Maldito sea el fruto de tu vientre (2019) es un conjunto de doce relatos que se
despliegan en las provincias del sur. En ellos, aparecen personajes comunes, banales,
y con complejos de narcisismo. Estos viven rasguñando en la miseria para
alcanzar un tipo de logro que satisfaga el bienestar individual y señalar las
profundidades de la miseria humana es uno de los puentes fuertes y
transversales de este libro. Sin embargo, en la mayor parte de estos no se
alcanza a desarrollar el ambiente psicológico propio del canon del terror y eso
se explica, en parte, por la brevedad de ellos.
El primero tiene un título creativo: la máquina.
Un empresario inventa un instrumento mecánico para mejorar la producción de
matar cerdos, sin embargo, prontamente el gobierno se hará de la misma para
aniquilar opositores: “El gobierno me pagó una buena suma de dinero. Además, me
dieron en forma exclusiva la concesión de vender todos los jabones que se
produjeran con los cuerpos de ellos ejecutados” (17). De modo, que el
protagonista dentro del realismo sucio exhibe morbosamente su condición de
empresario que busca la asociación sin ningún código para lograr el éxito.
Otro de los cuentos que se perfila bajo el canon del
terror, es “el gato de mis padres”. En la que un ladronzuelo, tras el robo a un
automóvil y posterior, choque queda cuadripléjico. Enseguida, reconocemos el
ejercicio de taller, que es emular a Edgard Allan Poe, pero con características
particulares y sin la capacidad propia de “nevermore”: “el gato maldito. Era de
color negro, con ojos verdes, pelaje corto, cola larga y poco más grande lo
normal” (21). Por esto, la intertextualidad predomina y nunca logra sacudirse
de la misma, aunque se instale una perspectiva cotidiana donde subyace el
delirio con final predecible.
La capacidad de narrar es deslumbrante en el “el
mariscador” cuando uno de los tripulantes de altamar pasa a ser protagonista
sin ser destacado por alguna razón particular: “un hombre, igual a todos los
demás, tomó el canastillo…” (27). Por otro lado, son incontables las erratas y
la falta de prolijidad tanto en puntos finales, nombres propios como “Fontoba”
por la calle Fontova, mayúsculas en sustantivos comunes, y puntos suspensivos
fuera de lugar que no solo me he encontrado en este volumen sino también, en
otros del catálogo de la editorial.
A pesar de esto, dentro de los rescatables es la
narración “sed de poder”, al que le falta homogeneidad en el ritmo de escritura,
pero que observamos un escritor protagonista en clave autoficción, que se
sorprende de la maquinaria política hasta convertirse en cómplice no sin su
cuota sanguinaria. Asimismo, el cuento que le da el título a la obra,
desarrolla la maldición familiar que pesa en el protagonista de origen europeo,
en la que intentará resarcirse, pero el delirio es más fuerte y provocará que
la historia vuelva a comenzar.
En términos generales, Maldito sea el fruto de tu
vientre (2019) son cuentos anodinos, con un ritmo irregular y prácticamente
planos, donde la consigna es dar cuenta de personajes imbuidos en la miseria y
su estética neoliberal. Por lo que refuerza un conjunto de sujetos que siempre
han estado presentes como enfermos sin atención, personas tóxicas, ancianos
empobrecidos o trabajadores explotados. Ante todo, solo falta considerar el
horror mágico como la emergencia de un conjunto de escritores, así como
editoriales que buscan técnicas comerciales catalogadas como “nuevo terror en
Latinoamérica” desde el sur para tener cabida del escenario actual.
Maldito sea el fruto de tu vientre. Jack Elkyon. Austroborea ediciones, 2019, 116
páginas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario