Las vocales del verano, Antonia Torres. Random House ediciones, 2017, 108 p.
“Una gaviota hacia Niebla grita su canto de invierno
Y en la ribera se ahoga la sombra sucia de un perro
Un bronco motor emerge desgarrando un ruido nuevo:
luego brotan en la sombra dos convoyes madereros”
Y en la ribera se ahoga la sombra sucia de un perro
Un bronco motor emerge desgarrando un ruido nuevo:
luego brotan en la sombra dos convoyes madereros”
Valdivia en la niebla de Patricio
Manns
Por Gonzalo Schwenke
Tras una larga tradición en el ámbito
colectivo de los talleres literarios como Trilce, Aumen, Murciélago, Matra e
Índice, quienes aportaron un profuso pensamiento desde la lluvia y la
naturaleza frente a lo moderno y hegemónico de la capital, la creación y
discusión en Valdivia, se ha ido diluyendo y parcelando de una manera insípida.
Por lo que no es extraño actualmente que algunas áreas culturales, se hayan ido
disgregando hasta el punto de estar moribundas.
Las
vocales del verano (2016) es la
primera novela de la poeta valdiviana Antonia Torres (1975). El personaje femenino
regresa a la casa familiar de veraneo después de una larga ausencia. Durante la
estación de las lluvias, contempla el paisaje y busca diversos recovecos del
pasado para reafirmar su historia personal. Alejada del ritmo lacerante e
implacable de la ciudad, es en el frío y en la tranquilidad de la costa donde conoce
a Rubén, un leñador y pescador de la zona con quien tendrá el único lazo
tangible durante su estadía.
La obra está dividida en pequeños
capítulos no enumerados los que destacan por el uso de la frase breve y
descriptiva. Dentro de ellos se van intercalando los raccontos en la que la
protagonista evoca la infancia, el archivo familiar y las amistades. Sin
embargo, la transformación y las características de los sujetos que surgen no cambian
en el volumen. Lo que anula cualquier problematización de los dispositivos de
poder que se desenvuelven en esta sociedad rural.
La protagonista se presenta cosmopolita y
globalizada cuando llega al sector costero para encontrar el descanso y regocijarse
a sí misma. A medida que se desplaza por la localidad observa a la población
con cierto temor y distancia, esto permite que se posicione sobre otros y los reduzca
pobremente con la primera imagen: “sintió el olor a cuerpo de un hombre vulgar”
(39). Sin embargo, esta postura es frágil ya que rápidamente se subordina a lo
masculino, es decir, lo femenino está supeditado a la verdad de los hombres en
cualquiera de sus variables: dios, padre o amante. En el caso del amante, él construye
el panorama del poblado: “Rubén se fue con sus bueyes (que no eran suyos) y las
pequeñas historias locales de los últimos años.” (32) De igual modo, ella
colabora con plena facultades sensoriales en la construcción de lo masculino
desde un encanto que es efímero y banal: “Nunca le habían gustado los hombres
perfumados ni menos uniformados, pero este tenía un aire de masculinidad tan obvia
y previsible que le pareció atractivo.” (81) De esta manera, la alteración de
la lucidez de conciencia es el último resquicio para explorar y ampliar su
identidad más allá las normas sociales impuestas: “De pronto, sin saber cómo,
una mujer la besaba sobre una mesa de melanina y ella se dejaba besar.” (47)
La inmensidad del mar determina el
ordenamiento de los hechos. En aquella dimensión, la protagonista se adapta al
entorno invernal, distanciándose de los aconteceres de la localidad. Este orden
social se problematiza cuando ella vislumbra la aparición de un cadáver en la
playa, aunque prefiere dar la espalda y no saber los motivos: “No puede ser que
no hayan visto el cuerpo, se dijo.” (61) Su comportamiento, representa a cierto
sector chileno que simboliza que tras el horror de la dictadura, prefiere
olvidar que buscar, eliminar en vez de efectuar los ritos fúnebres
correspondientes.
Las
vocales del verano es una novela que
se inscribe dentro de las narrativas chilenas de postdictadura que buscan en la
memoria encontrar la identidad. Así, aunque tiene capítulos auspiciosos, se van
disipando como la niebla, ya que hay una prédica sobre el júbilo de clase, el sometimiento
femenino ante la virilidad y personajes que miran al mar pero son incapaces de reflexionar
el presente o del otro. Elementos que no son desenmascarados sino que asimilados como
quien se queda observando el mar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario