jueves, 7 de noviembre de 2019

Crónica de una revuelta popular I


Fotografías tomadas por el autor.

Es viernes, son las dos de la tarde y la jornada docente acaba de terminar. Nos quedamos en las inmediaciones conversando junto a colegas. A lo lejos, escuchamos el grito de protesta evadir, no pagar, otra forma de luchar por parte de los y las estudiantes del complejo de liceos de la comuna de Recoleta, los que vienen desde el día lunes organizándose para evadir el metro. Es necesario mencionar que el febrero 2016 el valor del pasaje se encontraba en $740, de ahí ha ido escalando hasta el presente año llegando a los $830.
Los y las estudiantes de los establecimientos emblemáticos de Santiago centro: el Instituto nacional, el Liceo Aplicación, el Liceo de Niñas, el Internado Nacional Barros Arana, asimismo algunos subvencionados y los técnicos quienes marcarán la vanguardia de la desobediencia civil. El futuro de Chile, los mismos que el discurso institucional los privilegia, pero que han sido gaseados, perseguidos y reprimidos durante todo el año ya sea en la entrada del liceo y en las salas de clases.
En la reunión del jueves 17, mientras el comunal de profesores que tenían en agenda las elecciones del gremio, Twitter ebullía de información sobre las evasiones que se realizaban en cadena. En síntesis, se cerraron algunas estaciones importantes, se permitió la evasión, los trabajadores no se involucraron, se rompieron torniquetes y rejas, y carabineros dispersaba a los/las estudiantes. En tanto, el rol del presidente del Sindicato de Profesionales y Técnicos de Metro fue clave: privilegió la seguridad de sus trabajadores llamándolos a que no se involucren. Por lo que la protección de la propiedad privada corría por parte del Estado. La privatización neoliberal ha alcanzado ribetes catastróficos porque el erario y las fuerzas públicas concentradas en La Moneda y carabineros deben proteger la propiedad empresarial.
Recuerdo también, que ese día jugaba la Universidad de Chile contra Antofagasta en el Estadio Nacional a las 21 horas, un partido importante para zafar del descenso. El suburbano funcionaba por tramos, pero no tuvimos problemas en llegar, porque media hora antes, el coliseo deportivo estaba repleto y las escaleras estaban repletas. Tras ganar el partido sufriendo, nuestro regreso fue tranquilo. Unos hinchas nos llevaron en auto a la micro 503 que pasa por bellavista y que nos acerca a la casa, la que en su interior seguía con su habitual rutina.
El día viernes las estaciones Santa Ana, Los Héroes, República, Plaza de Armas, Baquedano, Pudahuel y Salvador comienzan el día con los jóvenes reunidos a las afueras que esperan entrar en masa y saltarse los torniquetes. Hasta aquí el día ha sido relativamente normal, pero durante el día las detenciones de los vagones y de las estaciones se sucederán paulatinamente. La línea 1 y 2 cierran completamente debido que no tienen las condiciones mínimas de seguridad. En tanto, carabineros detiene y golpea estudiantes por la espalda, se utiliza el carro lanzaguas y gases lacrimógenos. La violencia se incrementa y el Sindicato N° 2 de Metro llama a sus trabajadores a no exponerse ante causal de agresiones y abandonar sus funciones si la situación lo amerita. A estas alturas las circunstancias no se detienen.
La presidenta de la Federación de Sindicatos de Trabajadores de Metro, Paula Rivas, señala en radio ADN, que “entendemos cuál es el malestar de la ciudadanía, este estallido social no es solamente porque subió el pasaje, porque además hemos dicho que a nosotros nos siguen pagando la misma tarifa técnica de los $480. Aquí lo que decimos es que ha habido poca sensibilidad social”.
Durante el día, la derecha saca del baúl su método comunicacional para aislar a los estudiantes y condenar la evasión, es decir, vincularlos con la delincuencia, el caos social y dejar de tratarlos como personas sino como lumpen. Esa mañana del viernes, el presidente Piñera habla por radio Agricultura: “Una cosa es protestar, manifestarse, que es totalmente legítimo, y otra cosa muy distinta es la violencia, el vandalismo, la destrucción que hemos observado (…) Estamos estudiando la posibilidad de aplicar la ley de seguridad del Estado” finalizó. Mientras esto sucedía, los social demócratas y reformistas solo aparecerán una vez más tarde y, sin capacidad de modular un apoyo concreto a las protestas. El gobierno esperaba que la reacción de la población se dirija a los estudiantes y se les culpe, pero al presidente Piñera, la realidad le explota en su cara.
La escritora y actriz Nona Fernández es la primera en escribir sobre lo que está sucediendo, evita caer en el cliché de los partidos políticos que privilegian el diálogo y las marchas pacíficas para instalar demandas, y es de las pocas personas que apoya de manera contundente la forma en cómo se impuso el descontento del pueblo: “Nos culparán. Nos dirán otra vez que la responsabilidad es nuestra. Condenarán la violencia como si no fueran ellos con su brutalidad sistematizada los que la incitan” (19 de octubre).

