Los cuerpos sociales de postdictadura en la poesía
de Maha Vial[1]
Por Gonzalo Schwenke
Profesor y crítico literario.
Maha
Vial es poeta, actriz y performance valdiviana con estudios en la Universidad
Austral de Chile. Publicaciones: La Cuerda Floja (1985), Sexilio (1994), Jony
Joi (2001), Maldita Perra (2004), el Asado
de Bacon (2007) y Territorio Cercado (2015).
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Una pujante
economía se instala en Chile. Los números dan para todo, es la década de los malls, la cultura del endeudamiento y el
despojo. Son los noventas donde nada pasó y el control social estaba en manos
del mercado, la iglesia y las instituciones castrenses. Un doble discurso de ambivalencia
y simple que buscó anular las manifestaciones divergentes.
La presente trilogía literaria publicada
durante el período postdictatorial en Chile, problematiza el campo sexual en
circunstancias que la sociedad chilena continuaba estando bajo la vigilancia de
la dictadura, por lo que esta escritura promueve una ruptura a las plantillas
conservadoras y da voz a las disidencias sexuales.
En Sexilio (1994), el trabajo poético se basa en imágenes tangibles,
instalando un lenguaje realista, obsceno y anti hegemónico, en los que destacan
los encabalgamientos y donde el concepto sexual es la fragmentación de los
sexos para romper con las prohibiciones. Es ineludible recalcar que para la
poética, los procesos de liberación del cuerpo femenino, se basa a partir de la
autoexploración sexual, por lo que el cuerpo representa el vehículo de
independencia. Así mismo, el hablante lírico se aleja de las relaciones socioculturales
hombre/mujer y profundiza sobre las múltiples sexualidades, erotizando a partir
de los sudores de los cuerpos De modo que, el sexo y la libertad se confunden
anulando los roles de subalternidad.
La representación de las voces
femeninas siempre ha sido una preocupación para la escritura, posicionándose en
sectores periféricos. En el volumen aparece la figura de la trabajadora sexual
en su perorata vulgar, encarnada como cuerpo femenino público a plena luz del
día pero es silenciada y excluida. Esta figura representa la ausencia del desarrollo
social en una pujante economía de libre mercado: “buscando en miserias
esquinas/las rasgadas caricias de un burdel”. De esta manera, el amor y el
placer solo se encuentran en el burdel, lugar representativo de transacciones comerciales
y donde las identidades que se rentabiliza están vacías de ideologías, por lo
que este constructo social mantiene a estos cuerpos a la deriva, en una
situación de precarización y en continuo tránsito.
En Jony Joi (2001) el hablante es el sujeto errante sin domicilio
fijo, envuelta en la inestabilidad material, distanciándose de la década del
noventa y de los éxitos económicos. Por el contrario, el volumen señala la
liberación sexual a principios del siglo XXI, en el que da cuenta de las emergencias
de las disidencias sexuales, visibilizándolas en la siempre difícil provincia y
la condición de subordinación en relación a un tipo de sociedad estática.
Los cuerpos femeninos de suburbios todavía
están relegados como las dueñas de casa, las prostitutas, las lesbianas y las
mujeres psicológicamente trastornadas de la calle: como la Rosa Moca y la Lala,
dos personajes marginales quienes vivieron entre la década del 60 al 80 en
Valdivia y que se caracterizaban por lo deslenguadas, anacrónicas e
irreverentes que vociferaban a grito pelado en la plaza de la República.
Este libro está divido en cuatro
capítulos, contiene un profuso trabajo creativo donde está presente el
pastiche, los caligramas, los neologismos, las intertextualidades con la
cultura popular, las que están desplegadas en más de cuarenta dibujos,
caricaturas y collages. Otro recurso
que aparece, son las múltiples voces de nombres femeninos (alrededor de veinte)
todas relacionadas con espacios de desamparo, a la intemperie de la mugrosa
esquina. Las herramientas mencionadas borran buscan anular al sujeto
tradicional, fragmentándolo y desarmando los límites usuales de la sociedad, lo
que es un claro síntoma de los cambios que se están desarrollando en contexto de
comienzos de siglo apelando a las carencias del presente.
Por otro lado, en Maldita Perra (2004) la hablante emplea
el vocablo “perra” en tanto representatividad peyorativa en el espacio de doble
marginalidad: género y ciudad. Es decir, el cuerpo femenino continúa siendo el
lugar de lucha en busca de autonomía, se hacen indiscutibles las enunciaciones
sobre la decadencia de la belleza y la juventud, sumando la figura de penurias
en el símbolo de la perra en círculos sociales que viven en la calle, alimentándose
de lo último que le queda de dignidad y el esplendor va quedando en el pasado.
[1] Parte de este trabajo fue leído
en el Coloquio de Poesía chilena realizado en la Universidad de Chile, agosto
de 2018.
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