Es viernes, son las dos
de la tarde y la jornada docente acaba de terminar. Nos quedamos en las
inmediaciones conversando junto a colegas. A lo lejos, escuchamos el grito de
protesta evadir, no pagar, otra forma de luchar por parte de los y las
estudiantes del complejo de liceos de la comuna de Recoleta, los que vienen desde
el día lunes organizándose para evadir el metro. Es necesario mencionar que el
febrero 2016 el valor del pasaje se encontraba en $740, de ahí ha ido escalando
hasta el presente año llegando a los $830.
Los y las estudiantes de
los establecimientos emblemáticos de Santiago centro: el Instituto nacional, el
Liceo Aplicación, el Liceo de Niñas, el Internado Nacional Barros Arana, asimismo
algunos subvencionados y los técnicos quienes marcarán la vanguardia de la
desobediencia civil. El futuro de Chile, los mismos que el discurso
institucional los privilegia, pero que han sido gaseados, perseguidos y
reprimidos durante todo el año ya sea en la entrada del liceo y en las salas de
clases.
En la reunión del jueves
17, mientras el comunal de profesores que tenían en agenda las elecciones del
gremio, Twitter ebullía de información sobre las evasiones que se realizaban en
cadena. En síntesis, se cerraron algunas estaciones importantes, se permitió la
evasión, los trabajadores no se involucraron, se rompieron torniquetes y rejas,
y carabineros dispersaba a los/las estudiantes. En tanto, el rol del presidente
del Sindicato de Profesionales y Técnicos de Metro fue clave: privilegió la
seguridad de sus trabajadores llamándolos a que no se involucren. Por lo que la
protección de la propiedad privada corría por parte del Estado. La
privatización neoliberal ha alcanzado ribetes catastróficos porque el erario y
las fuerzas públicas concentradas en La Moneda y carabineros deben proteger la
propiedad empresarial.
Recuerdo también, que ese
día jugaba la Universidad de Chile contra Antofagasta en el Estadio Nacional a
las 21 horas, un partido importante para zafar del descenso. El suburbano
funcionaba por tramos, pero no tuvimos problemas en llegar, porque media hora
antes, el coliseo deportivo estaba repleto y las escaleras estaban repletas.
Tras ganar el partido sufriendo, nuestro regreso fue tranquilo. Unos hinchas
nos llevaron en auto a la micro 503 que pasa por bellavista y que nos acerca a
la casa, la que en su interior seguía con su habitual rutina.
El día viernes las
estaciones Santa Ana, Los Héroes, República, Plaza de Armas, Baquedano,
Pudahuel y Salvador comienzan el día con los jóvenes reunidos a las afueras que
esperan entrar en masa y saltarse los torniquetes. Hasta aquí el día ha sido
relativamente normal, pero durante el día las detenciones de los vagones y de
las estaciones se sucederán paulatinamente. La línea 1 y 2 cierran
completamente debido que no tienen las condiciones mínimas de seguridad. En
tanto, carabineros detiene y golpea estudiantes por la espalda, se utiliza el
carro lanzaguas y gases lacrimógenos. La violencia se incrementa y el Sindicato
N° 2 de Metro llama a sus trabajadores a no exponerse ante causal de agresiones
y abandonar sus funciones si la situación lo amerita. A estas alturas las
circunstancias no se detienen.
La presidenta de la Federación
de Sindicatos de Trabajadores de Metro, Paula Rivas, señala en radio ADN, que
“entendemos cuál es el malestar de la ciudadanía, este estallido social no es
solamente porque subió el pasaje, porque además hemos dicho que a nosotros nos
siguen pagando la misma tarifa técnica de los $480. Aquí lo que decimos es que
ha habido poca sensibilidad social”.
Durante el día, la
derecha saca del baúl su método comunicacional para aislar a los estudiantes y condenar
la evasión, es decir, vincularlos con la delincuencia, el caos social y dejar
de tratarlos como personas sino como lumpen. Esa mañana del viernes, el
presidente Piñera habla por radio Agricultura: “Una cosa es protestar,
manifestarse, que es totalmente legítimo, y otra cosa muy distinta es la
violencia, el vandalismo, la destrucción que hemos observado (…) Estamos
estudiando la posibilidad de aplicar la ley de seguridad del Estado” finalizó.
Mientras esto sucedía, los social demócratas y reformistas solo aparecerán una
vez más tarde y, sin capacidad de modular un apoyo concreto a las protestas. El
gobierno esperaba que la reacción de la población se dirija a los estudiantes y
se les culpe, pero al presidente Piñera, la realidad le explota en su cara.
La escritora y actriz
Nona Fernández es la primera en escribir sobre lo que está sucediendo, evita
caer en el cliché de los partidos políticos que privilegian el diálogo y las
marchas pacíficas para instalar demandas, y es de las pocas personas que apoya
de manera contundente la forma en cómo se impuso el descontento del pueblo:
“Nos culparán. Nos dirán otra vez que la responsabilidad es nuestra. Condenarán
la violencia como si no fueran ellos con su brutalidad sistematizada los que la
incitan” (19 de octubre).
Ese día viernes a las 19
horas, mientras en avenidas y alamedas se llenaban de automóviles impacientes
por llegar pronto a sus casas, la red funcionaba solamente con la línea 5. El
colapso es total. Durante el ocaso, el presidente, en un gesto de total
despreocupación y tal como relata el cuento el traje nuevo del Emperador
de Hans Christian Andersen, sale de La Moneda a celebrar el cumpleaños de un
nieto a una pizzería de Vitacura, sin comprender lo que la ciudadanía emplaza.
