Cuentos del
Pacífico Sur, Yuria Soria-Galvarro. Das
Kapital Ediciones, 2015, 110 p.
Por Gonzalo
Schwenke
El mar es clave en el desarrollo de
literaturas del borde costero en el Pacífico sur. Allí, los personajes se
despliegan -muchos de ellos señalados por el signo trágico o lo
fantasmagórico-, en el acto de vivir entre los canales y los fiordos australes
del territorio desmembrado, sea este, Isla Wellington, Puerto Natales, Punta
Arenas o Puerto Edén.
Cuentos
del Pacífico Sur (2015) es la recopilación
de doce cuentos de Yuri Soria-Galvarro (Cochabamba, 1968). Las historias están
conformadas por sujetos desarraigados en los espacios de locación. Así, se
evidencia la añoranza por el barrio, por el amor y los estudios, pero tampoco convengamos
que están descomunalmente desesperados o en peligro como sugiere la fotografía
de portada: “the slave ship” (1840) donde se relata pictóricamente, el
naufragio de un barco de esclavos durante el periodo romántico inglés.
Los individuos están aguardando el tiempo
de volver a tierra firme y donde los diálogos directos asumen mayor grado de verosimilitud
a la narración. Para ellos, el mar es su entrada y/o salida y dicho horizonte
conforma el ambiente de olvido o ausencia con el resto de civilización. Por lo
tanto, los habitantes se disponen y subordinan al cotidiano que establece lo
marítimo, ya sea en el hombre al agua en
la isla Wellignton, purgatorio, miedo primitivo o cosa de suerte, mientras que continuidad
de los bares y la dama y el capitán,
lo fantasmagórico o lo espectral es parte central de los relatos.
En el
hombre al agua en la Isla Wellington, el protagonista desembarca en el bar
más próximo luego de dos semanas de navegación en el extremo austral. Allí se
topará con Demetrio, un viejo marino quien lo abordará para compartir lo que
sucedió una jornada mientras trabajaba en la empresa naviera de Punta Arenas.
En este metarrelato centrado en la desaparición de un marino en altamar, se
exhibe un narrador descuidado y donde la modernidad es símbolo de progreso para
los indígenas. Quien es visto con desprecio por el chileno promedio: “los
kawésqar son navegantes y buzos. Cosechan cholgas, coral rosado que venden a
los turistas, (…) Igual que hace siglos, aunque ahora ya no son nómadas y
viajan en lanchas a motor.” (10)
En Purgatorio,
el personaje busca el refugio simbólico para encontrar cierta tranquilidad a un
destino que lo ha llevado al precipicio. El lugar que se señala: “la gente
abandona este lugar para volver a la ciudad, mueren ahogados, asesinados o por
alguna enfermedad, nadie lo sabe con certeza y a nadie le importa.” (22) Un
destierro carente de osadía y está mostrado por lo calamitoso, el desamparo y
el sentido de pertenencia al territorio continental.
Esperando es el segundo microcuento que aparece en el libro y
es uno más logrados ya que con pocos recursos logra profundizar en una historia
social: “Sobre la huelga y la masacre no recuerda nada, se han borrado de su
memoria como los rieles del ferrocarril” (63) En estas trece líneas, la
narración se vuelve en estado de ensoñación: el anciano se enfrenta a la
muerte, la realidad, el pasado se mezclan y solo van quedando los recuerdos
pasivos, en cambio, la memoria social que confluye en los conflictos que se
desvanecen con la pérdida de memoria de los testigos así como los vestigios.
A pesar de los desniveles en Cuentos del
Pacífico Sur (2015), Yuri Soria-Galvarro tiene el mérito de despojar de
heroísmo el hecho de asentarse en el extremo sur, otorgándoles a los sujetos
que se enfrentan al abandono y la ausencia, cierto grado de dignidad, la que
está muy lejos de la mirada paisajista o de clase turista.
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