Ese día viernes a las 19 horas, mientras en avenidas y alamedas se llenaban de automóviles impacientes por llegar pronto a sus casas, la red funcionaba solamente con la línea 5. El colapso es total. Durante el ocaso, el presidente, en un gesto de total despreocupación y tal como relata el cuento el traje nuevo del Emperador de Hans Christian Andersen, sale de La Moneda a celebrar el cumpleaños de un nieto a una pizzería de Vitacura, sin comprender lo que la ciudadanía emplaza.
Los encapuchados asedian las oficinas centrales de Metro y las violentas protestas se suceden en Puente Alto, La Florida, Maipú y Baquedano, expandiéndose a las barricadas de Lo Prado, Pudahuel y Quinta Normal.
A eso de las 23 horas, un periodista de CiperChile en Twitter graba desde su departamento cómo dejan sin chofer, un bus del Transantiago cerca de las barricadas que ocurren en el barrio Bellas Artes. A los pocos minutos después, el micro es quemada y será la postal del barrio durante varios días.
Es tal la rebelión, que el ministro del Interior Andrés Chadwick, el brazo civil de la dictadura de Pinochet, soluciona el problema con bencina: a la medianoche aplican la “Ley de Seguridad Interior del Estado” y “el Estado de Emergencia Constitucional” que significa sacar a los militares a la calle para, resguardar el espacio público y empresarial, luchar contra cacerolas, etc. Eso sí, dejó bien en claro que “como Presidente estoy absolutamente consciente de las desigualdades y de las carencias que afectan a muchos de nuestros compatriotas”. Hasta esa hora, las estaciones incendiadas iban en 19. Algunas de ellas, extrañamente de manera coordinada.


En realidad, la evaluación de prevenir y de controlar a la población por parte de efectivos militares es tan nefasta que se quemaron más estaciones y vagones de metro.
Efectivamente, con los militares en la calle, provocó que las demás regiones Valparaíso, Arica, Iquique, Calama, Concepción, Chillán, Temuco, Valdivia, Osorno, Puerto Montt, Ancud-Castro, Coyhaique salieran por el derecho de vivir en paz. Así, toda la música de la Nueva Canción Chilena (“el pueblo unido” y “el derecho de vivir”), el Canto Nuevo (los grupos Santiago del Nuevo extremo, Schwenke y Nilo y Sol y lluvia) y Los Prisioneros con “el baile de los que sobran” se volvieron a escuchar en marchas y cacerolazos.
La escritora Marcela Serrano entrevista publicada en La Tercera el 25 de Octubre de 2019, declara que: “aparecen los recuerdos del pasado. Yo escucho en la noche, en el silencio del parque, el ruido de los helicópteros, eso es violento. Las escenas de los militares en las calles. Créeme que nunca he visto un gobierno más inepto para manejar una situación de crisis. Me da terror pensar lo ineptos que son”. Porque nadie quiere volver a este tipo de pasado, a la violencia institucional, la ausencia de las libertades individuales y los miedos de que en cualquier momento te puede llegar un balazo por los militares.
La gente salió con mayor énfasis a protestar, hubo más saqueos en las comunas como Pudahuel, Cerro Navia, Renca, Maipú, por ejemplo. Y, claro, se comprueba que los militares no tienen instrucciones en la pacificación urbana porque la reacción ha sido disparar a mansalva, disparos al cuerpo, el INDH registra abusos y violaciones a los derechos humanos.
La gente se tomó las calles como los hacen los migrantes y levantan defensas. Por los efectos de la represión, nunca había visto que los encapuchados tengan tan buena aceptación por otros manifestantes: los rostros arden, pican los ojos y tocemos. Les pedimos agua con bicarbonato a las personas cercanas que nos echen en la cara porque el ardor es más intenso que otras protestas, a veces un trago de cerveza ayuda para dejar de tocer o aspirar el humo del cigarro para despejar las vías respiratorias. La cara te puede picar por días. Observo como rompen las cadenas de farmacias, los bancos y solo a grandes empresas, porque tal como dice una sábana blanca colgada del micro incendiado la Rebelión en Santiago, es contra la precarización de la vida. Saco fotos y disparo.
El sábado 20 en la Alameda, las paredes gritan “Evade!!” y “La paca no es mi hermana!!”. En un segundo piso al lado del GAM, resuena el tema de Víctor Jara: “Aquí se encajó mi canto/ como dijera Violeta/ guitarra trabajadora/ con olor a primavera”, junto a una bandera mapuche y un cartel que dice “El pueblo despertó, ahora a la organización”. Las Fuerzas Especiales están a un costado mirando y conversando entre ellos. Hay gente que camina y graba alrededor, de seguro piensan en lo que significa Víctor Jara y su alevosa muerte en estos momentos de convulsión social.
A la noche tras el cacerolazo, escuchamos helicópteros pasar seis veces, disparos en las poblaciones de El Salto de Recoleta. Para el lunes irá creciendo el ruido ensordecedor de disparos, llegando a ser ráfagas sobre las poblaciones, tal como muchos otros lugares: “Es Chile, un país tan largo, mil cosas pueden pasar, si es que no nos preparamos, resueltos para luchar” dice la Cantata de Santa María de Quilapayun.
Los medios de comunicación y la televisión están institucionalizados y por esto, la población reacciona, opiniones contra los periodistas se hacen visibles y estos quedan entredicho. En estos días, no hay banderas de partidos, la Huelga General del 23 de octubre fue masivo y por el mismo motivo reprimida rápidamente entre las calles de Avenida Santa Rosa y Portugal. La histórica concentración del día viernes 25 con un millón doscientos mil personas en la Plaza Italia, fue de vital importancia que el gobierno está mareado, no entienden y las medidas son reformistas, cuando la población está pidiendo un cambio estructural. El delirio político es tremendo y siguen dándole cabida al gobierno con los militares en la calle.

Gonzalo Schwenke es profesor y crítico literario.
Valdivia, 2019.

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