Los encapuchados asedian
las oficinas centrales de Metro y las violentas protestas se suceden en Puente
Alto, La Florida, Maipú y Baquedano, expandiéndose a las barricadas de Lo
Prado, Pudahuel y Quinta Normal.
A eso de las 23 horas, un
periodista de CiperChile en Twitter graba desde su departamento cómo dejan sin
chofer, un bus del Transantiago cerca de las barricadas que ocurren en el
barrio Bellas Artes. A los pocos minutos después, el micro es quemada y será la
postal del barrio durante varios días.
Es tal la rebelión, que
el ministro del Interior Andrés Chadwick, el brazo civil de la dictadura de
Pinochet, soluciona el problema con bencina: a la medianoche aplican la “Ley de
Seguridad Interior del Estado” y “el Estado de Emergencia Constitucional” que significa
sacar a los militares a la calle para, resguardar el espacio público y
empresarial, luchar contra cacerolas, etc. Eso sí, dejó bien en claro que “como
Presidente estoy absolutamente consciente de las desigualdades y de las
carencias que afectan a muchos de nuestros compatriotas”. Hasta esa hora, las
estaciones incendiadas iban en 19. Algunas de ellas, extrañamente de manera coordinada.
En realidad, la
evaluación de prevenir y de controlar a la población por parte de efectivos
militares es tan nefasta que se quemaron más estaciones y vagones de metro.
Efectivamente, con los
militares en la calle, provocó que las demás regiones Valparaíso, Arica,
Iquique, Calama, Concepción, Chillán, Temuco, Valdivia, Osorno, Puerto Montt,
Ancud-Castro, Coyhaique salieran por el derecho de vivir en paz. Así, toda la
música de la Nueva Canción Chilena (“el pueblo unido” y “el derecho de vivir”),
el Canto Nuevo (los grupos Santiago del Nuevo extremo, Schwenke y Nilo y Sol y
lluvia) y Los Prisioneros con “el baile de los que sobran” se volvieron a
escuchar en marchas y cacerolazos.
La escritora Marcela
Serrano entrevista publicada en La Tercera el 25 de Octubre de 2019, declara
que: “aparecen los recuerdos del pasado. Yo escucho en la noche, en el silencio
del parque, el ruido de los helicópteros, eso es violento. Las escenas de los
militares en las calles. Créeme que nunca he visto un gobierno más inepto para
manejar una situación de crisis. Me da terror pensar lo ineptos que son”.
Porque nadie quiere volver a este tipo de pasado, a la violencia institucional,
la ausencia de las libertades individuales y los miedos de que en cualquier
momento te puede llegar un balazo por los militares.
La gente salió con mayor
énfasis a protestar, hubo más saqueos en las comunas como Pudahuel, Cerro
Navia, Renca, Maipú, por ejemplo. Y, claro, se comprueba que los militares no
tienen instrucciones en la pacificación urbana porque la reacción ha sido
disparar a mansalva, disparos al cuerpo, el INDH registra abusos y violaciones
a los derechos humanos.
La gente se tomó las
calles como los hacen los migrantes y levantan defensas. Por los efectos de la represión,
nunca había visto que los encapuchados tengan tan buena aceptación por otros
manifestantes: los rostros arden, pican los ojos y tocemos. Les pedimos agua
con bicarbonato a las personas cercanas que nos echen en la cara porque el
ardor es más intenso que otras protestas, a veces un trago de cerveza ayuda para
dejar de tocer o aspirar el humo del cigarro para despejar las vías
respiratorias. La cara te puede picar por días. Observo como rompen las cadenas
de farmacias, los bancos y solo a grandes empresas, porque tal como dice una
sábana blanca colgada del micro incendiado la Rebelión en Santiago, es contra
la precarización de la vida. Saco fotos y disparo.
El sábado 20 en la
Alameda, las paredes gritan “Evade!!” y “La paca no es mi hermana!!”. En un
segundo piso al lado del GAM, resuena el tema de Víctor Jara: “Aquí se encajó
mi canto/ como dijera Violeta/ guitarra trabajadora/ con olor a primavera”,
junto a una bandera mapuche y un cartel que dice “El pueblo despertó, ahora a
la organización”. Las Fuerzas Especiales están a un costado mirando y
conversando entre ellos. Hay gente que camina y graba alrededor, de seguro
piensan en lo que significa Víctor Jara y su alevosa muerte en estos momentos
de convulsión social.
A la noche tras el cacerolazo,
escuchamos helicópteros pasar seis veces, disparos en las poblaciones de El
Salto de Recoleta. Para el lunes irá creciendo el ruido ensordecedor de
disparos, llegando a ser ráfagas sobre las poblaciones, tal como muchos otros
lugares: “Es Chile, un país tan largo, mil cosas pueden pasar, si es que no nos
preparamos, resueltos para luchar” dice la Cantata de Santa María de
Quilapayun.
Los medios de
comunicación y la televisión están institucionalizados y por esto, la población
reacciona, opiniones contra los periodistas se hacen visibles y estos quedan
entredicho. En estos días, no hay banderas de partidos, la Huelga General del
23 de octubre fue masivo y por el mismo motivo reprimida rápidamente entre las
calles de Avenida Santa Rosa y Portugal. La histórica concentración del día
viernes 25 con un millón doscientos mil personas en la Plaza Italia, fue de
vital importancia que el gobierno está mareado, no entienden y las medidas son
reformistas, cuando la población está pidiendo un cambio estructural. El
delirio político es tremendo y siguen dándole cabida al gobierno con los
militares en la calle.
Gonzalo Schwenke es
profesor y crítico literario.
Valdivia, 2019.
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