Receta para engendrar un varón.
Marcos
Huaiquilaf Gómez (Valdivia, 1962)
RakiZuam
Ediciones, 2016.
95
páginas.
Por Gonzalo Schwenke
Este libro de cuentos está marcado por los recuerdos
del pasado de los protagonistas, quienes siempre anhelaron una posibilidad
mayor pero están satisfechos con lo que han obtenido, logrado a modo de cápsula
en la propia cotidianidad que se ha autoimpuesto, inician una decadencia llena
de nostalgia. Huaiquilaf Gómez presenta su segundo libro “Receta para engendrar
un varón” (2016), marcado por el pleonasmo del pasado, pero que se valora en la
justa medida de tener una prosa ordenada y cumplir con la sintaxis.
El autor utiliza voces masculinas que relatan en estos
cinco cuentos, a modo de almanaque, sobre distintas mujeres que circulan en la
vida de los hombres. En ellos, el narrador emplea la nostalgia, la
recriminación y el desencanto en el devenir
que le ha suscitado su historia, como si estuviera imposibilitado de
resolver los problemas que ha tenido en relación al amor. Sobra cada personaje
intenta sobrevivir a un ente superior, lo que ha provocado y acotado la
posibilidad de elección sobre la dirección que pueda a tomar en sus vidas.
Si bien el tema central es el amor, en la dualidad del
género hombre/mujer hay correspondencia asimétrica, pues ellas están
subordinadas al orden representado en la masculinidad. Son ellos los que
planifican, disponen y deciden el quehacer; ellas se mantienen en silencio,
muchas veces encandiladas o enamoradas, acatando las decisiones y en lo posible
no hablan ni se les otorga voz, ya que se evidencia una situación de
culpabilidad, donde evitan emitir juicio para no ser castigadas. En el cuento
“cuando no estabas”, dos esposas están en desacuerdo con las decisiones de los
maridos: “no se atrevían a planteárselo a sus maridos ante el temor de ser
calificadas de sentimentales.” (29) Posteriormente, jamás se enuncia la forma
de plantear los resquemores, por lo que se deduce silencio y omisión.
En
“el anillo”, dos amantes se encuentran cada martes y jueves en la misma plaza,
para luego dirigirse al motel de la zona centro de Santiago. Ante todo,
prefieren tener cuidado por donde transitan para no ser sorprendidos por sus respectivas
familias, por lo que él se dedica a planifica los encuentros. En contrapartida,
la voz de ella es temerosa y llena de culpa por el engaño cometido. Cabe
destacar que la capacidad de perdonar los errores del otro radica desde lo
masculino: “a su mujer podría perdonarle muchas cosas, pero no a su amante.”
(23) De hecho, se establece una jerarquización en los roles de subordinación femenina: primero la condición de esposa y después, más abajo,
la de amante.
El ambiente generado por esta narrativa suscita que
los personajes estén sumidos en la rutina, pero satisfechos por cumplir con el
trabajo de oficina, aunque parezca un acto mecánico. Esta idea de
tranquilidad/estabilidad se confronta con la presencia de las nuevas
generaciones que no aceptan esta pasividad laboral y están preparados para
cambiar de trabajo apenas se les presente algo mejor: “La mayoría jóvenes. Yo
los entiendo. Ellos quieren ascender rápido y consolidarse en el menor tiempo
posible. Cinco o seis años les parece demasiado.” (68) Así, la mecanización
laboral se extiende también a la existencia de los sujetos pese a representar
el desencanto. No por nada, en ciertos pasajes reconocemos el perfil de Martín
Santomé, personaje principal de “La tregua” de Mario Benedetti, para quien el trabajo
es el centro principal de su vida y es a partir de allí donde se enlazan los
demás personajes.
Finalmente, el autor genera un conjunto de cuentos que
están sumidos en la rutina de oficina con un tono desesperanzador, nostálgico y
esquematizado, donde toda referencia social debe estar normada y establecida
para no desestabilizar la realidad de ficción que ha construido.
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