritable y con la guardia baja” (47) “El mejor lector de toda la
obra de Rafael Restrepo Carvajal fue él mismo” (53) “Tipos como Rafa te hacen
dudar. Dudar y sudar.” (55) “Rafa olía a Rafa.” (65) “Esto también deberá ser
acerca de mí. Va a ser sobre Rafa y El Factor Julián y el bueno de Renato
Adriazola y Vicente y Augusto y Alejo y todo el resto, pero a la larga –creo–
será acerca de mí.” (94)
En un medio nacional que se caracteriza
por obras que no rebasan las 300 páginas, Sudor
pretende equipararse en monumentalidad a los grandes volúmenes de las que el
compilador de McOndo alguna vez
buscara distanciarse: Rayuela de
Cortázar, Cien años Soledad de
Gabriel García Márquez o Los Detectives
Salvajes de Roberto Bolaño. En esta nueva etapa en su carrera, Fuguet
tropieza con una novela que no supera en calidad ni siquiera a sus primeros
libros y muy inferior si la comparamos con la crónica de Missing (por estos días lanzada nuevamente). La profusa verborrea,
con interminables diálogos, es una marca de estilo a lo largo de la narración
que sólo consigue provocar atosigamiento y monotonía hacia el lector.
Sudor pone en práctica dos arcos argumentales: la
fragilidad intelectual del medio y los encuentros sexuales gay como si fuese la
gran novedad del mercado. Una narrativa a tono con los tiempos donde lo
importante es estar a la moda, pero la moda pasa rápidamente, así lo dice el
mercado. Un volumen que pretende sostenerse creando circo: muchos nombres,
muchos desfiles, cafés y lobby literario. Una obra sobredimensionada por su
casa editorial, que afirma en voz de su editora que es el libro del año en
España[1],
pese a que la lista de Babelia[2] no
lo considera ni para la encuesta anual.
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